El problema de Rajoy: ¿quién le aguanta un pacto en Cataluña?
La política catalana ha cambiado por completo en los últimos cinco años. El bloque soberanista actúa con la voluntad de que todo aparezca bajo el manto de la normalidad, como si todo hubiera ocurrido de forma natural. Pero se ha producido un cataclismo sin que exista una fuerza política central. Junts pel Sí es una coalición entre la antigua Convergència y Esquerra Republicana. No tiene la mayoría absoluta, y no se prevé que se pueda reeditar, porque los republicanos no quieren, y el PDCAT vive una situación complicada, con divisiones en su seno, tras un congreso constitutivo que se cerró en falso.
A la izquierda de los dos partidos, y netamente independentista, se encuentra la CUP, y, en paralelo se sitúa el nuevo partido de Ada Colau. Los espacios comunes entre todas esas fuerzas políticas, con la disputa de electores similares, obliga a todos sus dirigentes a estar muy pendientes de lo que hace el otro, con lo que nadie se atreve a cambiar el rumbo del proceso soberanista.
¿Quién es capaz de iniciar una retirada a cambio de negociar con el Gobierno central aquellos aspectos que realmente son un problema y que pueden tener solución?
Ese es el problema que percibe Mariano Rajoy, y que le ha llevado en los últimos años a la parálisis. Lo ha explicado el economista Antón Costas, que se entrevistó con el líder del PP –también lo hizo con el socialista Pedro Sánchez– para tratar de acercar posiciones y busca una salida que impidiera la repetición de elecciones. No lo logró tras los comicios del 20 de diciembre, pero, finalmente, no hubo terceras elecciones tras las de junio, con la asbtención parcial del PSOE.
Lo que Costas explica, como apuntó en una entrevista en La Vanguardia, es que Rajoy teme que en el otro lado no haya nadie con capacidad para sostener un posible acuerdo, con personalidad para no sucumbir ante el posible núcleo duro de la fuerza política correspondiente. Es decir, ¿podría Rajoy pactar alguna salida con Carles Puigdemont? ¿Lo respaldaría ERC? ¿Y la CUP? ¿Sería una solución que pudiera calmar las aguas, o daría munición para Catalunya sí que es pot, la fuerza política que apoya Ada Colau, y que se transformará en los próximos meses en un partido propio de los partidarios de la alcaldesa de Barcelona?
El temor de Rajoy puede ser injustificado, pero no parece plausible que trate de engañar a Costas, con quien mantiene una buena relación. La idea del líder del PP es que en Cataluña no hay ninguna fuerza política central, y que, por tanto, no tiene ningún interlocutor de referencia.
Eso en Cataluña se desprecia. No se tiene en cuenta. Pero es vital en un sistema político. Ocurrió con la elaboración del Estatut. Se convirtió en una subasta entre CiU y Esquerra Republicana, ante la perplejidad del PSC, que se vio totalmente superado y no supo reaccionar, y cuando lo hizo fue tarde y mal. En Cataluña, desde el final del mandato de Jordi Pujol, la política no deja de dar vueltas, sin ideas claras, sin consensos, y lo que prima es una lucha por el poder, por tratar de alcanzar la hegemonía.
En el horizonte sólo aparece un partido, Esquerra Republicana. Su presidente, Oriol Junqueras, bien pertrechado en el departamento de Economía, espera su tiempo. Pero Junqueras, aunque está dispuesto a negociar y ganar tiempo, no puede renunciar de buenas a primeras a la hoja de ruta soberanista. Y eso es lo que preocupa en Madrid. Y a Mariano Rajoy. ¿Quién le aguantará y le defenderá en Cataluña el posible acuerdo al que llegue?
Ante eso, y como había hecho hasta ahora, lo más inteligente era no actuar. Pero esa actitud tampoco se aguanta en el tiempo. Alguien en Cataluña deberá moverse, con valor y templanza.