El principio de conservación de Rivera y Sánchez
Mariano Rajoy está confuso. Asegura que llamará a Pedro Sánchez, y que no entendería que llegara de la mano de Albert Rivera. Pero que tampoco le importaría. «Yo de eso no sé nada, pero yo llamaré a Sánchez», insiste el líder del PP.
Rajoy se ha encontrado con el principio de conservación de Sánchez, pero también de Albert Rivera. De nada hubiera servido el debate de investidura, si ahora los dirigentes del PSOE y de Ciudadanos hubieran renunciado a su acuerdo, sólo tres días después. Sánchez y Rivera necesitan poner en valor sus 130 diputados, tanto si miran hacia el PP como hacia Podemos. Cada uno defiende sus propios intereses, pero han ligado su suerte. Por ahora.
En España no se estaba habituado a estas maniobras. La crítica fácil podría ser la de reprochar a todos que no estén a la altura de las circunstancias. Se podría reclamar ya un acuerdo de estado, prácticamente entre todos, para encarar los dos próximos años, como mínimo, que llegarán cargados de incertidumbre económica.
Pero hay que tener en cuenta lo que se juega cada fuerza política, y lo que cada una de ellas considera esencial para España. En el caso del PSOE, una gran coalición con el PP anularía a los socialistas como alternativa política, como le ocurre al SPD en Alemania. También le ocurriría al PP si estuviera en la misma posición.
Lo que tenemos son dos dirigentes que se han atado, con un programa de gobierno de 200 medidas, al que ahora no pueden renunciar de inmediato. En el otro lado está Podemos, que sigue una inteligente estrategia, aunque irrite a una parte de ex votantes del PSOE que ha recibido. Los dirigentes de Podemos vienen del comunismo. Formaban parte del sector que pretendía liderar Izquierda Unida. No pudieron. Y exigen ahora un trato de igual a igual con el PSOE, hartos del ninguneo histórico de los socialistas. En la transición quien pagó los platos rotos fue el PCE, con la victoria de Felipe González en 1982 con 202 diputados.
La bronca de Podemos con el PSOE, por tanto, se mantendrá. Pero, ¿habrá cambios en las próximas semanas?
Dirigentes del PP no ven muchas opciones. Mariano Rajoy también debe atender al principio de conservación del PP, no ya el suyo propio. Y es consciente de que, a pesar de las reiteradas peticiones, no podrá contar con el apoyo del PSOE. En esas condiciones, lo mejor es agotar el tiempo, y estar preparado para unas nuevas elecciones. Algunos de esos dirigentes explican que el PP podría protagonizar la mejor campaña electoral, en relación a sus adversarios. El mensaje está cantado: España corre peligro, las amenazas económicas son grandes, no han querido pactar con nosotros y pedimos un apoyo mayor para garantizar la gobernabilidad, dejando claro, además, que Ciudadanos no es un partido fiable, porque se ha inclinado por el PSOE, como no deja de repetir Andrea Levy en sus manifestaciones públicas.
Todo ello conduce hacia el intento de Sánchez y Rivera de la pasada semana. Aunque Rivera podría buscar un acercamiento con el PP, si vislumbra que las elecciones serán inevitables, su acuerdo con el PSOE es sólido. El problema es ver cómo se le deja un hueco a Podemos para que se incline por la abstención y permita la investidura de Sánchez.
Si los incentivos para cada fuerza política son menores en el caso de nuevas elecciones, ese acuerdo llegará, en el último momento, y después de una auténtica tortura para Sánchez, pero se alcanzará. Y por ahora los incentivos sólo son mayores para el PP. De ahí el interés de Rajoy, aunque lo camufle con una gran petición al PSOE para lograr la gran coalición. El rechazo de los socialistas será su mejor arma electoral para el 26 de junio.
Un alto cargo vinculado al PP zanja el debate con una frase lapidaria: «los partidos no son ONG’s, son empresas», y las empresas, como los individuos, tienen principios de conservación.