El PP dedice aplicarse un anticaspa

Con el adiós definitivo a la ley Gallardón (la ley del aborto que ha acabado con su larga aventura política), el Partido Popular se pone en modo electoral. Desde que ganó las elecciones generales y formó Gobierno, Mariano Rajoy ha permitido que uno de sus ministros jugará al reformismo en vano. Cuando la política económica resulta mimética gobierne quien gobierne, donde se aprecian las diferencias ideológicas de un Ejecutivo es casi siempre en los asuntos que afectan a los derechos individuales, a lo social y, por supuesto, a la educación.

Los meses que han transcurrido desde la llegada al poder del PP parece que han sido suficientes para contentar a la Iglesia. Aún permanecen frescas en la memoria aquellas manifestaciones regulares que desde la Conferencia Episcopal Española se le promovían al gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. La más sublime de todas ellas fue aquella de obispos con el inefable Rouco Varela al frente.

 
Con la negativa al aborto, Rajoy se quita de encima lo más propio de la derechona clásica; le queda aún para llegar al centro

Hoy, Rouco no está al frente ni tan siquiera de los obispos españoles y en el Vaticano suenan aires aperturistas. No es de extrañar, entonces, que el partido del Gobierno haya decidido sacarse de encima el lastre de opinión que hubiera resultado aprobar la reforma de la ley del aborto con Podemos en el horizonte y el PSOE volcado hacia la izquierda.
El momento político, con la reforma fiscal, la financiera y la laboral ya encarrillada, ha aconsejado a los estrategas de Rajoy (Pedro Arriola sigue siendo el sumo sacerdote interpretador de las encuestas y sondeos) abandonar los asuntos más propios de la derechona clásica. Si quiere tener posibilidades de aguantar en el poder, el PP debe retornar al espacio de centro-derecha más moderno y europeo.

 

Esta aparente renuncia a la caspa de un partido político amalgama en el que caben sensibilidades muy diversas es una buena noticia. Pero aunque el anticaspa que se han aplicado ha comenzado a surtir efecto, todavía no ha limpiado suficiente. La regeneración democrática, la batalla seria contra la corrupción de los partidos e instituciones y la buena articulación de la morfología del Estado siguen quedando demasiado lejos de sus propósitos inmediatos. Eso, en los tiempos políticos que corren, no deja de constituir un serio contratiempo. Ojalá que la proximidad electoral facilite otra aplicación del champú que ha logrado dejar en el camino una barbaridad legislativa como la que iba a perpetrarse con la cuestión del aborto. Por lo que se refiere a Gallardón, bienvenido al mundo empresarial.