El plantón
Tras asistir al plantón de Mas-Colell al Consejo de Política Fiscal y Financiera, he rememorado mis propias vivencias de este tipo de reuniones y las reflexiones que me habían producido. Unos consejos formados por los consejeros de las diversas comunidades autónomas de un ramo determinado que, sobre el papel, tienen la función de coordinar las políticas.
Puesto que muchas veces los políticos y opinadores del régimen nos venden que vivimos en un Estado compuesto, de los más descentralizados de Europa, es muy fácil comparar cómo funcionan los organismos similares de representación territorial. Sólo observando a Alemania, la que ahora manda y mandará en Europa –el único mínimamente eficiente, gracias precisamente a su federalismo– nos daremos cuenta de la distancia infinita que hay con España. Allá, los consejos territoriales son realmente de coordinación. Y esto quiere decir que:
- Al Estado federal no se le ocurre presentar resoluciones que afecten a las competencias de los Estados federados o lands.
- El Estado federal escucha a los lands y contribuye a facilitar el diálogo para que puedan trabajar juntos.
- Incluso, sin tener obligación, en temas de competencia del Estado federal, los lands determinan la voluntad del Estado en conjunto. Cuando se ponen de acuerdo, está claro.
- Alemania tiene contrapesos institucionales muy potentes por si el mecanismo de coordinación entre los territorios pudiera ser vulnerado por el centralismo. El primero, el Senado federal, con representación territorial clara y con derecho a veto por parte de cada uno de los territorios si ven vulnerados sus intereses o competencias.
- Otro contrapeso es un Tribunal Constitucional, auténticamente federal en su composición. Y esto significa que es un árbitro realmente neutro.
- Y, sin ser exhaustivo, el hecho de que los ayuntamientos dependan legalmente y financieramente de cada land, impide el uso de estos como un contrapoder manipulado por el Estado central.
Nada de esto se cumple al Reino de España. Mi experiencia en siete años fue ilustrativa. Sólo en contadas excepciones, en los ámbitos que me tocó gestionar, durante la etapa de Gobiernos del PSOE nos encontramos una actitud federal –porque no hay un marco legal blindado–. Quizás en la secretaría de Comercio y en la de Pymes e Innovación. En el resto de áreas: turismo, consumo, universidades, industria, búsqueda, etc.: nada de nada. Y no hablamos de la mayoría de actitudes de los otros ministerios.
En los consejos de Gobierno de la Generalitat nos hartamos de presentar conflictos de competencia y recursos de inconstitucionalidad. Las quejas y los lamentos de la mayoría de consejeros, incluidos los del PSC, eran frecuentes. En sanidad, enseñanza, servicios sociales, obras públicas, gobernación, trabajo, justicia, etc. En fin, que a pesar de la pertenencia al mismo color político de las dos terceras partes del Gobierno catalán con el de Madrid, el espíritu federal brillaba por la ausencia. Sistemáticamente, Madrid tomaba decisiones en campos de competencias autonómicas, anunciaba decisiones con costes sobre los presupuestos autonómicos que los consejeros nos enterábamos por la prensa. Allá donde hacía falta que tomaran medidas, no las tomaban y dejaban a las comunidades autónomas el desgaste ante el electorado.
Las reuniones territoriales suponían una rutina en la que las cabezas del ministerio de turno informaban de lo que ya tenían decidido. Inmediatamente, se producía una batalla campal entre las comunidades autónomas próximas al Gobierno y a las que estaban en manos de la oposición por razones puramente partidistas. Los representantes del País Vasco y Navarra callaban siempre. Con la caja llena, no tenían por qué desgastarse. Al final, hacían y hacen lo qué quieren. En Cataluña, por ser la más perjudicada y la más relevante, le tocaba esbozar críticas o propuestas que muchas veces eran solitarias. Y entonces, fuera de la reunión, tanto los consejeros del PP como los del PSOE, a veces, incluso te daban la razón.
Repito, con honrrosas excepciones, las reuniones territoriales eran y son una pérdida de tiempo o bien una teatralización para legitimar las sistemáticas invasiones competenciales del Estado. España no tiene nada de federal: es un Frankenstein centralista –ineficiente económicamente por irresponsable–, al que se ha querido vestir con ropa de diseño. Entonces, el plantón de Mas-Colell al Consejo Territorial no resulta extraño. En los niveles de unilateralidad y de humillación de las comunidades autónomas a los que hemos llegado, especialmente en Cataluña, lo extraño sería continuar como participante.