El peligroso desprecio a la gestión por parte del soberanismo
Jordi Pujol acuñó aquello de la «feina ben feta», y el «fem i farem», que no necesita traducción, porque en el resto de España son frases que se suelen repetir y que se han acabado aprendiendo. Además, ¿verdad que todos los españoles saben algo de catalán? Bueno, deberían, porque el catalán es una lengua española, como el castellano es una lengua también de los catalanes. Pero viene a cuento ese recuerdo para analizar qué pasa cuando se desprecia la gestión.
Algunos prohombres del nacionalismo catalán reprochan al actual Govern de Artur Mas –sí, todavía figura que está al frente de la Generalitat– que no destaque y no machaque cada día las actuaciones que ha puesto en marcha, en los distintos ámbitos, principalmente en el económico. Es cierto que no hay mucha sustancia, pero lo poco que ha realizado en esta legislatura apenas se ha dado a conocer.
Todo es el proceso soberanista, porque existe la convicción, o así se ha vendido, de que con un país nuevo llegará el dinero que posibilitará gestionar con más recursos y con mayor calidad todos los servicios a la ciudadanía. Desde la ley de dependencia, hasta las ayudas a la internacionalización de las empresas.
El mensaje es el siguiente, expresado este jueves por Oriol Junqueras: la independencia no es que sea un deseo, es que es una necesidad para poder prestar servicios a los catalanes, porque el Gobierno central no deja de poner trabas para todo. El Govern lo intenta, pero en Madrid no le dejan.
Y el problema es que hay algunas verdades en el discurso de Junqueras, pero también algunas falsedades. El discurso es tan alambicado, que deja a muchas personas con la duda de: y si…, y si fuera una buena oportunidad eso de la independencia».
Lo que ha ocurrido es que se ha dejado de lado la gestión, la innovación, el deseo de cambiar una administración que tiene los mismos fallos que la administración central. Se ha despreciado la capacidad de un Ejecutivo autonómico de ejercer sus funciones, y se ha aprovechado –hay que decirlo también– las ganas del Gobierno del PP de recentralizar el modelo autonómico.
Pero, aunque las ideologías existen y se deben preservar –porque no todas las siglas políticas defienden lo mismo, ni deben hacerlo— el ciudadano exige cada vez más que haya buenos gestores en las administraciones. Y en Cataluña, en los últimos años, se ha despreciado.