El peligro del populismo centralista europeo
Hace unos días se publicaba en El País una entrevista a Luis de Guindos. Entre otros, uno de los temas que Claudi Pérez le plantea al ministro es el de los riesgos a los que se enfrenta la Unión Europea. El principal es, sin duda, el riego político, y el antídoto perfecto el crecimiento económico. En sus propias palabras: «Si queremos hacer frente a los populismos hay que alentar el crecimiento, y para eso hay que cambiar la política económica». Esa frase es difícilmente rebatible, pero una vez desgranado el contenido del resto de la entrevista, la cosa cambia.
En primer lugar, De Guindos se refiere a un cambio doble en la política económica: una política fiscal expansiva (los países con margen deben gastar más) y la centralización de la política presupuestaria (en el gasto como el seguro del desempleo, en el diseño presupuestario). Y de esta manera, los populismos se verán frenados. ¿Ante el populismo, gasto y centralización? No me cuadra.
La entrevista, que es impecable, engancha porque Luis de Guindos, el político, dice medias verdades. Porque es cierto que la política monetaria está agotada, pero como avisaba el ministro alemán Schäuble, la propuesta de la Comisión de aplicar un estímulo fiscal en 50 mil millones de euros, implicaría saltarse a la torera el Pacto de Estabilidad y Crecimiento y el Pacto Fiscal Europeo.
Si el señor De Guindos quiere una Europa económica unificada, no puede lograrse transgrediendo los pactos comunes previamente asumidos. Y de ser así, ¿qué aseguraría que sí se van a cumplir los acuerdos en el futuro? ¿No sería más lógico salir del entuerto presente sin tener que derogar la palabra dada? ¿No nos lleva a la desconfianza y la desunión partir del no cumplimiento que lo contrario? Y, más aún, de cara a la lucha contra los populismos, ¿no se sienta un precedente al que un potencial presidente populista (pongamos Marine LePen) puede agarrarse para poner en práctica políticas económicas arbitrarias? La política fiscal tiene dos caras, el gasto y los ingresos. Si gastas, tienes que ingresar subiendo impuestos o cargando el peso de la deuda. Eso no es fomentar el crecimiento. Eso es arrebatar a las futuras generaciones toda posibilidad de crecer.
Por otro lado, la política «unificada» a la que apunta el ministro español pasa por compartir riesgos: la centralización de la política fiscal, es decir la homogeneización de la estructura de gastos e ingresos públicos, que implicaría, por ejemplo un seguro de desempleo comunitario. Pero también se está poniendo encima de la mesa un Fondo de Garantía de Depósitos común y la unión bancaria.
Dan escalofríos viniendo de uno de los protagonistas del rescate bancario a un país como el nuestro que hasta ahora lideraba el desempleo, actualmente todavía cercano al 20%. Parece una broma que Guindos afirme que el problema es que hay socios que no se fían de la Comisión, que les asusta compartir riesgos y que hay que tender a una Europa más de instituciones y menos de reglas.
Es lo que nos faltaba para que no merezca la pena pertenecer a un club en el que se socializan las malas políticas, y en la que se eliminan las repercusiones negativas de manera velada porque se aceptan transgresiones y se prescinde de las reglas. Mejor, basémonos en las instituciones. Esas de las que no nos fiamos excepto quienes tienen algo que exprimir de ellas.
Pongamos como ejemplo el MEDE (Mecanismo Europeo De Estabilidad) o fondo de rescate europeo, ¿confiamos en él? Fue el hijo del fracaso del mecanismo de respaldo de la Unión Europea en el año 2010. No fue una idea puesta en práctica en frío, en época de vacas gordas, sino de manera apresurada y urgente por la situación tan arriesgada que vivió el euro, gracias a una crisis financiera global, y también, no lo olvidemos, al mal comportamiento de algunas economías que decidieron echar gasolina al fuego y gastar. Unos países que mantuvieron un modelo productivo viciado y en nuestro caso con un crecimiento ficticio basado en una burbuja, preñada de corrupción
¿Realmente el MEDE o la Comisión o las desgastadísimas instituciones europeas que llevan más de cinco años apagando fuegos a medida que aparecen son fiables? Pues para mí, no tanto como para poner en sus manos la supervisión de la centralización presupuestaria.
La centralización que propone Luis de Guindos no elimina el populismo, sino que cambia los pequeños populismos locales por un populismo centralista europeo. El desplazamiento del peso europeo de las reglas a las instituciones garantiza una arbitrariedad colegiada que va a convertir, aún más, el club europeo en un campo de batalla.
La diferencia es que ahora, los países que no quieren que sus ciudadanos asuman los riesgos de las malas políticas (o los malos votos) de otros países, saben que ya no estamos en el Hotel California, de donde uno no podía salir. Ahora, el Reino Unido, nos ha señalado el camino de salida.