El patriotismo…catalán de José Luis Bonet

El Parlament de Cataluña inició este lunes una nueva legislatura. El bloque independentista, formado por Junts pel Sí y la CUP suma 72 diputados, una mayoría absoluta clara, de una cámara parlamentaria de 135 escaños. La intención es iniciar un proceso de ruptura, que podría acabar con un acuerdo con el Gobierno español, pero siempre que ese acuerdo supusiera una especie de estatus de estado asociado. Se verá, porque la CUP tiene en sus manos la investidura de Artur Mas, y, por ahora, no parece que esa negociación avance.

El mismo día, este lunes, el presidente de Fira Barcelona, José Luis Bonet, presentaba en el Cercle d’Economia un estudio sobre el impacto económico de la institución. No por casualidad, Bonet quiso utilizar un lenguaje similar al de los independentistas, para constatar que las estructuras de estado, «los proyectos de país», ya los tiene Cataluña. No son tan ampulosos, pero pueden ser mucho más efectivos.

Y es que, al margen de cuestiones reales –la financiación de la Generalitat debería estar acorde con los servicios que presta, un problema extensivo a todas las comunidades, aunque a unas más que a otras– la clase política catalana no asume que el poder económico del «país» podría ser mucho mayor con una asunción de responsabilidades.

Bonet lo sabe. Lo ha comprobado. En todas sus intervenciones públicas insiste en que Fira Barcelona se refundó en 2000, con la entrada de la Generalitat en el patronato, junto con el Ayuntamiento de Barcelona y la Cambra de Comerç. Se reformuló la gestión, con un consejo de administración «formado por miembros que no cobran un duro», y con un equipo ejecutivo profesional, que ha buscado mercados en el exterior, que cree en la libre competencia, y ha sabido ganar la batalla en ese campo, sin miedos. La persona que ha representado a todo ese equipo es Agustín Cordón, que acaba de fichar por el Grupo Zeta.

La cuestión que Bonet destaca es que se puede ganar, que con iniciativas empresariales valientes, se gana. Y ese es el patriotismo catalán que hace falta. El que él aplica con Fira Barcelona como bandera.

En el País Vasco lo saben bien. Y no se trata únicamente de que dispongan de un sistema de financiación particular. Las diputaciones forales tienen dinero, sí, pero el sector privado ha sido el que ha apostado por sectores de futuro, con inversiones a medio y largo plazo.

Uno de los inspiradores del modelo vasco ha sido Josu Jon Imaz, actual consejero delegado de Repsol. En su etapa como presidente del PNV, con la idea de alejarse del proyecto político independentista de Ibarretxe, Imaz sostenía algunas ideas que Cataluña debería acoger ya con urgencia. Imaz decía que la alternativa del País Vasco para ser alguien en el concierto internacional pasaba por ser influyentes, por alcanzar la excelencia en formación, en sanidad, en servicios públicos, en ser muy competitivos como país.

Los números de Fira Barcelona avalan esa idea de, tras conseguir acuerdos institucionales, luchar desde la competitividad.

¿Números? Los defendió Bonet: 2.624 millones de euros de impacto económico, el equivalente al 1,21% del PIB catalán, o el 3,7% del PIB de Barcelona; 40.580 puestos de trabajo, que equivale al 5% de la población activa de Barcelona, o el 29% de la población activa de L’Hospitalet; 782 millones de euros anuales de reacaudación impositiva, que es el 33% del presupuesto de la ciudad de Barcelona; o 260.000 visitantes profesionales internacionales, lo que equivale al 58% del total del turismo internacional de congresos en Barcelona.

Eso es patriotismo, ¿no?