El par destripador de España
Errantes de lo político, agotados de tantos cerebros negros que a su vez son agujeros negros del dinero público, ya hartos de ser ilusos al creer que las estrellas son entidades vivas o que el gobierno puede iluminar soluciones, en esta tensión de los nervios, de cuerpo erizado y de furia, se encuentra gran parte de la sociedad española, reclamando sin más dilación que la política se movilice hacia abajo y no hacia arriba.
Españoles que cada vez están más cerca del toro que del torero. Que piden, como lo hizo el papa del futurismo Marinetti al hablar de España, que el toro se siente en el consejo de ministros «os pido que los toros triunfadores se admitan en los consejos políticos y artísticos, para que al usual par de cuernos del dilema se le sume el par destripador».
«I due corni del dilemma» de los políticos apela a las dos posibles alternativas que se dan en él. El dilema del político que deshoja la margarita preguntándole «¿me quieren o no me quieren?» mientras desertiza el jardín. El dilema como refugio de la inacción, frente a estos dos cuernos afeitados, los cuernos destripadores afilados del toro para resolver los problemas de España. El toro de cuernos astinegros, oscuros como la muerte, el que reivindican los españoles con pasión enfurecida por la ira encendida tras tanto parloteo sin objetivo.
Destripar la mesa de negociaciones para dejar al descubierto las trampas, el vacío, el engaño. Destripar las palabras huecas de la política de gestos. Estos españoles no tienen la menor duda de que hoy son los toros los que les representan en la plaza, pidiendo las orejas y el rabo del torero. Los que quieren sacar a hombros al enfebrecido toro. Quieren la sangre transparente de aquellos políticos que ya no reconocen el romance eterno con el miedo que se da en toda acción de lucha en la vida. Españoles que buscan que se toree la realidad con el corazón y no con la mano.
El miedo al fracaso, a perder el sinuoso prestigio, a dejarse la piel por el otro, es el que hace a muchos pedir el par destripador para la política de brazos caídos.
Es la España que ya sabe que no se podrá vivir comprando voluntades a golpe de peonadas falsas, que el dedo colocador de los de arriba debilita hoy, más que nunca, a los de abajo. Son los que advierten que el esperpento español sólo es soportable cuando uno se mira al espejo y muestra la belleza de la miseria no cuando ésta se oculta convirtiéndola en subvenciones para mantenerla. Si la España del bloqueo perpetuo no cambia su suerte puede verse sorprendida en una de esas imágenes invertidas del siglo XVI, donde el cerdo destripa al carnicero y el caballero es montado por su caballo. Una inversión de roles, donde los cuernos del toro serán los que gobiernen la política española.