El Palacio de Versalles no está en Kiev
La anhelada y realizada construcción de Luis XIV contrasta con la destrucción de las principales ciudades portuarias de Ucrania
Es fácil caer en la tentación de criticar elegir el Palacio de Versalles para celebrar la pasada cumbre europea los días 10 y 11 de marzo, mientras que en Kiev se vive, día tras día, la angustia del asedio de las tropas rusas. Sin embargo, es necesario hacerlo para mostrar hasta qué punto Europa no acaba de encontrar la forma de expiar la ambigüedad de su postura (estamos con Ucrania pero no podemos actuar para no extender el conflicto a otros países europeos) y su falta de sintonía con la voz/conciencia de Europa encarnada por Zelenski.
La anhelada y realizada construcción de Luis XIV contrasta con la destrucción de las principales ciudades portuarias de Ucrania. La galería de los espejos del Palacio de Versalles, sin pretenderlo, refleja los espejos rotos de las humildes casas de los ucranianos.
Poco importa que en esta sala se firmara el tratado de Versalles, que puso el punto final a la I Guerra Mundial y que, paradójicamente, constituyó las bases para dar lugar a la II Guerra Mundial, imponiendo indemnizaciones y nuevas fronteras con Alemania. Ningún argumento de la diplomacia europea puede convencer a un ucraniano de que este escenario del despotismo ilustrado sea el más adecuado para celebrar una cumbre.
La imagen de los dirigentes europeos recorriendo las salas y los fantásticos jardines del Palacio de Versalles escuchando a Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, proclamar: “Creo que sorprendimos a Rusia (con las sanciones) porque fuimos firmes y fuertes y estuvimos unidos” genera una preocupante disincronía entre lo que ocurre en Ucrania y los discursos en Versalles. Europa cree haber sorprendido a Rusia, mientras que los ucranianos viven la amenaza de una destrucción que avanza y se extiende.
Cada día que pasa, Zelenski va convirtiéndose en un problema en la medida de que Europa no actúa; la apelación del presidente ucraniano a la dignidad, la lucha, el heroísmo y la resistencia de su pueblo deja sin espacio a las declaraciones del presidente del Consejo Europeo: “Creo que sorprendimos a Rusia..”. Al latinorum de los dirigentes europeos se opone la claridad de Zelenski, solicitando que Europa actúe. Es fácil y oportunista oponer la imagen de dignidad de Zelenski a la realpolitik de los dirigentes europeos, pero esta asimetría de imágenes desvela, una vez más, una desalentadora obviedad: que el Palacio de Versalles no está en Kiev.