El orgullo perdido de los socialistas
Es la gran referencia de los últimos años para gran parte de la izquierda. Tony Judt escribió Algo va mal con la pretensión de recuperar el orgullo de una socialdemocracia que logró el éxito más absoluto, pero que ha perdido mucho peso porque se ha producido una revolución de lo individual que ha dejado en la cuneta a los partidos que han gobernado en buena parte de Europa desde la II Guerra Mundial.
Lo colectivo se desprecia, lo que está bien es salvarse como se pueda. Pero es cierto que la socialdemocracia también ha pecado. El PSOE sufre esa doble dicotomía: la revolución de lo individual –¿qué clases medias valoran de verdad su aportación a la sociedad cuando llevan a sus hijos a escuelas concertadas, conscientes de que las escuelas públicas que les tocarían se irán degradando, precisamente porque ellos se van?—y el coste de sus errores.
Judt, en uno de sus capítulos del libro, que encabeza con un ¿Qué queremos?, elige una cita de Joseph Chamberlain: «El propósito de mi existencia es hacer la vida más agradable a la gran mayoría; no me preocupa si para ello debe volverse menos agradable para la minoría acomodada». ¿De eso se ha preocupado el PSOE cuando ha gobernado?
Ahora cunde el pánico. El PSOE teme quedar tercero en las elecciones del 26 de junio. Tiene sus razones cuando acusa al PP de haber buscado, a conciencia, esa polarización entre el partido de Mariano Rajoy y Podemos, pero también es cierto que el PSOE arrastra un pecado original, el más reciente: la explicación a su giro en las políticas económicas perpetrado en mayo de 2010. No se trata tanto –ese es el drama—de lo que hizo, como de la falta de explicación ante la sociedad española. Aquella gestión sigue en el recuerdo. Es difícil que el PSOE supere eso.
Y como ocurre en todos los ámbitos de la vida, los partidos políticos sufren ciclos y coyunturas. No hay nada escrito, aunque se sea un partido más que centenario.
Hay otro libro que explica gran parte de los errores de la socialdemocracia. Se trata de El respeto, del enorme sociólogo Richard Sennet. Explica que la izquierda, y está hablando de Estados Unidos, planifica, ofrece servicios sociales, se cuida del colectivo, pero en muchas ocasiones sin pensar en las personas, sin ‘empoderarles’, una palabra que ha utilizado estos meses Podemos.
Es decir, esa socialdemocracia ha pecado de cierto paternalismo, ahogando la individualidad de los ciudadanos que pretendía salvar, y que ahora se abrazan a opciones populistas.
Pero volvamos a Judt. La lección de este historiador, que ha dejado un enorme legado, es que en las sociedades existe el conflicto, que no se debe silenciar, que no todos los colectivos quieren lo mismo, y que la socialdemocracia se ha acomodado, contenta con su gestión, que no ha sido menor. Exhibir esos logros, pero para seguir avanzando, ‘empoderando’ a los ciudadanos, para que participen con más responsabilidad, es lo que podrían hacer esos partidos, como el PSOE, que no se atreve a mostrar su orgullo. ¿Por qué se esconde?