El Opus, los jesuitas y el Gobierno de Catalunya

 

Respetar las creencias religiosas de los demás es un signo de civilidad y buena educación que divide a los grupos humanos entre quienes lo practican y quienes no. De ahí que las líneas que prosiguen encierren una profunda distancia con las confesiones religiosas, pero un máximo respeto a su existencia y su proceder.

Vaya este aviso por delante para decir que en Catalunya el poder de la iglesia católica mantiene un evidente protagonismo en el mundo de los negocios desde tiempo inmemorial. Sin ir más lejos, el Opus Dei, una facción del catolicismo pujante y que practica un cierto gregarismo interesado entre sus miembros, se ha instalado confortablemente en el poder financiero del país. Una de nuestras primeras cajas de ahorros está dirigida por varios ejecutivos próximos al Opus. No se nota, o al menos la discreción preside las actuaciones de estos directivos que combinan a la perfección el ahora llamado management (antaño era gestión) con sus creencias y postulados espirituales. Pero que no se perciba, no significa que no exista. Y, por supuesto, que influya. Véase, por ejemplo, algunos retazos de obras sociales que, pese a haberse adaptado a los tiempos, mantienen una orientación que no dista en demasía de la llamada caridad cristiana.

No obstante, no es lo único en el horizonte de la influencia religiosa en Catalunya. Fijémonos con lo que sucede con las escuelas de negocios más potentes de España, ambas con sede barcelonesa, el IESE y Esade. La primera de ellas está directamente dirigida por profesores, cátedros y gestores pertenecientes y/o relacionados con esta controvertida asociación de laicos católicos que siguen los dictados, enseñanzas y dogmas de Josemaría Escrivá de Balaguer, que fundó el Opus Dei en 1928.

En el caso de Esade, la escuela de negocios depende de una fundación que desde 1958 unió a un grupo de empresarios con la Compañía de Jesús, una orden que ha liderado durante siglos la intelectualidad católica y, por extensión, la preocupación humanística.

Pero la globalización llega a todos los ámbitos de la sociedad. Las escuelas de negocios no pueden sustraerse a ese fenómeno. Tanto es así que ambas instituciones educativas han acabado perdiendo una parte de su fisonomía original para convertirse en fábricas de líderes empresariales desideologizados. En la mayoría de los casos, además, su producto poco o nada tiene que ver con la confesión que las inspira y las financia o sostiene.

¿Dónde ha ido Mas a pescar una parte importante de su equipo cuando se ha visto en la obligación de formar un nuevo gobierno de la Generalitat que él, su presidente, se encargó de anunciar que sería el de “los mejores”? Fundamentalmente, a Esade. Allí ha encontrado disponible algún conseller, algún secretario general y otros altos cargos del Ejecutivo catalán. Pero, ojo, no nos referimos a personas formadas en ese prestigioso centro educativo, sino incluso más: de allí se han incorporado al Govern incluso docentes.

¿Qué le pasa a Catalunya que busca en los expertos del management a sus nuevos líderes políticos? Un prestigioso alto cargo de una institución económica barcelonesa señala que el problema es sencillo: “No hay políticos”. ¿Qué crisis es esta que algunos especialistas en gestión empresarial son aparentemente el mejor antídoto a la caída y pérdida de valores? ¿Cómo la resolverán: con sus frases huecas de organización y administración de empresas? Esas y otras preguntas se hacía mi interlocutor abundando en que la inexistencia de hombres y mujeres con capacidad para gestionar la política, en su sentido clásico, ha llevado a trufar las administraciones de tecnócratas en una nueva reedición de una infausta etapa de la historia del siglo pasado.

Después, y en eso coincido con él, vienen los problemas. La cantera política va a menos y ahora un máster MBA tiene más mérito para dedicarse a la cosa pública que unos principios filosóficos y una ética política determinada. Faltan valores, me recordaba ese notable, y ni tan siquiera las escuelas de negocios los transmiten ya. En el caso de Esade porque los buenos jesuitas que lideraron la docencia tiempo atrás o ya están muy mayores o nos han ido abandonando, como sucedió con el malogrado Luis de Sebastián, ejemplo donde los haya de compromiso personal, político y económico. En el caso de IESE porque la competencia y la internacionalización hacen más aconsejable que el negocio se centre en formar líderes que en adoctrinarlos humanísticamente.

“En realidad, todas las cosas, todos los acontecimientos, para quien sabe leerlos con profundidad, encierran un mensaje que, en definitiva, remite a Dios”. La frase no es de Josep Antoni Duran Lleida, ni del presidente de la Generalitat, ni del director de Esade, ni del de IESE, sino del Papa Juan Pablo II. Así que permanezcamos muy atentos a lo que sucede en ese gobierno de los mejores para saber si están (o no) tocados por la divinidad.