El no salto mortal de Laura Borràs

Borràs promete un elegante triple salto mortal al vacío. No importa que la piscina esté vacía sino la lección de heroísmo que el independentismo necesita. Pero, llega la hora de la verdad y es víctima del vértigo

Mediante el fogonazo de la subida del salario mínimo a la redonda cifra de 1.000€, Yolanda Díaz ha recuperado buena parte de lo perdido en el macabro y rocambolesco asunto de la validación de la reforma laboral. Palancas. Eso es lo que tiene el poder, palancas, y hay quien se sirve de ellas mejor que otros.

Tal vez la bisoñez política de Laura Borràs, unida en la confianza absoluta en su capacidad retórica, no la habría llevado por tan mal camino si hubiera caído en la cuenta de algo tan elemental como la ausencia de palancas de poder a su disposición.

Estaba claro desde el primer momento para todo quisqui que no anduviera cegado de incontinencia independentista que cualquiera que pusiera trabas al cumplimiento de lo dispuesto por la Junta Electoral Central, se enfrentaría a graves consecuencias, léase en este caso que iría por el mismo camino de la inhabilitación. O peor aún.

Dilema a la vista. Si cumplía con sus obligaciones legales como su antecesor Roger Torrent, a quien no se ha hartado de ningunear y poner de ejemplo de ladinos y sumisos, corría le riesgo de que les equipararan. Tanta soflama, presidenta, y a la hora de la verdad agachas la cabeza como los demás en vez de cacarear plantando cara como prometías.

Es natural que en una tal circunstancia experimentara vértigo. Vértigo es lo que debió de sentir Puigdemont a la hora de la verdad, si bien esta primera y tal vez única hora de la verdad para Laura Borràs es digna de Liliput por comparación a la magnitud de los hechos posteriores al 1-O.

Era su particular momento de la verdad. Borràs, la autoproclamada atleta, aunque sin palmarés alguno, que promete un elegante triple salto mortal al vacío desde el trampolín más alto. No importa que la piscina esté vacía o casi sino la lección de heroísmo que el independentismo necesita. Pero, ay, llega la hora de la verdad y es víctima del vértigo.

La presidenta de la cámara, Laura Borràs interviene durante una sesión de control en el Parlament. EFE/Andreu Dalmau

Si salta, el tortazo es definitivo. Punto final a su fulgurante y meteórica carrera política. Si no salta, se pone en ridículo e inscribe su nombre, ya desprovisto de gloria, en la larga lista de los traidores a la causa, culpables de la división y desnortada ausencia de rumbo de la causa independentista.

En este hamletiano momento, surge en la mente del núcleo duro que la acompaña y ensalza más allá de lo humano una idea tal vez salvadora: “si el problema es la división, si debes salvarte en vez de pegártela, entonces no hay más que apelar a la inmolación unitaria y colectiva.” La CUP tiene la obligación de apuntarse, y entonces ERC se verá forzada a desobedecer o asumir las culpas del fracaso global.

Manos pues a la obra. Pero, de entrada, la CUP se comprometió a lo que supuestamente le pedían, o sea que los ‘cupaires’ de la lista de Lleida se negaran uno tras otro a ocupar el escaño de Juvillà y así se quedaran con un diputado menos.

Pere Aragonès, por su parte, al ser invitado a desobedecer en la cuestión del 25% de castellano en las escuelas, siempre bajo el liderazgo de Borràs, faltaría más, se sacudió las pulgas, y cuidado que de eso sí entiende, prometiendo en público un sibilino apoyo a la presidenta del Parlament fuera cual fuera su decisión. Bravo si Borràs da el salto mortal y bravo si Borràs se apea vergonzosamente del trampolín.

Hablando de escuelas, la supuesta maniobra salvífica no pasó de treta o jugarreta de párvulos: venga, CUP y ERC, subid hasta mi altísimo trampolín, que vamos a inmolarnos cogiditos de la mano, por supuesto que yo en el centro. De Hamlet que no es por miedo a ser pasamos a Fuenteovejuna a la catalana. Con todos no van a atreverse.

Bueno, pues si no subieron, ¿de quién es la culpa? ¿Quién se ha puesto en evidencia una vez más? EL problema, como siempre, es de quienes que no han querido acompañarme en el salto mortal . El problema son ellos, no soy yo. No importa que ellos no hubieran prometido nada y yo en cambio me hubiera puesto de ejemplo dispuesto a las más osadas resoluciones.

Borràs ha asestado una puñalada mortal al alma de JxCat que seguía creyendo en el independentismo exprés

Suele suceder, en general pero mucho más en política, que por la boca muera el pez si no dispone de una plataforma de poder, de algunas palancas de poder o por lo menos de expectativas de poder. Como sabían sus queridos clásicos, de Homero a Shakespeare por no citar a Cervantes, y usted se empeña en ignorar, la retórica, presidenta, choca con sus límites en cuanto la acción se obstina en contradecirla.

Mediante el no salto mortal de Borràs puede sobrevivir un tiempo. Pero en cambio ha muerto su halo de heroína capaz de plantar cara cuando los demás se echan atrás. Es más se trata de leso independentismo: Borràs ha asestado una puñalada mortal al alma de JxCat que seguía creyendo en el independentismo exprés.

Paradójicamente, quienes más se quejan en vez de alegrarse son los pragmáticos de Junts. Con razón, pues se quedan sin la coartada de lo que consideran tontos útiles, los que con su tremendismo verbal les diferenciaban de ERC aunque se comportaran como ERC.