El naufragio de Nadia Calviño
En política se puede fallar, sobre todo cuando realizas previsiones, o cuando lanzas políticas sin saber el retorno que tendrán, pero no puedes engañar
El fracaso más rotundo de este gobierno lo protagoniza, sin duda, Nadia Calviño. Es la decepción más grande con quien llegó como el aval de Sánchez frente a Europa y que hace aguas desde el día que pisó por primera vez ese Consejo de Ministros.
No solo porque se le esté poniendo cada día más cara de Pedro Solbes, sobre todo tras sus mentiras al respecto del crecimiento económico de nuestro país desmontado por el INE. No solo porque haya visualizado ya en innumerables ocasiones unos brotes verdes que estos mismos días por última ocasión el centro de estudios del BBVA lo ha negado.
No solo porque haya perdido todas las batallas que ha librado en el seno del Gobierno con los diferentes ministros de Podemos. No solo por su incapacidad para hacer que las ayudas lleguen a los empresarios y autónomos. No solo por todo ello, es que además ha engañado a los españoles.
En política se puede fallar, sobre todo cuando realizas previsiones, o cuando lanzas políticas sin saber el retorno que tendrán, pero no puedes engañar. Y ella se ha convertido en Nadie en este gobierno.
La presentación de los Presupuestos Generales del Estado la pasada semana ha sido la nueva apuesta fallida de Nadia Calviño por revitalizar la economía española, una apuesta mal dirigida y que, sin duda, no servirá para mejorar la vida de los españoles. Un engaño mayúsculo.
La vicepresidenta se ha acostumbrado a perder pulsos en el seno del gobierno. El último es el que, contra su criterio, ha ganado la ministra de Trabajo al acabar regulando los precios del alquiler en el mercado de la vivienda.
Nadia Calviño se ha convertido en Nadie en este gobierno
Si tiramos de memoria, recordaremos cuando perdió los pulsos sobre la moratoria de los desahucios o sobre el Ingreso mínimo vital. Y el más reciente, el cuadro macro de estos Presupuestos Generales del Estado. Otra cesión más de la ortodoxia económica a un gobierno totalmente entregado a los brazos de la radicalidad.
Porque solo a lomos de esa radicalidad se puede entender el marco conceptual en el que estos presupuestos ven la luz, con un cuadro macroeconómico totalmente alejado de la realidad, con una cifra de crecimiento que nadie cree ni en España ni en Europa, con unas cifras de déficit que pondrán en riesgo no solo la recuperación económica tras la crisis, sino que esta recuperación sea realmente justa como pregona el Gobierno.
Estos presupuestos traídos a la Cámara, que contienen previsiones de ingresos tributarios récord que no se van a conseguir, lo hacen tras unas cuentas en 2021 que se cerrarán con un crecimiento a la mitad del propuesto por el Gobierno con subidas fiscales consolidadas del ejercicio anterior y nuevas figuras impositivas que volverá a poner la presión contra las clases medias de nuestro país.
La credibilidad de este Gobierno está por los suelos arrastrando sin duda la credibilidad de una ministra que está ya incapacitada para dirigir la política económica de España, entre dimisiones en su departamento y abandonos en su entorno más cercano.
Un Ministerio que no ha sido capaz ocho meses después de que ni un euro de ayuda a autónomos y empresarios se haya desplegado aún, y que no es capaz de arbitrar medidas coherentes y efectivas para reducir el precio de la luz que marca subidas históricas cada día y ahoga a los españoles y a las empresas.
Nadia naufraga cada día y el problema no es que lo haga ella, el problema es que arrastra a un país detrás. Un país que no merece estos presupuestos, este gobierno y esta ministra. Cada día que pasa, Nadia es más Nadie.