El mundo ya no les mira
El independentismo catalán intenta blanquear ahora la imagen de un movimiento nacionalista antidemocrático que transgredió conscientemente el derecho internacional que ahora dice reivindicar
El asunto no admite discusión: las democracias occidentales –probablemente, las únicas realmente existentes- reconocen la integridad territorial de Ucrania. O lo que es lo mismo: las democracias no reconocen la independencia unilateral de los territorios de Donetsk y Lugansk en el Donbás alcanzada gracias a un referéndum ilegal de autodeterminación celebrado en el año 2014.
Quién sí ha reconocido, solemnemente, dicha independencia es Vladimir Putin: “Considero necesario tomar una decisión que debería haberse tomado hace tiempo. Reconocer inmediatamente la independencia y la soberanía de la República Popular de Donetsk y de la República Popular de Lugansk. Pido a la Asamblea Federal de la Federación Rusa que apoye esta decisión, y luego ratifique los tratados de amistad y asistencia mutua con ambas repúblicas”. Y así ha sido.
Rusia vs. Ucrania y España vs. Cataluña
El asunto no admite discusión, se decía al inicio de estas líneas. Por eso, Pere Aragonès, presidente de la Generalitat de Cataluña, declara, también solemnemente, que “condenamos rotundamente y mostramos el rechazo al ataque y la invasión militar” rusa, porque “viola la legalidad internacional”. Por lo demás, reclama el “retorno a las vías democráticas” al tiempo que “reafirma” el “compromiso con la paz” y la “independencia de Ucrania”.
Los protagonistas del discurso de Pere Aragonès son Rusia y Ucrania. Pero, hay un subtexto en donde los protagonistas son, respectivamente, España y Cataluña. Si se presta atención al discurso de Pere Aragonès, se constata que el lenguaje que el presidente de la Generalitat de Cataluña emplea con Rusia y Ucrania es exactamente el mismo que emplea habitualmente en la relación de España con Cataluña. ¿Acaso el independentismo catalán en su contienda con España no habla de “retorno a las vías democráticas”, del “compromiso por la paz” y de la “independencia de Cataluña”?
Se dirá que el “ataque” y la “invasión militar” –términos usados por Pere Aragonès contra Rusia- no cuadra con el paralelismo establecido. Niego la mayor. Dos indicios o señales, al respecto: en primer lugar, el independentismo catalán considera la represión legal del 1-O como el ataque que no cesa protagonizado por las fuerzas de ocupación; en segundo lugar, hay que tomar cumplida nota de las palabras del diputado de Junts, Joaquim Calatayud, durante el pleno del Parlament de Cataluña sobre el conflicto entre Rusia y Ucrania: “evidentemente, con violencia seguramente no arreglarán nada en Ucrania, como tampoco arreglaron nada con violencia el 1-O aquí, en nuestra tierra”.
Por lo demás, hay que tener en cuenta dos cuestiones nada despreciables al analizar el lenguaje independentista: primera, el independentismo catalán siempre tiene en mente –hablar con segundas, por decirlo coloquialmente- el conflicto con España; segunda, el independentismo catalán se distingue por una pertinaz deslealtad que aprovecha cualquier ocasión en beneficio propio.
De ERC a Junts: “el no-respeto del derecho de autodeterminación está en el origen de muchos conflictos [se refiere al conflicto Rusia/Ucrania] que se ahorrarían si se respetara la decisión de los ciudadanos de vivir en un estado o, de constituir uno, en las circunstancias recogidas en los tratados internacionales y sin la amenaza de la fuerza”. A Junts se le entiende a la perfección.
Finalmente, una prueba de peso. Oriol Junqueras –indultado por “utilidad pública” y porque “ha buscado soluciones dialogadas para mejorar la convivencia en Cataluña” según reza el expediente del indulto-, acompañado por Arnaldo Otegui, afirma que Cataluña como Ucrania sufren la “agresión del estado exterior”. A Oriol Junqueras también se le entiende a la perfección.
La tarjeta de presentación de Carles Puigdemont en el Kremlin
Se dirá que, si en el discurso independentista Ucrania es Cataluña, el paralelismo señalado quiebra con Donetsk y Lugansk. Discrepo. El reconocimiento de la autodeterminación e independencia de Donetsk y Lugansk de Ucrania equivale –en el relato independentista- a reconocer lo propio de Cataluña respecto a España. El problema radica en que la independencia de Donetsk y Lugansk ha sido defendida y aceptada por un autócrata. ¿Puede el independentismo catalán aceptar los favores de un autócrata? Que se lo pregunten a Carles Puigdemont que, al parecer, coqueteó con Vladimir Putin.
Un Carles Puigdemont que ahora afirma que “el desafío [la intervención de Rusia en Ucrania] es gravísimo y de consecuencias terribles” y que “la UE ha de reaccionar con más firmeza, unidad y decisión frente a esta violación del derecho internacional”.
Lo dice el Carles Puigdemont que “en los últimos meses ha venido concediendo entrevistas a los medios oficiales rusos en los que expresaba posiciones que agradaban al Kremlin y le alejaban de los consensos en la UE sobre cuestiones como la anexión de Crimea o la guerra en el este de Ucrania, apoyando públicamente la integración de ambos territorios en la Federación Rusa… las críticas contra Bruselas [Carles Puigdemont: la UE “ha dejado de ser el líder indiscutible de la democracia”] serán bien recibidas en el Kremlin, enfrentado desde el 2014 con la UE precisamente a raíz de la guerra de Ucrania y del apoyo del Estado ruso a fuerzas políticas ultranacionalistas y ultraderechistas europeas” (Marc Marginedas: Declaraciones a Komsomólskaya Pravda. Puigdemont arremete contra la UE en los medios rusos, 27/10/2019).
Una buena tarjeta de presentación en el Kremlin del Carles Puigdemont que, por cierto, se pasó por el arco del triunfo -mejor sería decir por el arco del fracaso- el derecho internacional que ahora, mira por dónde, se atreve a reivindicar.
Jugando a ser Estado
El independentismo catalán –tras el fracaso de un “proceso” que se caracteriza por la transgresión sistemática de la legalidad democrática y constitucional- intenta blanquear ahora la imagen de un movimiento nacionalista antidemocrático que transgredió conscientemente el derecho internacional que ahora dice reivindicar.
El independentismo catalán –que engaña al hablar del derecho de autodeterminación: Cataluña no tiene derecho a la autodeterminación como señala la ONU en sus resoluciones de 1960, 1966, 1970 y 1995- aprovecha la coyuntura para reivindicar de nuevo la autodeterminación con un par de argumentos: “cualquier comunidad humana que quiera constituir un estado propio debería poder hacerlo” y “la obligación del independentismo es hacer la independencia tan rápido como sea posible, aprovechando todos los recursos que tenga a su alcances” (Vicent Partal: Deu preguntes des de l´independentisme català sobre Ucraïna, Rússia, l´autodeterminació i l´imperialisme, 23/2/2022).
El independentismo catalán intenta blanquear ahora la imagen de un movimiento nacionalista antidemocrático
El independentismo catalán –prosigue el autor- aprovecha la coyuntura para insistir en que “no todos los nacionalismos son iguales”, pues los hay “de agresivos y de defensivos”. En el caso de Rusia y Ucrania, “el nacionalismo ruso es un nacionalismo agresivo, imperialista, que cree que la otra nación no tiene derecho a existir”. Por su parte, el “nacionalismo ucraniano es una nacionalismo defensivo”. En consecuencia, “no tienen la misma razón uno y otro”. El paralelismo: ¿adivinan quién es Rusia y quién es Ucrania? Pero, el independentismo catalán no cumple los requisitos, porque es doblemente agresivo: agrede a la legalidad democrática y quiere imponer sutilmente la lengua a la comunidad ucraniana acogida en Cataluña que “no se expresa en catalán” (Joan Puig, ex diputado de ERC en el Congreso, Tweet 9:46 p. m. 24 feb. 2022).
El independentismo catalán aprovecha la coyuntura para marcar perfil y jugar a ser Estado. Marca perfil la consellera de Acción Exterior y Gobierno Abierto: “Ucrania es un país soberano que tiene derecho a decidir su futuro… la perversión del principio de autodeterminación que hace Putin para encubrir una agresión imperialista no es aceptable… nunca la fuerza por encima de la democracia». Juega a ser Estado el Govern que activa –trazas de megalomanía- un grupo interdepartamental que se une –Cataluña “nación de paz”- a la “llamada de la Unión Europea y la comunidad internacional… con la voluntad de estudiar la evolución de los acontecimientos y sus consecuencias… nos sumamos al llamamiento internacional para el paro inmediato de las hostilidades en Ucrania”.
En la trinchera
Arde Ucrania y el independentismo catalán intenta rearmarse con munición de fogueo y escondido/disfrazado en la trinchera a verlas pasar. Ridículo. Lo cierto es que el mundo ya no les mira. Si es que alguna vez lo hizo. Y cierto es también que Carles Puigdemont no es –honor y valor- Volodomir Zelinski.