El mundo en 2016: ¿Teleserie o realidad?

Abruma tanto la política de proximidad que lo que pasa ahí fuera apenas encuentra espacio en nuestra limitada capacidad de procesamiento. Eppur si muove. El mundo en 2016 seguirá mutando. Hechos diversos evolucionarán ante nuestros ojos con el potencial, muchos de ellos, de alterar nuestras vidas de forma tan profunda como el gobierno que eventualmente se instale en La Moncloa o en plaza Sant Jaume.

Examinemos seis escenarios calientes para el nuevo año y lo que pueden representar para nosotros.

1. El campo de batalla del Yihadismo. Los reveses militares del Estado Islámico sobre el terreno en Irak y Siria empujarán a los radicales a buscar alternativas. La más obvia es acentuar el terrorismo a domicilio. Europa será un objetivo prioritario y España –particularmente Cataluña— será no sólo terreno de reclutamiento sino escenario potencial de ataques. Viviremos vigilados, controlados y limitados… y nos parecerá bien. La quinta temporada de Homeland puede dejar de ser ficción para convertirse en premonición.

2. Petróleo volátil. El petróleo barato ha sido un bálsamo para la débil economía española y europea. Todo indica que el precio del barril (el Brent cerró 2015 a 37 dólares) seguirá bajo. Pero los accidentes en la región más volátil del mundo nunca se pueden descartar.

Por ejemplo, que Netanhayu decida atacar las instalaciones nucleares de Irán por considerar que el acuerdo de Lausana no protege la integridad del estado judío. O que el ISIS recupere la iniciativa terrestre en el norte de Irak y destruya instalaciones claves como hizo en Baiji el pasado verano.

Un retorno al crudo por encima de los 100 dólares, como hace apenas año y medio, truncaría la frágil recuperación de la Eurozona y la pretensión española de crecer por encima de la media europea. Con ello se detendría el crecimiento del empleo y la vuelta a la crisis sería inevitable.

3. China en reflujo. Las turbulencias económicas en el país más populoso del mundo seguirán en 2016. Las previsiones apuntan, en términos chinos, a un año de crecimiento exiguo de entre 6,5% y 6,8%.

Beijing ya tuvo que rectificar hace unos meses su intento de fomentar el consumo interno y volver a primar las exportaciones y los cada vez menos competitivos sectores industriales. En el nuevo año, la reforma del modelo económico, con su impacto sobre el empleo y los salarios, estará aún más condicionada por maniobras de poder de cara al XIX Congreso de Partido Comunista previsto para 2017, que fijará la agenda doméstica, la política económica y la estrategia geopolítica de quien no sólo es el mayor mercado mundial, sino uno de los mayores inversores en fondos soberanos y bienes privados, incluidos miles de millones en nuestro propio país.  

4. Latinoamérica en ebullición. América Latina se enfrenta a un año de incertidumbres económicas y peligros políticos. Las primeras, por los bajos precios del crudo, las materias primas y los commodities agrícolas; los segundos, por las razones de siempre: corrupción y pobre calidad democrática.  

La victoria de Mauricio Macri en Argentina simboliza el deseo de superar el enconamiento kichnerista y la postración económica, pero el sectarismo político y una pesada deuda externa obligarán al nuevo presidente a tomar medidas impopulares que auguran más frustración que aplausos.

En Brasil, Dilma Rousseff intentará escapar de la quema propiciada por el caso Petrobras mientras la economía del país empeora. En Venezuela, el chavismo heavy de Nicolás Maduro recurre a todas las triquiñuelas del manual para impedir que la oposición capitalice su aplastante victoria en las recientes elecciones legislativas. Con el país en la antesala del default y su valedor –Cuba—centrado en concluir su acercamiento a Washington antes de que Obama desaloje la Casa Blanca, Maduro tentará al ejército para conservar el poder, haciendo del enfrentamiento civil una posibilidad real.

Irónicamente, su república vecina, hermana y rival, Colombia, espera poner fin a 60 años de guerra civil de baja intensidad concluyendo en 2016 un histórico acuerdo de paz entre el Gobierno de Juan Manuel Santos y la guerrilla de las FARC.

Latinoamérica, escenario de una segunda conquista a principios de siglo, era ya desde hace unos años un problema en el balance de muchas empresas españolas. La esperanza es que los malos vientos no lleguen a las todavía pujantes economías de Perú y Chile, donde Gas Natural Fenosa, por ejemplo, acaba de anunciar nuevas inversiones por valor de 1.000 millones de euros.

5. Sólo en USA. In God we trust Confiar en Dios ya no es suficiente para los aspirantes republicanos a la presidencia de Estados Unidos. En 2016 tienen que convencer al electorado conservador de que es Dios el que confía en ellos.

Un misticismo enloquecido se ha apoderado del Partido Republicano, junto con la intolerancia hacia los inmigrantes ilegales, el retorno al pensamiento excepcionalista y, en general, una retórica retrógrada y desmedida. Es la agenda, en definitiva, marcada por Donald Trump, inesperado favorito para la nominación como candidato del Grand Old Party en las elecciones del 8 de noviembre… los comicios más importantes en los que no votamos.

En contraste, el septuagenario insurgente Bernie Sanders moviliza a incontables jóvenes declarándose socialista y «no particularmente religioso». Sanders no impedirá que Hillary Clinton obtenga la nominación demócrata, pero su irrupción ilustra las contradicciones de la compleja –y vital—sociedad americana. Del resultado electoral dependerá que Estados Unidos continúe por la senda del multilateralismo de Barack Obama o –si gana un integrista republicano— reviva la retórica de la guerra fría, con un Vladimir Putin más que dispuesto a dar la réplica correspondiente desde Moscú.

6. La deconstrucción de Europa. Las sucesivas crisis de Grecia, de los refugiados y del  terrorismo han estremecido los fundamentos de la Unión Europea durante el último año. Junto a ellas, nuevos retos harán de 2016 un año crucial para el futuro de la Unión.

El más inmediato es el posible final del acuerdo de libre circulación de Schengen. Pero el de más calado, el referéndum británico sobre la permanencia en la UE, que David Cameron podría convocar antes de que concluya el año. Se confía en que ambas partes lleguen a un acuerdo que habilite al premier británico para pedir –y ganar— la permanencia. Pero un fracaso y la eventual salida británica sumirían a la economía inglesa en una profunda crisis y acelerarían la descomposición política europea.

Descomposición que sigue su curso con los avances del populismo y la xenofobia, no sólo en las antiguas repúblicas del este, sino en Escandinavia, Reino Unido y Holanda. Su principal muro de contención lo constituye el devaluado eje franco-alemán.

Los próximos meses serán determinantes de cara a las dos elecciones cruciales de 2017: las presidenciales francesas y las legislativas alemanas. La hipótesis de que Marine Le Pen pueda llegar al Elíseo coincidiendo con el final de la era Merkel dibuja un oscuro futuro para el sueño europeo… y pesadillas para nosotros. Si la Europa de Merkel se caracteriza por la exigencia, la que podría venir después sería peor: su rasgo principal sería la intolerancia.

Dicen que un pesimista no es más que un optimista informado. Pese a todo, uno no se resigna a que no asome el optimismo. Por tanto: ¡Feliz año nuevo!

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