El medio ya no es el mensaje
A finales del pasado mes de febrero, se llevó a cabo en la estación invernal finlandesa de Lahti el Campeonato Mundial de Esquí Nórdico. Una de las pruebas conlleva realizar un recorrido de 10 kilómetros así como competir, en este caso, entre 156 participantes. El último en la clasificación resulto ser un supuesto esquiador venezolano, Adrián Solano, quien se cayó 30 veces en la primera manga aunque solo 5 en la segunda.
Su aparentemente irrisoria actuación ha tenido una enorme trascendencia viral, convirtiendo a Solano en una estrella de la red; una más, de las muchas que basan su notoriedad en algo risible o reprobable. Ha sido entrevistado por la BBC, Russia Today, la CNN, portada de revistas así como sujeto de la máxima atención mediática. Es el nuevo Éric Moussambani, aquel nadador guineano que en los Juegos de Sidney en 2000 consiguió batir el record de permanencia en una competición de 100 metros libres doblando el tiempo de sus contrincantes. Aclamado al finalizar, acabó confesando que nunca había visto una piscina de 50 metros y que había aprendido a nadar ocho meses antes de competir en la élite mundial.
Volviendo a nuestro esquiador caribeño, lejos este de amilanarse ante un ridículo tan bochornoso y monumental, a pesar de haber sido aplaudido por un medio mundo en estado de mofa, nos ofrece una explicación realmente singular: “Yo le di al mundo motivos para que se hablara de otra cosa que no fuera que los venezolanos estamos estafando al extranjero, que estamos robando, que estamos prostituyéndonos. Porque así es que todos conocen a los venezolanos, por esta mala racha que tenemos”. Una vez más, se ha conseguido legitimar comportamientos más que reprobables y abiertamente ridículos, pero, eso sí, saliendo como salen en las redes pueden y deben ser objeto de análisis y debate. En fin…
En nuestro mundo más actual, el medio y el mensaje han llegado a disociarse, ya no funcionan como un tándem
El siglo pasado, un erudito profesor canadiense quien ideó el término “aldea global”, H. Marshall MacLuhan, acuñó así mismo una frase que se convirtió inmediatamente en lema: “el medio es el mensaje”. Utilizando terminología más actual, dicha sentencia se “viralizó” exitosamente, convirtiéndose en un “trending topic” global. Pues bien, en nuestro mundo más actual, el medio y el mensaje han llegado a disociarse, ya no funcionan como un tándem, una pareja bien avenida con ínfulas de futuro. En la actualidad, es el medio el que determina el mensaje y por ello, lo que se transmita, el mensaje, es lo de menos. Para algunos, incluso la imprecisión en lo que se enuncie no resulta nada relevante. Una coma más menos no me quita la razón, dado que transmitiéndolo a través de twitter me ampara la tecnología. Y sino que se lo digan al defensor de Carmen Santos, diputada de En Marea y secretaria general de Podemos en Galicia, Luis Villares, quien, ante un desafortunado e impresentable tuit, mal escrito (o no) gracias al desliz en una coma, argumenta ante ello en el Parlamento de Galicia que “¿No pretenderá que un hombre le diga a una mujer lo que tiene que hacer? Respeto que se indignen por un error gramatical, pero lo que indigna a En Marea es que las mujeres sean asesinadas.” Este razonamiento me recuerda al que enunciaba el padre de un amigo quien abroncaba a su hijo diciéndole “¡yo tengo siempre la razón aunque no la tenga!”.
Por cierto, nada hay de original en este episodio. Ya ocurrió hace más de un siglo (en concreto en 1870) y afectaba su protagonismo al mismísimo barón y canciller Otto von Bismarck en el conocido como “el incidente del telegrama de Ems”. Se dice que la sagacidad del barón permitió, tras modificar intencionadamente una coma en un telegrama enviado por el monarca prusiano Guillermo I, hacer estallar la guerra franco-prusiana contra el Emperador francés Napoleón III. El resultado ya lo conocemos: Guillermo I fue proclamado káiser en la Galería de los Espejos del palacio de Versalles, se comenzó la unificación alemana, formándose finalmente el segundo Imperio Alemán. Pero esa sí que es otra historia. Y claro, era Bismarck.