El mayor centro comercial del mundo
Internet es el mayor centro comercial del mundo. Ofrece de todo y a todas horas. Lo que no está en Internet no existe y solo lo que no existe no está en la red. Ahora ya no compramos sin informarnos y sin comparar los productos, y para eso exigimos tiendas abiertas 24 horas, 365 días. En esa búsqueda muchas cestas también se llenan.
En ese centro comercial sin límites ni fronteras se vende de todo, desde un coche hasta un perfume, pasando por una creencia o un amor de los que perduran. Es el centro comercial más grande del mundo, pero al mismo tiempo el lugar donde es más fácil comparar precios y opiniones y donde la gente invierte más tiempo. Lo impulsivo funciona, pero lo meditado más.
Cuando los clientes entran al centro comercial algunos ya saben en qué tienda está el producto que buscan. Sin embargo, la mayoría se para en el mostrador de información y pregunta: “¿quién me vende esto?”. Ese mostrador se llama Google y tiene la capacidad de abrir miles de puertas en un segundo.
Las tiendas de la red también tienen escaparates. El que da a la avenida principal es su portal corporativo y a través de él -si nada lo empaña- se ven todos los productos y servicios que hay en su interior. Sí, los servicios también, porque aquí lo intangible es más fácil de vender. Se escribe, se ve, suena y se vende, como las rosquillas.
Los comercios a la última tienen un meeting point. La gente, al igual que en el centro comercial de toda la vida, pasa por allí a lucirse, a ver qué cae, a ver qué ha comprado su vecino y su vecino a ver qué ha comprado él. Esos puntos de encuentro son las redes sociales y en ellos se comparten experiencias, se conoce a gente y se cuenta qué tal está la tienda de al lado.
La gente que frecuenta estos comercios es muy cotilla. Lo cuenta todo. A las tiendas que tratan bien a sus clientes les encanta que les hagan publicidad gratuita contando a diestro y siniestro que son una maravilla, pero las que no los tratan tan bien han visto pintadas en la puerta y el virus del boca a boca está convirtiendo lo que parecía un catarro en una gripe de encamar.
Nadie se calla. Los virus no son ni buenos ni malos, simplemente depende de cómo se utilicen. Luego están los que nunca se resfrían, pero esos, como dijimos, no existen. “Estoy en las redes, entonces existo”, diría Descartes si viviese en el siglo XXI.
José Sixto es director del Instituto de Medios Sociales