El mantra de las derechas
El gobierno de Sánchez tiene la excusa de ‘las derechas’ como comodín lingüístico en sus discursos
El nuevo lenguaje del Partido Socialista, desde que Pedro Sánchez aterrizó en la escena como dirigente político, se esmera en alinear a sus adversarios electorales en un gran bando ideológico. Para marcar los polos opuestos.
Pero, desde que gobierna, los mensajes cocinados en La Moncloa destinados a hablar de ‘las derechas’ se han acentuado. ‘Las derechas’. En plural. Como si estuviese renaciendo la Confederación de Gil Robles en la Segunda República.
Sánchez se siente muy cómodo junto a Pablo Iglesias en el escenario antifranquista
Un lenguaje peligroso, con connotaciones de odio y rencor social. Que evocan enfrentamientos de épocas ‘guerracivilistas’ de infausto recuerdo. Mucho antes de que Vox hiciera su espectacular presentación como partido de extrema derecha ‘sin complejos’, diferenciándose del PP y Ciudadanos, el ‘sanchismo’ ya había resucitado las dos Españas.
Los dos extremos entre los que no se concibe los proyectos de centro o formaciones liberales. Un planteamiento que surge, no por nostalgia ‘machadiana’, sino por necesidad de extrapolar el miedo entre dos bandos. Su gobernanza con el ‘co’ presidente populista, Pablo Iglesias, le ha potenciado el escenario del ‘antifranquismo’ en donde se ha instalado con comodidad.
Lo cierto es que los socialistas se han pasado años alertando del peligro de la existencia de la derecha. Aquel ‘doverman’ de la campaña del 96, casi 14 años después de gobiernos de Felipe González ha quedado para el recuerdo.
Pedro Sánchez ha preferido hacer un cordón sanitario contra la derecha
El canino negro de enormes dientes afilados, asociado al PP, que nos metía el miedo en el cuerpo porque alertaba de una España oscura y en negativo. Peligraba la vuelta a la dictadura, decían. Sin rodeos. Pero no llegó a cuajar en las urnas. El PSOE perdió aquellas elecciones y las ganó el PP.
Ahora el presidente socialista prefiere hacer un ‘cordón sanitario’ en grupo. Alrededor del PP, Ciudadanos y Vox cuya aparición, por sus planteamientos derechistas, puede beneficiarle en la contienda electoral.
Abandonada ya la alianza constitucionalista ahora que está contemporizando con la Generalitat independentista, los socialistas prefieren recurrir a la imagen de una España en blanco y negro. No importa que Vox no tenga la implantación que ya tienen sus homólogos en Italia y Francia ni que los encuestadores no le otorguen más de un 2,5% de votos en las próximas elecciones legislativas.
Porque la polarización moviliza el voto. Por eso la asimilación de las tres fuerzas políticas de ‘las derechas’ está muy trabajada. Y el centro, para los estrategas de Moncloa, no existe. No les conviene que exista.
Los independentistas vascos y catalanes comparten esa tesis. Cuando se trata de reivindicar el máximo consenso para el nuevo Estatuto vasco, por ejemplo, los secesionistas rescatan del archivo el voto negativo de Alianza Popular en el referéndum de 1979, para argumentar que ‘las derechas’ votaron en contra.
Sin mencionar el papel fundamental y decisivo de la UCD de Suárez. Así se retuerce la historia. Ahora, la vicepresidenta, ministras y portavoz parlamentaria tienen a ‘las derechas’ como comodín lingüístico en sus discursos.
La derecha como excusa
Tanto es así que a la titular de Justicia, Dolores Delgado, le sirvió de maniobra de distracción para desviar las respuestas que nunca dio. Respuestas a las preguntas de sus señorías sobre su grado de complicidad con las ‘cloacas’ del Estado que ya existían cuando gobernaba Rodríguez Zapatero y Rubalcaba manejaba los hilos de Interior.
Ni una explicación, en sede parlamentaria, sobre sus presuntas complicidades. Prefirió culpar del destape de sus conversaciones comprometedoras a las derechas. Y ahí sigue porque Pedro Sánchez no puede permitirse ni una dimisión más entre sus ministros. Y ministras.
Si hubiera sido Soraya Sáenz de Santamaría, por ejemplo, la que hubiera mentido en sede parlamentaria, le hubiera negado asistencia jurídica al juez del Tribunal Supremo para luego desdecirse y la hubieran pillado, siendo fiscal, con jueces y algún comisario proxeneta compartiendo confidencias y aplaudiendo negocios delictivos y luego hubiera culpado de lo suyo a la extrema izquierda…
No habría aguantado ni un día en su puesto.