¿El Majestic? Los errores se pagan caros
El 28 de abril de 1996 se firmó el llamado Pacto del Majestic entre CiU y PP mediante el cual José María Aznar fue coronado por primera vez como presidente del Gobierno a cambio de que la Generalitat de Cataluña obtuviera más recursos y CiU tuviera el apoyo del PP en el Parlamento catalán.
Eran las épocas doradas del autonomismo y CiU gozaba de una hegemonía que mantuvo por los pelos en 1999 gracias al apoyo, precisamente, del PP. Eran otros tiempos aunque en algún aspecto se parecen a los actuales.
No cabe duda de que el Pacto del Majestic fue bueno en algunos aspectos relacionados con las siempre precarias infraestructuras, el traspaso de las competencias de tráfico o la supresión de la «mili».
También fue bueno porque puso fin a Alejo Vidal-Quadras y ahogó los constantes ataques al catalán, aunque es evidente que no modificó ni un ápice la animadversión sicopática de políticos y académicos españoles ante la diversidad lingüística del Estado español.
Esa actitud agresiva contra la diversidad cultural es lo que ha noqueado históricamente la existencia de una España que fuera de verdad una nación de naciones. El fracaso de España se asienta en el centralismo.
Pujol era renuente al pacto, pero poco a poco le convencieron. Incluso el propio Felipe González, que acababa de perder las elecciones, le argumentó la conveniencia de sumar con el PP: «Alguien tiene que gobernar. No se puede hurtar la victoria de quién ha ganado en España. Por consiguiente, convendrá que vosotros apoyéis a Aznar con las condiciones que, imagino, le vais a imponer».
Lo mismo que sostuvo González después del 20D pero refiriéndose a su propio partido, el PSOE. Sin embargo, nadie que esté en su sano juicio puede compartir afecto con quien quiere verle muerto.
El Pacto del Majestic fue, por tanto, un intercambio de favores a partir de los intereses de las partes contratantes. Fue sexo sin amor, aunque la escenificación fue tan excesiva que pareció amor de verdad, como las tramposas imágenes de la joven pareja que filmaron follando alocadamente en el metro de Barcelona.
Digo que son unas imágenes tramposas porque algún día se descubrirá que tanta pasión era un montaje publicitario. En el Majestic también hubo mucho teatro, lo que le costó muy caro a esa CiU de la pareja Pujol-Duran.
En los salones del viejo hotel del Paseo de Gracia se empezó a construir lo que acabó siendo el ataúd del pujolismo, que es tanto como decir del autonomismo. Cuando Aznar sacó mayoría absoluta se sacudió a los nacionalistas de encima.
Ni él ni sus huestes creían en las autonomías. Porque seamos claros, la España de las Autonomías existe por el empeño de las nacionalidades históricas y quien lideró este proceso en Cataluña fue, efectivamente, Jordi Pujol, pero no fue el único artífice.
Lo malo es que los socialistas renunciaron a luchar por el Gobierno de la Cataluña autónoma desde el primer momento, cuando en 1980 rechazaron formar gobierno con CiU a pesar de compartir muchas más cosas de las que hoy puedan compartir con C’s, partido con el que han estado a punto de aliarse para defender la unidad de España ante los herejes separatistas.
La paradoja es que en 1996 los socialistas catalanes se escandalizaron ante el Pacto del Majestic desoyendo a su líder estatal. Eso me recuerda que cuando uno llega a viejo, desgraciadamente a menudo no decide, deciden por él.
Pujol no fue nunca un separatista pero 20 años después de aquel Pacto del Majestic que marcó su declive, ya no queda ni rastro de CiU, que desapareció bajo la tormenta soberanista y la egolatría de Duran i Lleida, y el partido mayoritario, CDC, está sumido en su peor momento.
Convergència no tiene líder, y algunos de los que aspiran a serlo son la rencarnación de Darth Vader, no tiene nombre, que todo el mundo asocia al pasado menos los que militan en él, y se ven obligados a acudir a las elecciones mendigando la unidad con ERC por falta de músculo. ¡Qué error!
Junts pel Sí no se va a repetir y CDC se verá obligada a presentarse en solitario a las elecciones del 26J, espero que renunciando a las siglas del partido «turco», DiL, que crearon expresamente para la contienda del 20D del año pasado.
No tengo ninguna duda de que el candidato va a ser Francesc Homs, un político de fuste, que en 1996 estaba cociéndose en la segunda línea de un partido cuyas juventudes, aunque Homs no militó en ellas, siempre enarbolaron la bandera estrellada.
El riesgo es que la candidatura de CDC vuelva a perder y quede rezagada al pelotón de los que corren en tropel. Si eso pasa, esa CDC maltrecha por los escándalos, el exceso de confianza y la falta de cintura política, se hundirá todavía más con el previsible descalabro electoral. Cocer a fuego lento la crisis del soberanismo moderado no es ninguna solución. Es un suicidio.
Es por eso que no entiendo que alguien haya podido molestarse porque se busquen alternativas victoriosas al actual caos. Sus condenas me recuerdan a las reprimendas que Pujol dirigió contra quienes en 1996 criticamos el Pacto del Majestic y en 1999 defendimos la unidad entre ERC y CiU para formar un Gobierno soberanista. Los políticos, aunque sean audaces, también se equivocan. Él se equivocó entonces. Esperemos que ahora acierten.