El liderato tan incierto de Artur Mas

Comienza a verse que Artur Mas incumple las condiciones mínimas de líder. Conjunciones azarosas le llevaron a la presidencia de la Generalitat con un perfil de gestor concienzudo que podía administrar la cosa pública con aspiraciones de tecnócrata. Carecía de pedigrí nacionalista salvo su militancia más bien aséptica, ideológicamente hablando, en Convergència.

En su fase inicial como presidente de la Generalitat, quiso poner orden en la economía de la crisis, con unos recortes presupuestarios causantes de la intensa respuesta social que le obligó a subirse a un helicóptero para ir al Parlament. A continuación, dada la afluencia al 11-S de 2012, creyó que podía surfear en la ola independentista sin pagar precio alguno. Ahora lo está pagando.

Entonces convocó elecciones autonómicas anticipadas y su partido acabó perdiendo 12 escaños, quedando en manos de ERC y sujeto al GPS de organizaciones radicales como la ANC y Ómnium. Aquella noche electoral pudo haber dado un giro a su rumbo acelerado, o incluso dimitir, como se dice que quería y Pujol se lo desaconsejó. Especulaciones. Lo cierto es que pisó más el acelerador.

 
Mas vuelve al discurso de la consulta o sí o o sí y las encuestas le dan a ERC casi siete puntos por delante

 Uno se pregunta cómo hubiesen ido las cosas si Artur Mas tuviese la fortaleza de un líder. Acaba de asumir que no puede lograr una candidatura de unidad secesionista para otras elecciones autonómicas, vuelve al discurso de la consulta o sí o o sí y las encuestas le dan a ERC casi siete puntos por delante de Convergència. Ahora el líder de la “Casa Gran” del catalanismo es Oriol Junqueras aunque en realidad ERC no es un partido propiamente catalanista, sino nacionalista. Catalanismo y nacionalismo no son exactamente lo mismo aunque lo niegan todos los opinantes soberanistas. Son cosas de la nueva “Casa Gran”.

Mientras tanto, las repuestas del Estado se han ido configurando de forma jurídicamente contundente. La sociedad catalana está en un punto álgido de confusión como se percibe en la encuesta del CEO, en la que se detecta una grave incertidumbre semántica entre derecho a decidir e independencia. Esa incertidumbre, sea o no táctica, no convierte a Artur Mas en el gran líder del independentismo, como no lo fue Companys. Es una confusión que divide, porque carece de liderato.

El ilusionismo domina la escena. Ahora las especulaciones conciernen a lo que debería haber hecho Rajoy para activar el diálogo más que a las rectificaciones que le correspondían a Mas y no hizo, por falta de sabiduría política y de energía de líder que no va a rastras ni surfea en la indefinición.

La cuestión no es justificar o defender la posición de Rajoy, sino saber lo que va a hacer Mas y acotar sus responsabilidades políticas, tan lejos de la prudencia aristotélica. Desde luego, se diría que un líder sin cualidades carece de destreza política, salvo a muy corto plazo. O bien debía de haber cortado ya el nudo gordiano para ponerse a caminar sobre las aguas o ir regresando a una posición de legalidad incluso en la confrontación. Pero, por ahora, ni una cosa ni la otra.