El Leviatán paralelo de Pedro Sánchez
Las instituciones crean una especie de 'Leviatán' en el cada vez es más probable que el PSOE pierda las elecciones
Estoy seguro de que les sorprenderá saber que Thomas Hobbes, uno de los padres de la filosofía política, era un tipo bastante miedoso. Vamos, lo que se dice un verdadero acojonao de la vida.
Y no crean que le faltaban razones para ser así al pobre, el siglo XVII no era precisamente un remanso de paz: invasiones sangrientas, reyezuelos infames, predicadores insidiosos, guerras, pobreza, pestes, hambrunas… Imagínense que según cuenta el propio Hobbes, la razón de su nacimiento prematuro fue el susto que se llevó su señora madre cuando se enteró del avistamiento en su Inglaterra natal de las primeras naos de nuestra armada invencible. Sí, esa que no fue tan invencible.
El miedo se convirtió en el principio rector de sus teorías desarrolladas en su obra Leviatán, o La materia, forma y poder de un estado eclesiástico y civil. Según la misma el hombre no puede vivir en tensión, con un miedo paralizante al otro, por eso cede parte de su libertad y gana en seguridad proporcionada por el estado, un estado al que tomando el ejemplo del descomunal y poderoso monstruo bíblico, denominó Leviatán. Una fuerza tan poderosa como para ser capaz de mantener la paz y seguridad de sus súbditos.
Con el paso del tiempo el concepto Leviatán como metáfora del estado fue perdiendo la carga de absolutismo con la que nació y simplemente pasó a definir al núcleo del estado y a sus enormes capacidades para hacer cumplir sus normas mediante lo que Max Weber definió como el “monopolio del ejercicio legítimo de la violencia”.
La cosa es que Leviatán solo puede haber uno, si un estado-Leviatán ( y todos lo son) quiere mantener la cohesión y coherencia del estado, la aplicación de sus políticas y el ejercicio de su poder coercitivo para el mantenimiento de la paz social, solo puede haber una estructura en la que tales terribles poderes descansen.
Un Leviatancillo impermeable teledirigido por Sánchez que sirva para garantizar la continuidad de sus políticas incluso desde la oposición.
¿Que por qué les cuento todo esto? Pues miren, nuestro país, a través de la constitución aprobada en 1978 se dotó de una serie de mecanismos para salvaguardar la coherencia del estado. Instituciones con mandatos más largos que las cortes y/o que han de ser nombradas con mayorías reforzadas y/o cuyos dirigentes tienen poderes limitados con el fin de mantener su independencia del poder político de turno. Hablo del INE, de la CNMV, del Tribunal Constitucional, del Consejo General del Poder Judicial, etc.
Instituciones que forman parte de la espina dorsal de nuestro Leviatán y que están siendo tomadas al asalto por el presidente del gobierno, quien saltándose el espíritu fundacional de las mismas las está sometiendo una tras otra a su control, creando una especie de Leviatán paralelo en el cada vez más es probable caso de que su partido pierda las elecciones, sea capaz de servir para poner todas las zancadillas posibles al próximo gobierno.
Un Leviatancillo impermeable teledirigido por Sánchez que sirva para garantizar la continuidad de sus políticas incluso desde la oposición.
El problema es que hay un par de pequeños detalle que el inquilino de la Moncloa olvida: que Leviatán solo puede haber uno y que las lealtades a esos niveles institucionales son extremadamente frágiles y que como escribió Giuseppe Verdi en su celebrada aria de la ópera Rigoletto La donna e mobile, pueden mutar d’accento e di pensiero en cuanto sea otro quien se gane en las urnas la posibilidad de firmar leyes y decretos en el BOE.