El legado del camarada Castro
Fidel Castro ha muerto. El camarada Fidel o la representación más acabada de un régimen políticamente totalitario, económicamente ineficiente y socialmente represivo. En definitiva, una sociedad explotadora, ineficaz, dominadora y controladora. Explotadora, porque de los excedentes materiales e inmateriales se benefician los dirigentes del partido y sus aledaños. Ineficaz, porque el subdesarrollo crónico es el resultado de una política económica intervencionista e improductiva. Dominadora, porque los súbditos del régimen sólo se manifiestan con el permiso del régimen y a mayor gloria de los intereses del Partido y sus dirigentes. Controladora, porque nada escapa a la observación, vigilancia, censura y represión del sistema.
¿Por qué creen ustedes que los balseros van de La Habana a Miami y no al revés?
El régimen inaugurado por Fidel Castro brinda un buen ejemplo de la razón totalitaria. ¿La Cuba de la Revolución? Ausencia de libertades fundamentales, economía estancada que difícilmente supera los niveles de 1958, renta per capita similar a la de los países del Tercer Mundo, racionamiento, déficit de viviendas. En casi 60 años de socialismo, la que era la tercera economía de América Latina ha descendido al penúltimo lugar en la región y al 140 del mundo.
Y la inexistencia de población desempleada se debe a una productividad muy baja, al subempleo dominante y a un ejército que supera el 10 por ciento de la población activa.
Miren, la excusa del bloqueo no es de recibo por la sencilla razón de que no existe. Los intercambios –desde hace décadas- con diversos países de la Unión Europea lo muestran.
¿La democracia real cubana? Ausencia de libertades básicas y existencia del Partido Único. Una dictadura en toda regla. Una autocracia en que los sucesivos procesos de rectificación repiten las viejas prácticas político-policiales de siempre -depuración y repudio de críticos, refuerzo de la delación, represión de los derechos humanos, encarcelación de los disidentes- en defensa de la Revolución. «Socialismo o muerte», decía el camarada Fidel. Una redundancia, sin duda. Ni el aislamiento ni Obama puede –de momento- con ello.
Por lo demás, la Revolución cubana impulsó un tercermundismo ya existente de consecuencias indeseables. Recordemos que el tercermundismo se fundamentaba en un par de postulados: uno económico y otro político. El postulado económico establecía que el subdesarrollo era la consecuencia directa de la dependencia de un capitalismo central cuya única finalidad consistía en depredar y explotar la periferia. El postulado político aseguraba que la liberación social y nacional sólo podría alcanzarse previa ruptura con la lógica del sistema liberalcapitalista impuesto por el imperialismo.
De acuerdo con estos postulados, se sucedieron una serie de revoluciones –Cuba, Vietnam, Camboya o Nicaragua- de triste memoria. Y como la revolución triunfó, las recetas revolucionarias se pusieron en práctica. No a la democracia burguesa y sí a la llamada democracia popular. No a la relación con el capitalismo central y sí a un desarrollo autocentrado.
En Europa, las izquierdas y los intelectuales críticos y comprometidos, así como los progresistas de toda condición, aplaudían. Pero, ¿qué pasaba en el lugar de los hechos? Represión y subdesarrollo.
La democracia popular no fue sino una dictadura represora; y el desarrollo autocentrado redujo cualquier posibilidad de industrialización y modernización. Dictadura y miseria. Ahí tienen ustedes el legado del camarada Fidel. Pese a ello, nuestra izquierda más retroprogresista, sin ningún tipo de recato, se despide del dictador con el clásico «¡Hasta la victoria siempre!» y «¡Hasta siempre, Comandante!»
P.D. Jean-François Revel cuenta en El conocimiento inútil (1989) que, ante una noticia falsa aparecida en Suecia que favorecía a los sandinistas, telefoneó al director de un importante diario de Estocolmo para preguntarle si pensaba corregir la información. La respuesta del director sueco fue contundente: «¡Estás loco! No tengo ganas de que me traten de reaccionario».
Ahí tienen ustedes -si sustituyen «sandinistas» por «castristas»- uno de los secretos del predicamento que tuvo, y sigue teniendo todavía en algunos sectores, la dictadura del camarada Fidel. Ese pensamiento culpable y esa doble moral que no cesa. Ese Occidente pusilánime.
Miquel Porta Perales es autor del libro ‘Totalismo’, editado por ED Libros