El lastre de Podemos

Si el cambio de Pedro Sánchez dura, se abrirá una puerta para nuevas alianzas con el PP en política exterior

El giro copernicano que Pedro Sánchez ha escenificado en el Congreso de los Diputados esta semana no ha sido por convencimiento sino por necesidad. Su resistencia al  envío directo de armas a la sitiada Ucrania era debido a la incompatibilidad de esta decisión  con la militancia anti OTAN que exhiben los ministros de Podemos-IU desde el ala oeste de la Moncloa.

Pero, ante los emplazamientos urgentes que el presidente Zelenski venía realizando en las últimos días, España se estaba quedando en el furgón de cola de la UE. El presidente de Ucrania, con su tenacidad y arrojo, estaba logrando que la Unión Europea empezara a reaccionar con una contestación sin precedentes, defendiendo con decisión los valores de la libertad y la democracia.

Desde Alemania a Portugal, los Países Bajos, Dinamarca… Sin embargo, España se estaba quedando en el pelotón de los rezagados apoyando las sanciones económicas a Putin, y enarbolando la bandera de la causa humanitaria, pero sin apuntarse al envío de armamento. Por detrás, incluso, de países que han tenido a gala exhibir su neutralidad como Suecia y Finlandia.  

El giro de Sánchez se debe a las presiones europeas

El giro de Sánchez no se debió a la presión mediática, como se malicia desde el parapeto de las tertulias Pablo Iglesias, sino fundamentalmente a la presión europea. El encendido llamamiento del jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, contra las incomprensibles equidistancias ante esta barbarie que Putin está cometiendo en pleno siglo XXI , decantó la balanza en Sánchez, el calculador.

Y viró. Desmintiéndose a sí mismo en la entrevista que había realizado dos días antes en TVE y dejando a su ministra portavoz, Isabel Rodríguez, a los pies de los caballos.

Sin informar previamente a Podemos (a excepción de la vicepresidenta Yolanda Díaz) sobre su cambio de criterio al decidir enviar armas a Ucrania. Una rectificación que le reubica, sin duda, en la OTAN (España será la anfitriona en la cumbre de la Alianza en junio) pero que ha abierto una brecha entre sus socios de gobierno de incalculables consecuencias. 

Borrell, exministro de Exteriores. EFE/Ballesteros

El cambio de Sánchez, si dura, posibilita en el Congreso la apertura a nuevas alianzas transversales. De hecho, el PP, en plena recomposición de su liderazgo, ya demostró estar a a la altura al ofrecer, en sede parlamentaria, su colaboración en política exterior.

Y el grupo menguante de Ciudadanos pudo parecer algo histriónico al pedirle a Sánchez que eche a Podemos del gobierno. Pero Edmundo Bal puso el dedo en la llaga ante la situación más excepcional que ofrece el ejecutivo español.

¿Qué sentido tiene mantener a los comunistas antiatlantistas en el gobierno de un país miembro de la OTAN? ¿Cómo justificar ante EEUU y la comunidad internacional su empecinada alianza con enemigos de la OTAN en pleno desafío del capo de Rusia a toda Europa? 

Lo cierto es que el verdadero problema para Sánchez, en el Congreso, no ha estado en la oposición (hasta los independentistas le secundaron sin entusiasmo) sino en sus socios de gobierno alineados con Bildu. El obstáculo no fue con Vox que pidió su dimisión, sí, pero se desmarcó de Putin y no se opuso a sus medidas.

El impedimento se lo pusieron sus socios. No por casualidad, un día antes, Bildu, Podemos e IU se habían opuesto en el Parlamento europeo a ampliar sanciones a Rusia y a conceder a Ucrania el estatuto como país candidato a pertenecer a la Unión Europea.

El portavoz de Podemos, Pablo Echenique. EFE/Javier Lizón

La pertenencia a Europa, la razón principal por la que Putin quiere eliminarlos de la faz de la tierra.  Los bandazos de Sánchez han acabado por dejar al descubierto la implosión de Podemos.

Con la vicepresidenta Yolanda Diaz desmarcada de los que la pusieron en el gobierno secundando a Pedro Sánchez (y ahí le siguió la facción catalana de los comunes). Con Belarra y Montero escenificando sus rabiosa contrariedad y con su portavoz parlamentario Echenique haciéndose un lío al justificar su ‘no’ a Putin y su ‘no’ a la ayuda bélica a Ucrania. 

El presidente del gobierno ha querido restar  importancia a las discrepancias. Pero él sabe que no se trata de una disensión cualquiera. 

Está en cuestión la defensa de Europa, de su seguridad. Y el gobierno tiene en la Moncloa a ministros antiatlantistas.

Una de las razones que explican los desplantes de Biden. Y la incomprensión de muchos mandatarios de los países vecinos. 

Pero los daños colaterales que el giro de Sánchez haya podido provocar en Podemos (cada vez más desunidas) poco debería  importar para lo que las democracias occidentales tienen que afrontar. No estamos en el 39 ,con la invasión nazi de Polonia, ni en el 56 ,con la invasión soviética de Hungría.

Pero la guerra ha vuelto a Europa. Putin quiere seguir desestabilizándonos. Para frenarlo hay que tener determinación para soltar lastre.