El lastre de Pablo Iglesias
No es casual que Pablo Iglesias rebaje sus comparecencias públicas: el 'caso Dina' le ha estallado en plena campaña de elecciones vascas y gallegas
No está atravesando sus mejores momentos en el puesto de mando de La Moncloa como vicepresidente segundo. Por si fuera poco, acaba de librar un pulso con su socio en el Gobierno con el impuesto para los ricos y el proceso del ‘caso Dina’ le ha dejado fuera de juego.
La tarjeta de visita de Pablo Iglesias comienza a arrugarse en la cartera de Pedro Sánchez. Ya no es que sea poco presentable ante los foros de la Unión Europea en donde nos tienen que ayudar, con condiciones, en la reconstrucción postpandemia del Covid-19. Tampoco lo es en la política doméstica.
El titular de “lo social”, que ha salido tan mal parado de la gestión de las residencias de mayores durante el estado de alarma cuando se colgó la medalla de la responsabilidad desde el mando único, empieza a ser un lastre para este gobierno. Pero Sánchez lo necesita y él no tiene intención de dimitir. Aunque el borrado de la memoria del móvil robado de su ex colaboradora habría puesto en un brete a cualquier otro ministro con un sentido mínimo de la dignidad.
Quién sabe si al final le llegará el momento de dar cuenta de tantas trampas en las que se ha aupado para arrogarse éxitos ajenos. El caso es que el ‘investigador investigado’ sigue donde está pero no le están saliendo bien los planes. Denunciaba a las “cloacas del Estado” y ha terminado siendo él el instalado en los bajos fondos.
El ‘caso Dina’ le ha estallado en plena campaña electoral en Galicia y Euskadi. Por eso no es casual que Iglesias haya rebajado sus comparecencias públicas. Hasta ahora. A pesar de lo que le gusta ser omnipresente en la escena política, como lo demostró cuando se saltó repetidamente sus cuarentenas (de obligado cumplimiento por convivir con una ministra infectada por el coronavirus) para sacar la cabeza en el consejo de ministros y aparecer en conferencias de prensa.
Pero ahora que la justicia ha descartado que hubiera un plan contra Podemos y que ya no puede explotar su papel de víctima, ha escurrido el bulto en la primera semana de campañas electorales. Y ha sido, precisamente, la agenda electoral la excusa/causa que le salvó para que TVE decidiera cancelar su entrevista en Los desayunos, el jueves. El mismo día que Sánchez tenía programada su aparición en La Sexta. Por lo tanto, la televisión pública le ha hecho un favor.
Podemos pone la venda antes de la herida de cara al 12-J
Después de haber jugado al escondite se dará una vuelta por las campañas. Los demás, Sánchez y Pablo Casado, le llevan la delantera. Las encuestas no le deparan buenos resultados en tierras de Alberto Núñez Feijóo. Y del Podemos vasco que llegó a alcanzar el segundo puesto en las elecciones generales del 2015 queda un cambio radical hacia sus posiciones. Ahora son los terceros en el Parlamento Vasco.
Ha conseguido hacer un partido a su imagen y semejanza. Por lo tanto, juega en terreno propio, sin disidentes, pero su excesiva exposición, ahora, no se ha considerado conveniente. Podemos ha ido perdiendo fuelle. Todos los sondeos le han ubicado desplazado por los socialistas, que se beneficiarían del ‘efecto Sánchez’.
Su candidata Miren Gorrotxategi se presenta con una baza propia: la propuesta de un pacto de izquierdas, con el PSE y Bildu, como alternativa al PNV. Sin visos de prosperar, al menos en esta legislatura, porque los socialistas están muy cómodos gobernando con la derecha nacionalista. ¿O el PNV no es de derechas? Nacionalistas pragmáticos, decantados hacia el progresismo en lo social pero conservadores en lo económico.
La mayoría nacionalista se reforzará entre el PNV y Bildu, aunque luego gobierne el PNV con el PSE. ¿Habrá tanta abstención como se pronostica? Veremos. De un lado, el miedo a los rebrotes, la desafección de la política y las vacaciones. De otro, el voto por correo cuyas solicitudes han sido ocho veces superiores a las registradas en anteriores citas electorales, indican lo contrario.
Por si acaso, Podemos dice que si la abstención fuese alta “restará legitimidad” a los resultados del 12-J. A eso se le llama poner la venda antes de la herida.