El largo adiós del cardenal Rouco
Es ilustrativa la comparación entre las palabras del cardenal Rouco en el funeral de Estado por Adolfo Suárez con lo que dijo el cardenal Tarancón en su homilía de reconciliación y apertura el 27 de noviembre de 1975, en la iglesia de los Jerónimos, con motivo de la proclamación del Rey, a la muerte de Franco.
Casi cuarenta años han transcurrido. Los cambios en la sociedad española –cambios sociales, económicos y políticos- han sido espectaculares.
Uno de los cambios de fondo es el proceso de desvinculación que afecta al arraigo religioso de las nuevas generaciones. El tiempo dirá si entre el mensaje del cardenal Tarancón y el del cardenal Rouco se ha perdido algo por el camino.
No puede ser una improvisación que el cardenal Rouco, haciendo una llamada a la concordia, se haya referido a una posible repetición de las causas que llevaron España a la guerra civil: “Los hechos y las actitudes que la causaron y que la pueden causar”. Esa afirmación implica un desacierto en la oportunidad y un criterio angosto sobre lo que va de la Transición a la España de ahora mismo.
En las últimas décadas, coincidiendo con los mandatos del cardenal Rouco, ha podido tenerse la impresión de que la Iglesia católica no se daba cuenta del cambio inmenso de España y de que ya no existen cotos cerrados. Pero la realidad inapelable es que ideas y creencias tienen que competir cada día en la plaza pública. No hay monopolios y eso incluso es bueno para dar nueva presencia al catolicismo.
Quizás la divisoria entre lo que ha representado el cardenal Rouco y el afán de renovación en la Iglesia española va a quedar más marcada de lo que ya se suponía. Una nueva etapa comienza y se interpreta que transmitirá fielmente el mensaje del Papa Francisco.
Frente al laicismo de Rodríguez Zapatero, novedoso en comparación con la templanza felipista, el cardenal Rouco eligió la frontalidad. Desde luego, la presencia de los cristianos en la vida pública es un derecho y una responsabilidad. Del mismo modo, la Iglesia tiene derecho a defender públicamente sus valores.
Pero ¿es adecuado comparar lo que estamos viviendo con un riesgo de guerra civil? El mensaje católico es de perdón y de misericordia. De reconciliación.
Del mismo modo, para los católicos de Catalunya es tan legítimo, sin violencia y con espíritu de diálogo, ser independentista, constitucionalista o miembro del gran partido de la abstención. No parece corresponder a las jerarquías el repique de campanas por una u otra opción. Si acaso, las campanas de toda España hubiesen podido echarse al vuelo cuando ETA anunció que dejaba de matar.