El intento de Elsa Artadi por ser una candidata creíble
La gran reflexión en estas elecciones municipales en la ciudad de Barcelona no va a ser, como en las pasadas, si la capital cae en manos de formaciones independentistas, sino quién recogerá el voto anti Colau
La primera revalida que tendrán los partidos tras la convulsión de estos años de pandemia serán las municipales del 28 de mayo de 2023. Ha habido otras elecciones en las autonomías, pero siempre por causas donde el foco mediático estaba en otro punto. Me refiero a las de la Comunidad de Madrid, las de Castilla-León o las catalanas.
Las municipales del 23 serán un termómetro bien dimensionado para ver el desgaste generalizado ante las subidas de precios, el coste de la energía, las consecuencias de la guerra en Ucrania y, claro, la Covid.
En el caso de Cataluña también se convertirán en un baremo interesante para mesurar en qué estado se encuentra el índice de influencia y popularidad del independentismo.
Para ello la enemistad y ruptura que deambula entre las filas ‘indepes’, según intensidades, será un ingrediente disgregador de la unidad eterna del movimiento que, perdonen, jamás existió.
El centro de la trifulca la veremos focalizada en Barcelona. Para los tres partidos más independentistas, ERC, JxCat y la CUP, aunque no haya tenido representación durante este mandato, es necesario preparar con tiempo las estrategias que utilizarán porque lo tienen logística y emocionalmente complicado.
Se produce una situación curiosa, fascinante desde el punto de vista de análisis político, y son las extrañas cercanías que en estos momentos se pueden detectar, aunque todavía son muy débiles, entre JxCat y el PSC. Escribo extrañas, pero la necesidad obliga.
Mientras que en el Parlament las sintonías entre ERC y el PSC son muy evidentes, también marcadas por el ‘buenrollismo’ en el Congreso, en el Ayuntamiento de Barcelona la disposición de proximidad pasa por dos fuerzas que se repelen, aunque gobiernen juntas en la Diputación de Barcelona: los socialistas y los neoconvergentes.
Ese gobierno no se traslada a ninguna colaboración evidente en Barcelona. Pero en las distintas comisiones municipales, donde realmente se pactan las políticas (lo del Plenario es pose) se perciben cercanías muy sutiles que explican algo que cae por su propio peso: electoralmente JxCat no se juega nada con el PSC y se lo juega todo contra ERC.
Así que nos espera un largo año donde las desavenencias entre estas dos formaciones van a concretarse en debates, en muchos casos compartidos, donde quien ganará será el que llegue primero a la denuncia pública.
Pero si centramos la reflexión en JxCat, es el mismo desagradable ambiente en el que viven sus diferentes familias la que obligan a la candidata a mantenerse alejada de las patadas públicas de patio de cole, y busca construirse una estructura aparte, diría ella por el bien de la candidatura municipal.
El pacto de Gobierno, criticado en su momento por muchos, y que sentó fatal a ERC en la Diputación, le va a servir para tener una presencia en el territorio y en los medios de comunicación. La Diputación, como todas las de España y en este caso con un presupuesto importante, es la única institución donde el partido de Artadi toca gestión. Y eso en campaña es fundamental.
La gran reflexión en estas elecciones municipales en la ciudad de Barcelona no va a ser, como en las pasadas, si la capital cae en manos de formaciones independentistas, sino quién recogerá el voto anti Colau. Recuerden que en junio de 2019 todavía no se había producido el cambio de un president fantasioso como Quim Torra por uno de más pragmático como Pere Aragonès.
Las municipales van a convertirse en Cataluña en una nueva diseminación de opciones independentistas, pero también en una unidad de registro ante la mala gestión de Colau
Álex Sàlmon
Y esa es la cuestión interesante. Dónde incidir y dónde dejar que el cauce político vaya elaborando un camino. En esa tesitura se encuentra Jaume Collboni que a estas alturas ya considera que su coalición con Colau es una rémora, cuyo tamaño se incrementará de forma exponencial según pasen los días.
Pero para Elsa Artadi las cosas son aparentemente más claras, si logra quitarse de encima otras lacras pesadas, llámense Laura Borràs o Carles Puigdemont. Por mucho que denuncie decisiones extrañas y polémicas como la expropiación de unos locales en el barrio de Les Corts, cerca del campo del Barça, con inquilinos dentro en una operación impulsada por Colau llamada “Amunt Persianes” (Levantar persianas), la sensación para un nuevo votante seguirá siendo la que fue compañera del equipo de Puigdemont. Y así, una acusación grave de mobbing inmobiliario puede quedar en nada.
Las municipales van a convertirse en Cataluña en una nueva diseminación de opciones independentistas, cada uno tirando para casa. Lógico. Pero también en una unidad de registro ante la mala gestión de Colau. Y ahí habrá compañeros de viaje insólitos.