El intelectual del ascensor que habita en el manicomio catalán
Los ciudadanos hemos pasado de no saber qué era la prima de riesgo de un país a hablar cada día de ella e interrogar en el ascensor y con altanería intelectual a nuestro vecino sobre cuál ha sido su evolución hoy, que justamente no he podido seguir porque tenía muchas reuniones…
En Barcelona, además, los políticos parecen emperrados en que nos hagamos expertos en déficit público. Bien está que la parroquia tenga algunas nociones de finanzas públicas. Aunque, aprovecho para decirlo, si quienes nos gobiernan hubieran sido algo más cuidadosos con ese concepto en otros tiempos, hoy la mayoría no debería asistir a clases exprés de contabilidad pública.
Esta semana, el Consejo de Política Fiscal y Financiera se reunió en Madrid. Allí, el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, comunicó cuáles serán los límites de déficit público tolerables para las administraciones autonómicas. Más allá de tecnicismos y lenguaje ininteligible, a Catalunya le ha sido asignado el 1,58% de toda la riqueza que produce. Esa proporción del producto interior bruto (PIB) es la diferencia máxima que puede asumir entre lo que ingresa y lo que gasta, y ni un euro más. Por cierto, luego habrá que financiar esa cifra, pero eso es a posteriori.
No habrá más porque el Gobierno que dirige la derecha española ha decidido que así sea en el reparto territorial establecido del déficit público español. Es un revés en toda regla a las aspiraciones de Artur Mas y de su partido, la derecha catalana, que pensaba en cifras superiores para gobernar con el aliento de ERC en el cogote.
¿Es un golpe a Catalunya, una discriminación para sus ciudadanos, etcétera [añadan las críticas estereotipadas de cualquier nacionalista que se precie]? Discutible. Estamos hablando de políticas de gasto y eso es algo que, aunque algunos gurús de la economía identitaria lo formulen como verdades absolutas, forman parte del estira y afloja, de las diferentes formas de entender y controlar la administración pública y de cuáles son sus límites territoriales. Política, dicho sea de paso, que a veces nos olvidamos de su existencia. Lo que no admite debate es que la derecha catalana se ha llevado un nuevo revolcón en sus aspiraciones desde que decidiera divorciarse de su homónima mesetaria. Esa separación también nos está costando recursos (no he escrito dinero) a los ciudadanos.
Causa cierta desazón lo que pueda suceder a partir de ahora en Catalunya. Todavía más después de leer el último libro del periodista Ramón de España, una de las plumas afiladas de la Barcelona contemporánea (tan afilada como estratégicamente marginada por el establishment), que lleva por título El manicomio catalán. Reflexiones de un barcelonés hastiado. Fue una recomendación literaria de Jordi Dagà, un buen amigo, de los que arrancó en la izquierda hace muchos años y sólo se ha movido a la derecha en lo gastronómico.
El libro me ha sorprendido. Por su crudeza argumental, por la clarividencia en el análisis y, finalmente, porque como le sucede al autor uno tiene una cierta sensación de hastío, de cansancio, de hartura intelectual con su propio país. Hay otra idea que comparto y que muy pocos hemos tenido la valentía de sostener en los últimos años: la gran responsabilidad de lo que sucede en Catalunya no hay que ponerla en el activo de las actitudes mesiánicas de Jordi Pujol y/o Artur Mas después. En absoluto se merecen tanto mérito. Debe atribuirse a la izquierda en general y al PSC en particular. De aquellos polvos de las dos almas y otras lindezas, que sólo mostraban acomplejamiento ante la derecha pura sangre, estos lodos de nacionalismo sistémico y esquizofrénico al que nos vemos enfrentados. Dicho queda.
Les recomiendo fervorosamente el libro si desean practicar algo de gimnasia cerebral. Lo agradecerán. Pero, en cualquier caso, si están de vacaciones, les ruego y recomiendo que se liberen de ese manicomio catalán que nos envuelve. Piensen que dentro de unas semanas estaremos en septiembre, y llegará su día 11. Entonces, el regreso ya será definitivo. Así, pues, y en la medida en que su vecino del ascensor se lo permita, relajen el intelecto tanto como sea posible que la vuelta será dura, muy dura. Lo dicho, feliz verano.
TRATAMIENTO SEMANAL DE CHOQUE:
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Supositorio matinal >> A los empresarios que mantenían sus empresas sin rascarse jamás el bolsillo. ¡Qué tiempos aquellos de total apalancamiento! Pues ahora eso, y es una consecuencia positiva de la crisis, ha cambiado. Dos refinanciaciones de las últimas horas han obligado a los propietarios a rascarse el bolsillo. Por un lado, Ros Roca, a quien los 11 bancos le han pedido una ampliación de capital de 10 millones de euros (en diciembre pasado Ramon Roca suscribió otra de idéntico importe) para firmar la refinanciación. En COMSA EMTE ha sucedido lo mismo: las familias Miarnau y Sumarroca deben poner 40 millones encima de la mesa para obtener la prolongación de los créditos de la banca. No está mal que el riesgo sea un asunto compartido, pero de verdad.
Supositorio nocturno >> Para los empresarios viejos-progres, una clasificación que me sale de varios contactos de los últimos días. Son hombres de negocios que aún mantienen en su lenguaje que fueron progres, que querían la revolución, alguno incluso evoca a Mayo del 68… No jodamos, con perdón, que a los 60 o más no está bien hacerse trampas al solitario. Veinte años de mochila, Vespa, latas de conservas, algún libro rojo y varios conciertos de cantautor no valen para compensar 40 años de servicio doméstico, chófer, ganancias estratosféricas, restaurantes con estrellas Michelin, etcétera. Que luego vayan a ver a Mark Nkopfler a Cap Roig no les exime de nada, ni los vuelve libertarios de repente ni es un tratamiento anti-aging gratuito.