El infantilismo de la izquierda que representa Colau
Sin excesos. En muchas ocasiones los extremos se tocan, y con la alcaldesa Ada Colau se generan debates que sólo ofrecen algunos titulares, pero que no aportan nada. Sin embargo, no se debe evitar la crítica. Ada Colau reclamó a los militares que se encontraban en el Saló de l’Ensenyament que abandonaran el recinto, — «hay que separar los espacios»– para cumplir con la declaración institucional aprobada en el pleno del Ayuntamiento de Barcelona a instancias de la CUP.
En ella se conminaba a Ensenyament a que realizara todas las gestiones necesarias con Fira de Barcelona para «no permitir la representación de instituciones militares en el Salón del Ensenyament ni en otro espacio educativo».
La cuestión no es que Colau invitara a los militares presentes a marcharse, sino la propia declaración institucional, que carece de todo sentido en marzo de 2016. Recordar las fechas viene bien, de vez en cuando. La iniciativa se aprobó a partir de la petición de la CUP, uno de los apoyos de Colau en el consistorio, aunque la fuerza política de izquierda rechaza ser un socio estable. La declaración tiene implítico un presupuesto: las fuerzas militares son horrendas, no interesan, no son compatibles con la democracia, son estéticamente rechazables, sus valores no son los de una ciudad gobernada por la izquierda, que está por la igualdad social. Todo eso se trasluce de las palabras y los gestos de Colau, lo que demuestra una idea, como mínimo, muy anticuada del propio Ejército y con claros prejuicios sobre su actual papel en España.
El Ejército está presente en el Saló de l’Ensenyament para mostrar su oferta formativa. Los ejércitos participan en todas las ferias de enseñanza internacionales. Son una vía para encontrar trabajo, con la posibilidad de aprender oficios que son válidos también en la vida civil. El Ejército español es profesional, está sujeto a las leyes de un estado democrático como España, y la dictadura franquista se acabó con las primeras elecciones democráticas en 1977. Insistir en lo contrario, en reflejar que España apenas ha cambiado, y que el Ejército es algo abominable, por parte de una parte de la izquierda, la que se declara radical, puede ser tildado con muchos adjetivos, pero basta decir que es absurdo.
La izquierda que se declara radical, que ha emergido en partidos como la CUP, o Barcelona en Comú, o en Podemos, pretende conectar con la transición. Precisamente, con el objeto de denunciar los acuerdos alcanzados. Se trata de una especie de extraña conexión con los partidarios, en aquel momento, de la ruptura frente a la reforma. Y con ello se han asociado a una estética y unos prejuicios.
Colau aseveró este jueves que se trataba de una falsa polémica, y que algunos partidos habían exagerado el supuesto conflicto. No, el hecho es que los militares se fueron del recinto. La oferta de formación se mantiene en el Saló d’Ensenyament. Se trataba de no ver los uniformes.
Y la paradoja es que no puede haber una mejor imagen en la España de 2016 que la de unos militares saludando a la alcaldesa de Barcelona, aprovechando que hacen promoción de su stand en el certamen. ¿Qué diríamos si hubiera ocurrido en Estados Unidos? Son ciudadanos que cumplen su papel, en una sociedad democrática, y que son el garante de la defensa de un país.
¿Tan difícil es entender que España es otro país al de la transición, donde, ciertamente, el Ejército puso muchos condicionantes a la democratización del país? ¿Tan difícil es admitir el papel de muchos militares que jugaron, precisamente, a favor de la democracia, en contra de la cúpula?
¿Por qué no lee Colau –igual lo leyó en su día, perdón– Las Torres del honor, (Destino) del capitán del ejército Gabriel Cardona? Dejemos a un lado, de una vez, los prejuicios y las poses estéticas.