El inesperado heredero de Angela Merkel
Olaf Scholz ha planteado una campaña de tono bajo en la que lejos de vender el programa electoral del SPD, se está dedicando a pasar lo más desapercibido posible
No podía pasar pero está pasando. Era imposible pero está sucediendo. Nadie lo creía hace poco más de una semana pero todas las encuestas serias que han sido publicadas en Alemania, a poco menos de un mes de las elecciones del próximo 26 de septiembre, dicen con claridad que el aspirante que tiene más posibilidades de suceder a Angela Merkel y de alcanzar la Cancillería del país que ejerce de locomotora de la Unión Europea no es otro que el -aquí- desconocido candidato del SPD y actual vicecanciller, Olaf Scholz.
La inesperada noticia ha debido pillar en pleno despiste veraniego a los columnistas y editorialistas de los grandes diarios de nuestro país ya que, si bien la mayor parte de los mismos (prudentes ellos) no han escrito una sola línea sobre este prodigio, los pocos que se han atrevido a hacerlo no han pasado de arrimar el ascua a sus exiguas sardinas, tratando de vender estos sondeos como la señal inequívoca del renacimiento de la socialdemocracia alemana y por ende de la europea. Nada más lejos de la realidad.
Hace escasos meses, las posibilidades de victoria de los socialdemócratas, cómodamente situados en tercera posición en los sondeos tras los democristianos de la CDU-CSU y unos sorprendentes verdes que llegaron a superar el 20% de intención de voto en algunos de ellos, eran tan lejanas como una bajada del precio de la luz en nuestro país. Pero, los dramáticos errores de sus rivales, Armin Laschez (CDU) y Annalena Baerbock (Los Verdes), empeñados el primero en marcar perfil propio alejándose incomprensiblemente de la poderosa sombra protectora de Merkel y la segunda en ahuyentar a su propio electorado mediante propuestas eco-radicales, han obrado el milagro de la remontada de Scholz.
Porque es Scholz quien está remontando, no su partido, de tal suerte que en estos momentos la marca del SPD que le acompaña en sus carteles electorales es más un problema que una fortaleza para el ex-alcalde de Hamburgo. Un problema que le puede costar casi un 10% de los sufragios si atendemos a un sondeo publicado la semana pasada. Según el sondeo, el 41% de los encuestados votaría por Scholz, frente al 16% que optaría por el sucesor de Merkel en el centro-derecha, Laschez, y el 12% que elegiría a la candidata de Los Verdes.
Aprovechando estos errores, Scholz ha planteado una campaña de tono bajo, en la que lejos de vender el programa electoral del SPD, se está dedicando a pasar lo más desapercibido posible, pasando de puntillas sobre los grandes temas de la agenda política alemana y limitándose a reivindicar el legado simbólico de su rival ideológica y, sin embargo, compañera de gabinete en la Grosse Koalition Angela Merkel. Se presenta sin decirlo como sucesor, robándole incluso sus gestos más característicos.
Y para que conozcan mejor a Scholz, solo un pequeño detalle relatado por Raúl Gil Benito, especialista en política alemana y autor junto con Franco Delle Donne del maravilloso podcast ‘El fin de la era Merkel‘, atentos:
“Robin Alexander, periodista del diario alemán Die Welt escribió en su libro Machtverfall que siempre tuvo una confianza absoluta tanto en sus posibilidades para llegar a la Cancillería como en la viabilidad de su plan para alcanzarla incluso cuando las encuestas dejaban al SPD por los suelos, no se cansaba de repetir: ‘Cuando los alemanes se den cuenta de que Merkel ya no estará más, me vendrán a buscar a mí. Eso sucederá cuando en los carteles de la calle ya no esté su cara‘»
El resultado de esta estrategia lo veremos en pocas semanas, pero de momento ya podemos decir que, de producirse, ni la medalla de la victoria electoral podrá colgársela en ningún caso la nomenclatura del SPD, ni significará en ningún caso una nueva primavera socialdemócrata. Será la victoria de Scholz, solo de Scholz, nada más que de Scholz.