El independentismo de cuatro cabezas

En la crisis del Govern existe un ganador. Es Pere Aragonés que demuestra entender qué significa ser líder

La novela bufa en la que ha entrado la política catalana tiene ya un argumento tan complicado que precisa de una guía de seguimiento para no perderse. Y eso ocurre a cinco años del supuesto día más importante de la Historia de Cataluña.

El denominado procés ha logrado dividir al país, destrozar la imaginada herencia del famoso 1 de octubre y partir por la mitad al gobierno que dice defender ese legado. Un completo, vaya.

La situación es tan estrambótica que la fuerza política que impulsó la moción de confianza en el Parlament con el Gobierno de Pere Aragonés rechazó la moción de confianza. Bis, bis. Claro que estaba propuesta por el PP y no por ellos, o sea JxCat. Aquí las mociones van no por la confianza, sino por las mociones, que deben ser diferentes, aunque el objetivo sea el mismo.

Pero puede que esta situación tan torticera y extravagante esconda claves de poder que son interesantes de desmenuzar, aunque se alejen de los titulares que tanto nos gusta leer.

Existe un enfrentamiento encarnizado por demostrar qué tipo de independentismo funciona mejor

Primero, existe un enfrentamiento encarnizado por demostrar qué tipo de independentismo funciona mejor. Uno es el alocado que se asemeja a las técnicas utilizadas el 1 de octubre. Tensión contra el Estado y caña. El otro busca la racionalidad y vías de solución a través de una escenificación de diálogo, aunque casi nadie esté convencido de ello.

Las rutinas han cambiado. Mientras que en los años 2017 o 2019 els carrers eran nostres y todo se supeditaba a la cantidad de movilización en la calle, ahora esa agitación ya no sirve, y sólo salen a los espacios públicos aquellos que tienen un sueldo al servicio de la causa o convencidos robóticos.

Así se trata de descubrir qué independentismo funciona mejor: el pragmático o el mágico. Y de momento parece que en esto funciona mejor el primero. Los días de las ilusiones han pasado.

Segundo, y más complicado, o sea para nota, debe explicar qué cosas están ocurriendo en la derecha nacionalista catalana, aquella que cambio el “peix al cova” por el procesismo, y que equilibrio de fuerzas se están forjando. Si, efectivamente, el estilo negociador de Aragonés se está imponiendo al mágico, puede que sea el momento de tocar con los pies en el suelo y buscar vías más lógicas para gestionar la cosa pública.

La derecha a la que nos referíamos la podríamos estructurar en tres puntos y medio: la de Jordi Turull, la de Laura Borràs y la de Jaume Giró. Atención a este nombre. El medio punto que revolotea entre unos y otros es el influjo lunar de Carles Puigdemont. Su fuerza va por barrios. Algunos consideran que sigue moviendo casi todo, otros que cada día que pasa pierde su áurea ya imperceptible.

Así se trata de descubrir qué independentismo funciona mejor: el pragmático o el mágico. Y de momento parece que en esto funciona mejor el primero

Existiría otra cuarta familia que en estos momentos compone la parte del Gobierno de Pere Aragonés y que entiende que su trabajo es bueno, dedicado, meticuloso y que tiene poco sentido abandonarlo. Así se sienten los consellers que no entenderían una renuncia a sus cargos porque el aparato del partido lo pida. Aparato que, por otro lado, tampoco tiene las ideas claras. Solo hay que visualizar el vídeo de la comparecencia de Albert Batet, el diputado que anunció la moción de confianza desde el estrado del Parlament, para percatarse de que ni él mismo tenía claro cómo y de qué forma iba a solicitar la moción de confianza.

Pero en todo desconcierto hay posibilidades para los más listos. Y estos estarían aprovechando el momento para construir una nueva línea política que se parecería a la antigua convergencia de la que ya hemos escrito en esta serie de artículos.

En este tremendo follón existe un ganador. Alguien que se consolida en la presidencia de la Generalitat como líder, aunque sus compañeros de gobierno les escueza. Es Pere Aragonés que demuestra entender qué significa ser líder.

Cansado de seguir el trazo que iba dejando JxCat, optó por superar al galgo por el interior y, ante la demostración de fuerza de unos, demostrar que el presidente es él. La jugada le ha salido bien. Cierto que será abucheado y criticado en la calle durante los próximos días. Pero un día la calle grita y otro canta. Sólo hay que observar cómo varía el sonido del 1 de octubre.

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