El incalculable precio de los indultos
Sea cual sea el objetivo oculto de los indultos que tiene en mente el Gobierno, el precio que la sociedad española tendrá que pagar es demasiado alto
Me niego a pensar que Pedro Sánchez y todo su gobierno son unos cándidos crédulos así que si Sánchez dice que concede los indultos para pasar página y Aragonés dice que la única solución es el referéndum de autodeterminación, descartada la idiocia gubernamental debemos concluir que estos indultos tienen una agenda oculta que desconocemos.
Pedro Sánchez y toda la corte que apoya, con entusiasmo, los indultos aducen, sin motivo alguno, que los mismos producirán una desinflamación de la tensión social en Cataluña. Eso no se lo cree nadie. La liberación de los políticos independentistas generará una ola de fervor nacionalista y reaviva las brasas de la esperanza de que hay una vía insurreccional fuera de la Constitución para conseguir la separación.
Vamos a vivir homenajes al estilo batasuna en todos los pueblos de Cataluña donde los condenados e indultados serán jaleados en el fragor de la segunda oportunidad para conseguir lo que en el ‘17 rozo el larguero, la independencia.
Sánchez alega que el espíritu constitucional incluye el perdón en aras del reencuentro entre catalanes, pero los liberados no aspiran a reencuentro con nadie que no sea con sus propios objetivos resumibles en uno: la reactivación de las leyes de desconexión de septiembre del ‘17 que son el paso previo a la separación.
El Presidente del Gobierno y todos los analistas que forman el numerosísimo coro proindultos teorizan sobre la división que dentro del bloque independista generan los indultos y fían el éxito de su autoproclamada sagaz estrategia a la cizaña, que según ellos, los indultos generaran entre lo que consideran separatistas moderados, o sea la ERC liderada por Mandela Junqueras y el separatismo radical del dúo Puigdemont-Borras.
Esos sesudos analistas son los mismos que en septiembre del ‘17 afirmaban que la sangre no llegaría al río, que la declaración unilateral no se llevaría a cabo, que solo era un pulso al Estado. Son los mismos que creen que la sentencia es injusta y son los que olvidan que ERC y Junts no compiten por el centro moderado sino por la radical pureza separatista.
El entorno independentista mediático, social y de poder está envalentonado, se sienten ganadores, y efectivamente lo son, y afirman ufanos que no es suficiente con la propuesta que les realiza Sánchez-Illa-Iceta de volver a 2006 para retocar el Estatut y votar sobre la reinclusión en el mismo de las competencias que el Tribunal Constitucional declaro inconstitucionales. En eso los independentistas tienen razón, no se puede volver ni queriendo a 2006.
Desde entonces hasta hoy Cataluña se ha debilitado, su peso económico en el conjunto de España se ha reducido, lo mismo ha sucedido con el peso mediático, investigador y cultural. Gran parte del daño ya está hecho, ojala pudiéramos volver a la casilla de salida. Es una obviedad que a menos España en Cataluña ha habido menos libertad, es lo que Jordi Canal describe con precisión en su magnifico libro “25 de julio de 1992, la vuelta al mundo de España”.
Lo peor de los indultos está por venir. Para Felipe VI es una desautorización de su impecable discurso de la dramática noche del 3 de octubre y el debilitamiento de la Monarquía es la desestabilización de España como país con las consecuencias económicas y sociales que dicha desestabilización supone.
La concesión de los indultos lanza un mensaje internacional de país débil, nos convierte en una especie de Imperio Austro-Hungaro del siglo XXI o de una Yugoslavia por ahora no sangrienta. La debilidad internacional siempre es aprovechada por nuestros aliados-competidores europeos para ocupar espacios donde antes España era influyente, lo de Marruecos es un ejemplo.
Finalmente, y lo más importante, reavivar el fuego de la independencia mediante la concesión de indultos rehabilitadores, reanimar a los sediciosos a perseverar profundiza el foso oscuro de fuga de empresas y caída de inversión exterior en Cataluña que tiene como resultado el empobrecimiento de todos y cada uno de los catalanes, separatistas o no.
Es posible que el acuerdo secreto entre republicanos y socialistas sea el de apoyarse mutuamente en la Carrera de San Jerónimo y la Ciutadella, pero es una certeza que es un coste muy elevado, inasumible que hemos de pagar todos para que unos pocos disfruten de las mieles del poder.
Cuando el tiempo se acabe y ERC diga que referéndum o nada los mismos que el lunes aplaudían a Sánchez en el Liceo no tendrán a quien acudir para que les rescate de la sinrazón de lo que ya vivimos y nos tocará volver a vivir.