El impuesto como arte confiscatorio

En el impuesto subyace una filosofía del pecado que culpa y castiga a quien ha logrado enriquecerse y/o ahorrar

No hay Estado del bienestar sin impuestos. Pero, todo tiene su límite: a impuestos altos, reducción del incentivo económico e ingresos fiscales -la curva de Laffer es implacable- menguantes. Y adiós al Estado del bienestar.  

Los gobiernos –especialmente si son de izquierdas- tienen la solución: más impuestos. Eso sí: impuestos progresivos. Que paguen los más ricos, los que más ganan, los que más tienen y blablablá. No se olviden de los que más ahorran y de los que tienen la mala suerte de recibir una herencia.    

¿Por qué no fomentar la inversión económica eliminando la progresividad fiscal?

El impuesto progresivo –con frecuencia raya la confiscación- penaliza el esfuerzo. Paradoja: no merece la pena arriesgar capital y esfuerzo para obtener un mayor beneficio, porque la progresividad impositiva disipará parte del beneficio. Corolario: no sale a cuenta invertir más y trabajar más.

Así las cosas, teniendo en cuenta que no queda más remedio que pagar impuestos, ¿por qué no fomentar el esfuerzo y la inversión económica eliminando, reduciendo o limitando la progresividad fiscal e instaurando un tipo máximo no confiscatorio?

Dos poderosas razones para ello

1. El impuesto confiscatorio cuestiona la subsistencia de determinadas empresas con lo que implica de pérdida de lugares de trabajo. Por cierto: así se recaudan menos impuestos.

2. El impuesto confiscatorio limita el crecimiento de la inversión y facilita la fuga de empresas: ¿o es que no hay empresas que huyen de los países con un elevado impuesto de sociedades?  

Pese a ello, los gobiernos insisten: sobreimpuesto diésel, tasa Google, más cotización de  autónomos, impuesto a la banca y a las transacciones financieras, aumento del impuesto de sociedades, armonización de los impuestos de patrimonio, sucesiones y donaciones.

Muy probablemente, en el impuesto -confiscatorio por definición- subyace una filosofía del pecado que culpa y castiga a quien ha logrado enriquecerse y/o ahorrar.

Y todo pecado acarrea su castigo. Su penitencia. El castigo y penitencia del enriquecimiento y el ahorro es el impuesto. El impuesto como mortificación.    

Hoy podría escribirse un ensayo titulado ‘Del impuesto considerado como una de las bellas artes

Díganme exagerado, pero hemos llegado a un punto en que la filosofía del impuesto, en la Unión Europea, no así en los Estados Unidos, tiene algo ver con la obra de Thomas de Quincey.

Si el británico escribe un ensayo en clave de humor sobre la estética y perfeccionamiento del crimen, que reprueba –Del asesinato considerado como una de las bellas artes 1827-; hoy podría escribirse un ensayo titulado Del impuesto considerado como una de las bellas artes.

El material para el ensayo: el impuesto confiscador que penaliza el parking de las superficies comerciales, la tasa Tobin que el mismo economista repudió, el ‘impuesto al sol’ –felizmente derogado- que gravaba el autoconsumo energético, el de sucesiones que canoniza la doble imposición. Y más.

El índice del ensayo podría ser el siguiente

1. Breve historia de una metamorfosis: del diezmo feudal al impuesto progresivo actual.

2. El trabajo genera riqueza y el Estado la confisca vía impuestos.

3. El impuesto desincentiva el trabajo y el ahorro, porque a pocos les gusta trabajar gratis o ver cómo se confisca la riqueza propia.

4. El impuesto desincentiva la investigación, el desarrollo y la innovación, porque pocos están dispuestos a que el Estado se apropie, por decreto, del ingenio y la inversión propias.     

5. El aumento del impuesto, y la creación de nuevos impuestos, no genera necesariamente una mayor recaudación por parte del Estado. Con frecuencia, ocurre lo contrario. Siendo ello así, ¿por qué aumentar los impuestos o crear de nuevos? 

6. La confiscación del dinero ‘de los ricos’ y los ahorradores no supera la pobreza de la población, sino que la cronifica por la vía de la subvención.   

7. El impuesto empobrece ‘a los ricos’ y ahorradores que ya no podrán ser confiscados a menos que consigan enriquecerse o ahorrar de nuevo como fruto de su trabajo y esfuerzo.

8. La reducción de impuestos suele conllevar la creación o domicialización de nuevas empresas, el aumento salarial, y una mayor recaudación fiscal por parte del Estado.

9. El impuesto es un instrumento al servicio de los intereses electorales –clientelismo- de los partidos políticos.

10. No existe una correlación directa entre el aumento de los impuestos y el aumento de las prestaciones sociales.

Casi se me olvida. El ensayo iría precedido por la conocida cita de Daniel Defoe que, después, hizo suya Benjamin Franklin: “En este mundo nada puede ser dicho con certeza, excepto la muerte y los impuestos”.      

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