El imperio gay, la estelada y la España oscura del PP
En mi barrio de Chueca, las declaraciones del cardenal Antonio Cañizares sobre el «imperio gay» se han hecho virales. Por si Alcuino lo desconoce, Chueca tiene una gran tradición entre el universo gay. Es un barrio tranquilo, sosegado y apacible. Los fines de semana se anima mucho.
Sostiene el cardenal que la familia cristiana está en peligro por este colectivo que llama «imperio» y también por las organizaciones feministas que tienen el atrevimiento de reivindicar la igualdad de las mujeres y los hombres.
Hay algunas cosas que hacen que siga vigente el viejo eslogan de «España es diferente». Somos únicos en la vieja Europa en algunos acápites de los derechos humanos. Y en los momentos actuales hay indicios claros de un retroceso hacia esa vieja España que creíamos desaparecida. La religión católica se sigue enseñando en los colegios en vez de hacerlo en las iglesias o catequesis.
En lo que va de año, solo en Madrid se han producido más de medio centenar de agresiones homófobas. Palizas, agresiones verbales y vejaciones. En este contexto, las manifestaciones de Cañizares son muy poco cristianas; incluso podrían considerarse como una incitación a la discriminación y a la violencia contra los miembros del colectivo gay. No han tenido demasiada respuesta. Y no he oído ninguna reacción de miembros del Partido Popular.
En mis tertulias de Chueca hay indignación. Como era previsible, se ha hablado del oscurantismo sexual de los sacerdotes, algunos de los cuales resuelven las prohibiciones que padecen recurriendo a la pedofilia. El Papa Francisco ha llamado a capítulo al obispo y hay quien sostiene que podría recibir alguna sanción del Vaticano.
En la misma semana, la delegada de Gobierno en Madrid, Concepción Dancausa, se tomó el atrevimiento de dictar la prohibición de que los asistentes al partido de final de la Copa del Rey en el campo de Vicente Calderón pudieran acceder al recinto portando la bandera llamada estelada, una enseña derivada de la bandera catalana que tiene una estrella. Es la que han adoptado como suya los independentistas catalanes.
El razonamiento se apoyaba en la ley del deporte que prohíbe el acceso a los estadios deportivos con enseñas que inciten al odio, el racismo, la xenofobia. Además ha declarado que la citada bandera es ilegal.
No hay ningún precepto que señale esa ilegalidad. Y lo que en democracia no es ilegal no puede prohibirse. El juez Jesús Torres Martínez, titular del juzgado contencioso administrativo número once de Madrid, tumbó cautelarmente la prohibición, que ha quedado sin efecto.
No hay mejor método para impulsar algo que prohibirlo. Si además la justicia quita razón a la prohibición, el efecto será justamente el contrario. Se trata pura y llanamente de libertad de expresión. El ridículo hecho por el gobierno con este asunto es apoteósico.
Llueve sobre mojado en la campaña electoral del Partido Popular. Esta semana también hemos podido acceder a una parte importante del sumario por el caso Púnica. Cada detalle es más obsceno que el anterior y certifican la imposibilidad de que los dirigentes del PP de Madrid desconocieran la organización criminal que tan libremente actuaba en su seno. También otros detalles de las andanzas de Alfonso Rus. Aquel político valenciano al que Mariano Rajoy declaró su amor por él, como había hecho con Rita Barbera.
Las terminales mediáticas del PP han logrado establecer una victoria casi segura amparando en la campaña del miedo contra los «radicales». En varios videos de carácter inequívocamente electoral se ofrecen como garantía contra la corrupción y el amiguismo en las contrataciones públicas de esos radicales entre los que pretenden incluir al PSOE. En todas las tertulias se repite el argumentarlo como si fuera el catecismo del padre Ripalda o la lista de los reyes godos.
Con semanas como esta que estamos acabando se hace difícil creer que hechos como estos no deterioren las expectativas del PP: incluso su pretendida garantía contra la repetición de la «herencia recibida» casa mal con la situación actual de la deuda, que ha sobrepasado el cien por cien, cosa que no ocurría desde 1909.
La Comisión Europea le ha puesto una multa al gobierno español de 2.500 euros por el incumplimiento del déficit. Y José María Aznar le ha vuelto a dar una colleja a Mariano Rajoy por su política económica. Sostiene quienes apoyan al PP que ya nada puede deteriorar las expectativas del PP.
Yo tengo mis dudas. Si en vez de hacer política para combatir democráticamente el independentismo, lo alimenta. Si le multan en Europa. Si no hay válvulas para contener nuevas noticias sobre la corrupción, no parece razonable que algunos o muchos de los votantes que le quedan terminen por abandonarle.
Es cierto que Cañizares no es miembro del gobierno ni del PP. Pero ha formado parte de las campañas de sus gobiernos. La delegada del Gobierno en Madrid no ha dimitido. Rita Barbera no ha sido apartada del partido. Demasiados signos de que el proyecto del PP pertenece al pasado. Puede que se lleve un susto el 26 de junio.