El idiota de Dostoyevsky y el ‘procés’
El 'procés' ha estado marcado por la confusión al etiquetar a unos y otros miembros, en función de la trinchera en la que se han colocado
Durante los seis primeros años del procés (2012–2018), ha habido una cierta confusión al etiquetar a unos y otros. A los partidarios o detractores del movimiento que ansían o repudian la independencia de Cataluña.
Puestos a registrar, a los partidarios del procés se les denomina con términos como “procesistas”, “nacionalistas”, “independentistas”, “secesionistas” o “separatistas”. Por su parte, a los detractores del procés se les denomina como “españolistas”, “unionistas”, “constitucionalistas”, “traidores” o “botiflers”.
Vale decir que, en uno y otro bando, existe también una subclase de individuos –dicho sea en el sentido técnico utilizado por la lógica o la zoología- tildados de “radicales”, “catalanufos”, “tractorios”, “fachas”, “tabarneses“ o “españolazos”.
Por aquello de levantar acta de la semántica del procés, habría que referirse también a otras subclases –aplicables a partidarios o detractores del procés – que clasifican a unos u otros como “de toda la vida”, “sobrevenidos”, “oportunistas”, “transeúntes” o “coyunturales”.
Y en eso –en plena confusión terminológica- que llega un mosso con la ya conocida y mítica frase: “¡Qué república ni que cojones! ¡La república no existe, idiota!”. La frase del mosso en cuestión tiene una doble virtud que los analistas y estudiosos del procés deberían agradecer muy mucho.
En primer lugar, la frase resume y sintetiza con brillantez la esencia de lo ocurrido en Cataluña. A saber: el nacionalista es un farsante, el independentista un tramposo y el procés un engañabobos.
En segundo lugar, la frase facilita en grado sumo la tarea de analistas y estudiosos al conceptualizar a una parte de los actores del procés.
A partir del discurso del mosso –un auténtico relato en solo diez palabras-, ya sabemos que en el bando del procés hay “idiotas”. Pero –ahí radica la cuestión-, ¿qué es un idiota en el marco del procés?
En mi opinión, no hay que entender el concepto en su significado patológico, porque la idiocia –un coeficiente de inteligencia entre 0 y 24- no tiene que ver con el actor “procesista”.
En mi opinión, hay que entender el concepto en el significado literario que definió Fiódor Dostoyevski en su novela –probablemente, uno de los primeros y mejores tratados de psicología- El idiota (1868).
El idiota del que hablo no es el tonto, ni el imbécil, ni el malvado, ni el demente. El idiota –el príncipe Myshkin de Fiódor Dostoyevsky- es la persona cándida, víctima de los chantajes de los resentidos, oportunistas, arribistas y arrogantes que le rodean. Como ocurre en Cataluña.
(Entre paréntesis: cosa que no impide que entre los myshkins “procesistas” exista un número indeterminado de individuos –igualmente resentidos y demás- que también chantajee a sus compañeros de viaje secesionista)
El idiota lo es –refiere el escritor ruso-, porque perdona la roñería y egoísmo que le presiona, se sacrifica, y no rectifica por temor al “error” y por el miedo a la reacción de un entorno mezquino. El idiota lo es por su candidez y mansedumbre. Como ocurre en Cataluña.
Vale añadir que, después de El idiota, Fiódor Dostoyevsky escribió Los demonios (1873). Novela que habla del nihilismo, la devoción por las causas obscuras, la ligereza, los actos gratuitos y la crisis de valores y normas.
Después de la idiotez del príncipe Myshkin, aparece el nihilismo sectario del iluminado Nikolai Stavroguin erigido en juez supremo. Sobreviene el desorden, la fractura social y la lógica destructiva de quien está insatisfecho con el mundo y consigo mismo. ¿Les suena?
Dice uno de los personajes de Los demonios: “La finalidad de todo movimiento de un pueblo, en toda nación y en todo periodo de su vida, es únicamente la búsqueda de su dios, irremisiblemente suyo, y la fe en él como en el único verdadero. Dios es la personalidad síntética de todo el pueblo, tomado desde el principio hasta el fin”. ¿Les suena?