El Ibex y Rajoy, ¿amigos o enemigos?
Cuidado. La desaceleración de la economía china parecía un argumento fácil, la explicación a las caídas de las bolsas, y el razonamiento sobre el pobre crecimiento de las economías occidentales.
Era una respuesta pobre, porque es cierto que los automatismos de los inversores provocan el alza y el derrumbe de los valores bursátiles. Todo está en manos de unos cuantos fondos de inversión, que pueden mover todo el Ibex a su antojo. Pero hay otros factores latentes.
Sí, es cierto que debemos considerar que la economía global puede caer, de nuevo, en una situación preocupante. El Ibex cerró este martes por debajo de los 8.000 puntos, por primera vez en treinta meses. Los descensos se produjeron en otras bolsas europeas. La gran preocupación se centra en lo que Roubini –uno de los gurús que anunció la crisis financiera de 2007– ha llamado la «nueva anormalidad de la economía mundial».
Y es que, a pesar de que los banqueros centrales de todo el mundo, –el europeo llegó en el último momento, para añadirse a la Reserva Federal de Estados Unidos, y a los bancos centrales de Japón y del Reino Unido–, han dejado los tipos de interés prácticamente al 0%, no se ha podido provocar una inflación suficiente.
El capitalismo necesita siempre un pequeño porcentaje de inflación, para realizar inversiones, para pensar en el futuro y plantear acciones a medio plazo. Pero, lejos de esa inflación, lo que tenemos es una cercana deflación, acelerada por el descenso del precio del petróleo. Los más ortodoxos aseguraban que esas políticas expansivas de los bancos centrales provocarían una hiperinflación, y que sería un problemón. ¿Dónde está esa hiperinflación?
Con tasas de desempleo todavía muy altas, los trabajadores, como apunta Roubini, han perdido poder de negociación. En España se dibujó un cierto debate sobre si era necesario o no subir el salario mínimo en la campaña electoral de las elecciones generales, y, a la espera de un posible acuerdo de gobierno que lo pueda recoger, parece que se ha difuminado.
Ello implica que la inflación queda lejos. Y eso es terrible para países que presentan una enorme deuda pública, porque esa deuda, aunque se goce de tipos de interés bajos, no pierde valor, el que se perdería con tasas de inflación cercanas al 3%, por ejemplo, considerada por los expertos como más que recomendable, diga lo que diga el Banco Central Europeo, cuya misión es que no pase del 2%.
No se debe perder de vista la situación geopolítica, y los conflictos en el seno de los países árabes, que mantienen el control del petróleo, y la pugna entre ellos y Estados Unidos, que ha logrado ser el primer productor de petróleo del mundo, con sus inversiones en nuevas técnicas de extracción.
Pero, ¿qué pasa además en España? En este escenario convulso, –se consideraba que se había superado la crisis, en toda Europa, con esas políticas expansivas que podrían acabar en nada– España no tiene gobierno. No hay que alarmarse, porque todos los países se merecen un tiempo para que los partidos políticos negocien y lleguen a acuerdos de gobernabilidad. Pero lo que se vislumbra no es del agrado de los inversores, ni de nadie que quiera establecer planes económicos.
Y aquí llega la cuestión. Mariano Rajoy tiene un dilema. Si Pedro Sánchez sigue limando asperezas con Ciudadanos y Podemos, en una hábil estrategia que le permite ganar tiempo para que sean los otros los que se atrevan a romper la baraja, y tiene a su alcance la presidencia del Gobierno, ¿qué debe hacer Rajoy?
Algunos empresarios han comenzado a valorar la necesidad de que el PP se abstenga. Porque otras elecciones significarían dejar al país sin gobierno hasta, por lo menos, pasado el verano.
Las empresas del Ibex, que están viendo como pierden valor cada día que pasa, conscientes de las dificultades de la economía global, pero también sabedores de que el factor político interno es determinante, pueden presionar a Rajoy a que dé el paso necesario.
Para el PP no sería desastroso, siempre tendrá la sartén por el mango de la política española desde la oposición, al ser el partido que ganó las elecciones. Cualquier gobierno que se forme deberá contar con el PP para las grandes reformas que se puedan plantear.
En esa tesitura, ¿es el Ibex amigo o enemigo de Rajoy en estos momentos?