Con la defenestración de Sánchez, el PSOE aún no toca fondo. Al contrario. Una vez reventado el grano, el pus va a seguir saliendo en el interior del partido durante una buena temporada. Véase si no, como, al hilo del cambio de situación, en Galicia se reavivan los graves conflictos existentes para saldar cuentas pendientes. La gestora gallega queda paralizada y es muy probable que las réplicas al terremoto de Ferraz se lleven por delante a Leiceaga, que fue candidato a presidente, pero no lidera el partido.
El terrible comité federal del sábado acabó con ganadores y perdedores. No hubo pacificación, ni acuerdo, ni consenso. Por más que los altavoces mediáticos de la operación de derribo intenten mantener la imagen inmaculada de Susana Díaz como solución de futuro, lo cierto es que ella también forma parte del problema. Difícilmente se la podrá presentar como costurera providencial y neutral para «coser» o pacificar el partido.
Dice Odón Elorza, el exalcalde donostiarra, que las hostilidades internas se desataron hace un año. El hecho de que ni siquiera durante la campaña electoral se declarase un alto el fuego revela hasta qué punto había llegado el conflicto.
La discrepancia sobre la actitud a tomar sobre una nueva investidura de Rajoy agudizó la tensión. Sánchez defendió el no a Rajoy tal y como había acordado el comité federal. Lo hizo con firmeza, a pesar de la enorme presión que le llegaba por tierra, mar y aire. De dentro y de afuera. Con esa firmeza, resumida en un «no es no» ya convertido en eslogan, se ganó a la militancia, la misma que, aplicando por primera vez en la historia del PSOE el sistema de primarias directas, lo había elegido secretario general.
Los malos resultados en las elecciones gallegas y vascas no fueron el detonante de la rebelión interna de la semana pasada, sino la convocatoria de primarias y congreso extraordinario en pleno bloqueo para la elección de presidente del Gobierno. Para parar la maniobra, los críticos apretaron el acelerador y desplegaron la artillería pesada, con González y el grupo Prisa al frente. Acoso y derribo. Golpe de mano y Pedro Sánchez fuera de escena (al menos de momento).
Había dos líneas de confrontación: la batalla por el poder interno (Díaz y los barones tenían a Sánchez por interino con mando a distancia y les salió rana) y la posición ante la formación de gobierno. Los grandes poderes financieros y económicos presionan para que no haya terceras elecciones, lo que, unido a la perspectiva de un nuevo bajón electoral en unas terceras generales, genera dudas en los dirigentes socialistas. Dudas que, desafortunadamente, no se canalizaron a través de los órganos de gestión del partido, como cabría esperar.
Ahora, descartadas las prospecciones en busca de un gobierno alternativo (algo que ya era más bien inviable), el «trilema» socialista del que habla Borrell se reduce a cuantificar si es menos malo abstenerse y entregar el poder a Rajoy o ir a terceras elecciones y dar el poder a un Rajoy reforzado con un PSOE más debilitado.
En los dos casos la resultante es la misma. En el primero, la abstención compromete durante la legislatura (presupuestos, etcétera) y mantendrá al PSOE en agonía permanente, hasta tocar fondo dentro de dos, tres o cuatro años, cuando toque dar la cara ante la militancia y el electorado y aflore el peligro griego. Esto es, el riesgo de que le suceda como al partido socialista heleno, que tanto se confundió con la derecha que su espacio se lo birló Syriza.
Hay muchos dirigentes críticos con Sánchez que tampoco apoyan la abstención y prefieren que sean las urnas las que entreguen el poder a Rajoy, aun cuando el previsible hundimiento del PSOE lo convierta en tercera fuerza política en el Congreso. Entonces sí que habría tocado fondo de una vez por todas y habría salvado su identidad como fuerza de izquierdas. Quizás sea lo menos malo para el PSOE, aunque no sea la mejor opción para la gobernabilidad de España.
¿Y la militancia tiene algo que decir? Ya se está comprobando quién manda en el partido. El discurso de las bases, la participación, la apertura del partido, etcétera, etcétera, es solo eso. Pura retórica.