El grito de Sanders que se escucha más allá de Estados Unidos

Su discurso de ocho horas en 2010, para impedir una reforma fiscal, se recoge ahora en un libro en el que se comprueba el poder de su lenguaje, que seduce a las clases medias ya los jóvenes de medio mundo

Bernie Sanders (Nueva York, 1941) busca el cuerpo a cuerpo con Hillary Clinton para lograr la candidatura del Partido Demócrata a la presidencia de Estados Unidos. Lo tiene complicado, porque el sistema de elección es muy complejo, y los superdelegados, los que inclinan la balanza, no desean experimentos. Por ahora sigue por detrás de Clinton, con 980 delegados comprometidos, por los 1.242 de Hillary. Y en el caso de los superdelegados la diferencia es mayor, con 469 para Clinton, por los 31 de Sanders, a pesar de haber ganado las últimas semanas en Alaska, Hawai y Washinton.

Pero su discurso ha despertado el interés de las clases medias de medio mundo, especialmente en los países occidentales. La reducción de esas clases medias, precisamente, es el objeto de la crítica de Sanders, el político independiente más veterano del Congreso estadounidense, ex alcalde de Burlington, en el estado de Vermont, y representante de ese estado en el Senado desde 2007.

Contra las rentas altas

Precisamente en el Senado, Sanders tocó la gloria. Fue el 10 de diciembre de 2010, cuando pronunció un discurso de ocho horas que tocó la fibra de los norteamericanos. Sanders apuntaba a Washington, por no reaccionar ante una de las crisis económicas más devastadoras. Culpaba al Gobierno federal y a los republicanos por buscar una reforma fiscal que iba a beneficiar a las rentas más altas, justo en ese momento histórico. Su voz caló en las clases medias de Estados Unidos, pero también en otros países que sufrían los mismos problemas.

Ahora lucha en una carrera desigual hacia la Casa Blanca. La editorial Malpaso ha editado aquel discurso, con el título de Discurso, sobre la codicia de las grandes empresas y el declive de la clase media. El lenguaje es diáfano, directo, pero repetitivo, como el propio Sanders admite, porque su objetivo en aquel momento era el de aplazar, al máximo, la reforma fiscal. La idea era bloquear la tramitación, cosa que no logró.

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Exceso de «financiarización» de la economía

La respuesta social y mediática ante aquel discurso provocó que Sanders decidiera lanzar su candidatura a la Casa Blanca. Lo que denunciaba entonces es una tendencia que se inició a partir de los años ochenta que se ha denominado «financiarización» de la economía. Es decir, el mayor peso que ha ido teniendo el mundo de las inversiones y de las finanzas frente a la economía productiva, y que explotó con la crisis de 2007.

Sanders explica en el libro que el acuerdo entre la Administración de Obama y los republicanos iba más allá de la reducción de impuestos. «Es importante señalar que ampliar las exenciones fiscales a los más ricos, al 2% de la población, no es la única propuesta fiscal injusta incluida en ese acuerdo. El pacto alcanzado por el presidente y los líderes republicanos también supone mantener la tasa impositiva del 15% sobre las ganancias y los dividendos que instauró Bush, lo que significa que las personas que viven de las inversiones seguirán pagando una tasa impositiva considerablemente inferior a la de los bomberos, los profesores, las enfermeras, los carpinteros y casi todos los trabajadores de este país», asegura Sanders, que ha sido calificado de populista por buscar, continuamente, esa dualidad entre los más ricos y el resto de la sociedad norteamericana.

Su discurso ha entrado de lleno en las mentes de los más jóvenes y de las clases medias blancas de Estados Unidos, que asisten a una pérdida de empleos y de poder adquisitivo.

Falta de demanda

Un discurso que, como libro, se lee de un tirón, y que alza la voz en un momento de enorme descontento de las clases medias en todos los países occidentales. A pesar de eso, Sanders, que mantiene el pulso con Clinton, ha sido calificado de populista.  

El mensaje que lanza Sanders se basa en una premisa que él mismo repite, con distintas formas, a lo largo del discurso que recoge el libro. «El problema, a mi entender, no es que los impuestos que gravan a las empresas sean demasiado elevados; el problema es, sencillamente, que la clase media no tiene dinero para adquirir bienes y productos, de modo que nuestra economía despegue y se creen puestos de trabajo». Según Sanders, las empresas estadounidenses disponen de un saldo efectivo de dos millones de dólares (en 2010, cuando pronuncia el discurso en el Senado), «así que no se puede decir que nuestros amigos empresarios estén en la ruina, que necesiten ayuda». 

Guerra de Secesión

Una de las sorpresas para un lector en España es la denuncia que Sanders formula sobre el mal estado de las infraestructuras en Estados Unidos. Con inversiones millonarias en el AVE, de las que se congratula Mariano Rajoy, estén o no justificadas por la eficacia económica, el contraste es enorme. Sanders pide que se invierta masivamente en infraestructuras para favorecer el empleo, y modernizar, porque el país lo necesita, su red de comunicaciones. 

Vale la pena refejar ese pasaje de Sanders: «Hace poco estuve en Rutland, la segunda o la tercera ciudad del estado de Vermont, y el alcalde me enseñó un trozo de tubería, una tubería vieja, y me dijo: ‘Mire, el ingeniero que construyó la red hidraúlica de esta ciudad e instaló esta tubería, una vez terminado su trabajo en Rutland, se tuvo que ir a la guerra’. Sabía que lo decía con segundas, así que le pregunté: ‘¿A qué guerra?’. Y me respondió: ‘A la Guerra de Secesión'». 

Los servicios sociales

En el relato Sanders insiste en cuestiones que son familiares para las clases medias europeas, pero no tanto para los norteamericanos, que han asistido a una reducción de los servicios sociales, que Obama ha tratado de mejorar. «Es imposible encontrar una buena guardería. No nos atrevemos a dejar a nuestro hijo de dos o tres años en la guardería. Las guarderías buenas son demasiado catas», sentencia. 

Un discurso que, como libro, se lee de un tirón, y que alza la voz en un momento de enorme descontento de las clases medias en todos los países occidentales. A pesar de eso, Sanders, que mantiene el pulso con Clinton, ha sido calificado de populista.