El gran problema de 2014
La imputación de la infanta Cristina es un problema político importante. Sí. La tensión Cataluña-España, de mal pronóstico, es otro problema político de envergadura. También. Y las contrarreformas del Gobierno Rajoy (educación, aborto) y los duros e injustos recortes al estado del bienestar no dejarán de ocupar los titulares informativos en este 2014 que arranca.
Pero no perdamos la perspectiva. El gran problema político de España, el asunto más grave de este y de años venideros es y serán sus disparatados niveles de desempleo y de empleo precario, con todo el rosario de consecuencias personales, familiares y sociales que ello conlleva. El Gobierno admite que hasta 2018, tras varios años de recortes, el nivel de paro no bajará del 25%. No es un problema sólo “económico”, sino también de primer orden político, si es que alguien pretende trazar una divisoria virtual entre ambos términos. Líderes en Europa en materia laboral. Marca España.
Es cierto que algunos indicadores macroeconómicos han mejorado ostensiblemente. Ansioso por darle al personal alguna buena noticia, el Gobierno los esgrime como signo de que estamos saliendo de la crisis gracias a su buena gestión y a los sacrificios (o sea, recortes, paro y degradación salarial) de los contribuyentes.
Pero no, no perdamos la perspectiva. Porque a pie de calle y de polígono industrial no se percibe otra cosa que el parón de la actividad económica y, en consecuencia, de la creación de empleo. Para despistar, se pueden malear, al gusto o a la sal, las encuestas y los datos oficiales de desempleo, pero la realidad es tozuda: se siguen destruyendo puestos de trabajo y la inmensa mayoría de los jóvenes –cualificados o no– no encuentra hueco para un primer empleo mínimamente digno. A pie de calle y de polígono industrial, la crisis sigue mostrando su rostro más duro.
Que nadie se llame a engaño, por más que esa situación no se haya traducido (de momento) en estallidos sociales. Uno tiene la sensación de que en cualquier momento aletea una mariposa en La Moncloa y afloran de repente desencantos, iras, frustraciones y demás tensiones sociales que ahora están cubiertos sólo por una fina capa de arena.
La Corona tiene un problema importante con el tándem Urdangarín-Cristina. El Estado tiene un problema grave con la irresoluble cuestión catalana. Pero en la jerarquía de preocupaciones, los ciudadanos tienen claro cuál es la primera de todas, porque no ve solución, ni a corto ni a medio plazo, a la falta de expectativas económicas y laborales. Un drama. Un polvorín.