El gen recesivo

“Vendo consejos que para mí no tengo”, como diría el castizo. También podría suscribir estos principios la antigua mano derecha de Emilio Botín. La Cambra de Comerç de Barcelona abrió sus aquelarres a Alfredo Sáenz, el hombre de los 83 millones de euros. A los empresarios catalanes, el ex banquero –hoy teórico de la economía— les dijo que España es como una mini Alemania. La devaluación interna de la economía, realizada primero gracias al paro y, después, en contra de los sueldos, ha impulsado las exportaciones; y ese empobrecimiento es bueno, según la tesis.

Alemania, efectivamente, practicó su devaluación durante 12 años. Los salarios crecieron por debajo de los precios como consecuencia de los deberes que impuso la reunificación. La diferencia estriba en que la educación no aflojó y el país fue capaz de formar a sus estudiantes en especialidades totalmente alineadas con el mercado laboral. España no sólo ha depreciado las rentas del trabajo. También ha evolucionado a espaldas de los servicios públicos, que deberían ser la clave del impulso de todos hacia salarios superiores.

 
España ha evolucionado a espaldas de los servicios públicos, la clave hacia salarios superiores

España no es, por tanto, una mini Alemania. Se ha quedado con lo peor de la evolución económica centro europea. Hace diez días, un empresario catalán me explicaba la realidad de su planta industrial. La principal máquina, con apenas dos años de antigüedad, ya era incapaz de producir con unos costes competitivos. La solución era invertir más para mejorar la tecnología. El proveedor se encargó de transaccionar en el mercado de segunda mano para aligerar la factura. El aparato en cuestión voló. Enseguida encontró nueva ubicación en otro país… más desarrollado.

Hoy está en Reino Unido, desde donde los nuevos dueños venden en el mercado internacional con margen. No fallaba en Martorell la tecnología, ni el coste de la mano de obra; sino el precio de la luz y del agua industrial que se aplica en España. Puede que el euro, la rigidez del mercado laboral y otras manidas cuestiones hayan ejercido de contrapeso. Pero Sáenz defendió su tesis acomodada sin que nadie le plantara cara acerca de nuestros problemas o aspiraciones, que no pasan por aplicar soluciones parciales que sólo devalúen determinados bolsillos, sino en aislar y recomponer el gen recesivo de nuestra economía: su casta dirigente.