El futuro incierto de Puigdemont
Su huida ha pasado por diferentes momentos y su imagen pública ha ido sirviendo, con intensidades distintas, al relato político del independentismo
Dentro de poco se cumplirán los cinco años del 1 de octubre y ya va siendo necesario analizar este tiempo como uno solo para entender en qué situación política se encuentra Carles Puigdemont y qué espera del futuro.
Puigdemont huyó de Cataluña por miedo a acabar en prisión. Durante aquellos días posteriores a la consulta ilegal éste era el comentario entre muchas de las personas más cercanas a su ámbito de amistades. La fuga fue una decisión tomada sin pensar en las consecuencias y como mal menor ante sus acciones ilegales.
Tampoco pensó que todo llegaría tan lejos, ni supo detener la velocidad que había tomado la situación. Como president de la Generalitat, él es el máximo responsable del golpe a la legalidad ejercido desde dentro del mismo Estado, entendiendo, como no, de que la institución que presidía era también Estado.
Su huida ha pasado por diferentes momentos y su imagen pública ha ido sirviendo, con intensidades distintas, al relato político del independentismo. A veces con mayor fuerza, en otras con menor éxito. En este momento, su presencia no dopa ningún acto, ni tan siquiera aquellos organizados por la propia JxCat, ahora en una realidad muy diferente.
Ante las nuevas decisiones de la justicia europea, siempre considerada por el abogado de Puigdemont, Gonzalo Boye, como más legal y democrática que la española, el futuro judicial de su cliente no está tan claro como muestran continuamente sus declaraciones. Es evidente que los comentarios de un abogado defensor siempre serán positivos para la defensa, pero la seguridad que siempre ha mostrado ya no parece tan certera.
Ello, junto a los acontecimientos y decisiones del partido que fundara, JxCat, muestran un futuro incierto y difícil de explicar. Desde que decidiera abandonar la presidencia del partido, el índice de popularidad entre los independentistas ha ido descendiendo, línea no negociadora.
La vuelta de Anna Gabriel, cuya figura no habría ingresado nunca en prisión porque jamás se la acusó de nada que hubiera podido acabar en prisión, pone en tela de juicio el relato de los denominados como exiliados. Debilita su estrategia y más cuando la exdiputada de la CUP trabaja con normalidad en Suiza y vuelve al país para continuar su relación laboral con el sindicato Unia Genève, donde es secretaria territorial.
Este es un sindicato que tiene como singularidad defender la actividad política en Suiza de las personas inmigradas. En el pequeño país alpino una cuarta parte de su población no tienen derecho a participar de la vida política, según explica el propio sindicato en su página web. Esa normalidad en su trabajo y su vuelta para regularizar su situación en España, aparte de hacerla merecedora de muchas críticas desde el independentismo, provoca dificultades a la hora de buscar argumentos a favor del supuesto exilio.
Según los cercanos a Puigdemont, la vuelta de Anna Gabriel provoca dudas para los intereses del president fugado y de las propias estrategias a utilizar de cara al quinto aniversario del 1 de octubre.
Una fecha que ya se anuncia dividida, sin pensar en el próximo 11 de setembre, con una bancada desmovilizada y sin rumbo. Si a ello le añadimos las sorpresas que puede haber este mes de agosto en relación con el futuro de la presidenta del Parlament, Laura Borràs, se concluye que el desconcierto es mayúsculo.
A pesar de ello, este tipo de análisis deben acabar con la evidencia de que el independentismo sigue igual de vivo, sobre todo entre la generación de los de entre 50 y 70 años que decidieron cambiar o mantener su interés por la independencia de Cataluña. De ellos, nadie ha bajado de ese tren. Muchos pueden concluir con la expresión: “ya me avisarán cuando haya otra oportunidad”. Otra cuestión son los más jóvenes que salieron a las calles durante aquellos días. La vida es incierta y cambiante, como los de entre 50 y 70 años saben bien.
Por ello, el futuro de Puigdemont ha cambiado. Y allí llegamos al punto más interesante. ¿Qué ocurría si volviera como Anna Gabriel o Meritxell Serret el mismísimo Carles Puigdemont? Hay respuestas para todos los gustos. Escucharlas a todas siempre es de interés.