El futbolista Sánchez
El modelo de político Hugo Sánchez se percibe en los gobernantes oportunistas que aprovechan cualquier ocasión para protestar sonora y teatralmente
Desde las primeras décadas del siglo XX, el fútbol ha sido el juguete preferido de la política. Ahí tienen ustedes los mundiales de 1934 y 1938 que Benito Mussolini –probablemente, el primer político que usó el fútbol como instrumento político- utilizó para publicitar la idea fascista: la selección italiana –que ganó los dos mundiales: se sospecha que Italia amañó varios partidos- se vistió de color negro y el Duce popularizó entonces la consigna vincere e vinceremo.
Otro ejemplo: el mundial de 1978, celebrado en Argentina, que fue utilizado por el general Jorge Rafael Videla para blanquear la dictadura. Algo parecido puede decirse de los mundiales de Rusia (2018) y de Catar (2022). A ello, se podría añadir la utilización que el franquismo hizo del Real Madrid y la manipulación que el nacionalismo catalán hace del Barça.
Con el tiempo, el fútbol ha devenido también el espejo o reflejo de la sociedad global. Esto es, el fútbol como afirmación de una identidad nacional, como sublimación de los instintos, como terapia psicológica que apacigua las frustraciones personales o colectivas, como diazepam ideológico, como forma de administrar una multinacional del espectáculo o como expresión y representación del hombre-masa, diría José Ortega y Gasset.
La futbolización de la política
Y el caso es que, en los últimos años, de la mano de los populismos rampantes de toda índole, estamos asistiendo a la futbolización de la política, a la táctica, estrategia, posición en el campo; a los regates, pases, chutes, remates, contraataques, repliegues; a las patadas, faltas intencionadas; a la escenificación de caídas o lesiones. Y a protestas o pérdidas buscadas de tiempo e insultos al contrario. Entre los muchos ejemplos que seleccionar –Di Stéfano, Kubala, Pelé, Cruyff, Beckenbauer, Maldini, Moore, Maradona, Ronaldo o Messi– hemos elegido al delantero mexicano Hugo Sánchez. Un futbolista que tiene sus análogos en el campo de la política.
Hugo Sánchez llegó, vio y venció
En la página web del Real Madrid se puede leer que Hugo Sánchez –que vistió la camiseta blanca de 1985 a 1992- fue un “goleador que marcó una época”. El delantero mexicano fue “un rematador inigualable” y “la perfecta punta de lanza” de “la Quinta del Buitre”. Hugo Sánchez “vivió una de las épocas doradas de nuestro club y los aficionados aún recuerdan sus acrobáticos remates y sus volteretas en cada celebración”. La página web del Real Madrid prosigue: “Hugo llegó, vio y venció. Su primera temporada se saldó con la Liga, en la que fue máximo goleador con 22 tantos, y la Copa de la UEFA. Solo era el comienzo de una larga lista de éxitos”.
El club resalta el mérito del jugador: “Gracias, entre otras cosas, a la efectividad del mexicano, el Madrid sumó cinco Ligas consecutivas… si en el apartado colectivo las cosas le fueron muy bien, lo mismo ocurrió en el individual… ganó cuatro Trofeos Pichici y una Bota de Oro… para cerrar un periodo glorioso… una leyenda en su país”. Título de la entrada: “Un goleador que marcó una época”. Conviene añadir que, con anterioridad, Hugo Sánchez jugó en Atlético de Madrid –la hinchada colchonera consideró el cambio como “alta traición”-, equipo con el que ganó la Copa del Rey de la temporada 1984-1985.
La carrera de Hugo Sánchez -tras pasar por el Rayo Vallecano y el Linz austriaco- acabó en el Atlético Celaya mexicano. Y fue destituido como entrenador del Almería ante los pobres resultados obtenidos durante los primeros meses de la temporada 2008-2009. Finalmente, no hay que olvidar el comportamiento del delantero. Hugo Sánchez toma la palabra: “eso sí, yo también respondía, sin que me vieran. Si me daban una patada, yo daba dos; si me escupían, yo respondía dos veces; si me insultaban, yo no me quedaba callado”.
La trasposición del modelo
El modelo de político Hugo Sánchez, se percibe en los gobernantes oportunistas que aprovechan cualquier ocasión para protestar sonora y teatralmente, que culpan al adversario de cualquier situación o problema, que se definen a sí mismo como ángeles democráticos y benefactores de los más vulnerables o las clases medias trabajadoras, que ocultan sus malas artes –“yo daba dos”, según el modelo- en el área ante el lanzamiento de un córner, que culpan al árbitro –jueces, por ejemplo- cuando conviene, que celebran goles marcados en fuera de juego que casualmente el VAR no percibe, que influyen en el nombramiento de árbitros amigos, que pierden el tiempo porque no saben qué hacer con determinadas cuestiones cuando la legislatura está en la recta final y está en juego el poder.
Un populismo carente de ideología que se acompaña con un discurso demagógico que remueve y promueve los sentimientos, los temores y los deseos del pueblo
De la teoría a la práctica, estos “rematadores inigualables” y “perfectas puntas de lanza” se detectan y distinguen por un discurso agresivo en donde destacan frases como las siguientes: “frente a la política de la mentira de la oposición, nosotros diremos a la gente la verdad”; “si necesitan bloquear el Parlamento [la oposición], no se cortan un pelo”; ese “negacionismo político carente de sentido, ese amordazar el Parlamento, ese complot burdo de la oposición”; esa “defensa desesperada de las multinacionales que hace la oposición”; ese “tomar [nosotros] medidas precisas y necesarias” para renovar los Altos Tribunales.
A lo que hay que sumar –sigue la práctica- las reformas judiciales oportunistas, las chapuzas legales que no se corrigen, el intento de colonizar las instituciones, la insistencia en la compra de votos por la vía de la subvención, el abuso del decreto ley o la sistemática demora en la aprobación de aquellas leyes –mejor que decaigan por sí solas al expirar la legislatura- que le pueden crear molestias o problemas.
La sofisticación del modelo
El modelo Hugo Sánchez tiene una versión sofisticada conocida como –un homenaje al miembro del Comité de Salvación Pública durante la Revolución francesa-la “variante Robespierre”. En el caso que nos ocupa, el Hugo Sánchez político de nuestros días constituye un comité de la verdad (?!) con el objeto de combatir la política desinformativa de la oposición. Un oportunismo de bajo vuelo –la típica marrullería del delantero que finge el penal dentro del área- que conecta con la consigna populista del “Gobierno de la gente”. ¿Dónde quedan las instituciones, las reglas de procedimiento y los contrapesos de la democracia?
Un populismo sonriente y maledicente
Una teoría y una práctica que son la expresión de un populismo sonriente y maledicente –también, prepotente- cuyo objetivo no es otro que el poder. Un populismo carente de ideología que se acompaña con un discurso demagógico que remueve y promueve los sentimientos, los temores y los deseos del pueblo. Así se alcanza y conserva el poder.
Si toda dictadura requiere un dictador, todo populismo requiere un populista que reduzca la infinita complejidad del presente a la simpleza de su discurso y sus consignas.
Gol de Sánchez
Si Hugo Sánchez celebraba los goles con una voltereta, el político modelo Hugo Sánchez celebra sus victorias –reales o supuestas- con un “eso sí es un éxito colectivo” o eso es “la viva prueba del compromiso, la pujanza, la resiliencia o el dinamismo”. ¡Gol de Sánchez!, con voltereta incluida.
Está por dilucidar si es un gol en propia puerta o en la portería del adversario político. También está por dilucidar si, finalmente, como señala el modelo, será destituido por los pobres resultados obtenidos.