El fundamentalismo anticapitalista de manual
El progresismo anticapitalista ha devenido una religión en toda regla
El cambio climático, las migraciones irregulares, los populismos, las consecuencias de la pandemia ya superada, la Guerra de Ucrania, la crisis energética, la incertidumbre económica o la ausencia de futuro; todo ello, ha resucitado el tradicional fundamentalismo anticapitalista de manual.
Un negacionismo “progresista” –la idea de progresismo es una de las más manoseadas y algún día habrá que limpiarla de la roña que trajina- que es la expresión más acabada de la nada. Esa nada que Immanuel Kant asocia a la vaciedad del concepto y Martin Heidegger a la angustia. Esa nada que, por decirlo a la manera del positivismo lógico, “nadea”.
Lo que sorprende de la nada progresista es que se considere a sí misma infalible. El progresismo anticapitalista como un artículo de fe. La “docta ignorancia” de Nicolás de Cusa.
La infalibilidad progresista
Un reciente ejemplo de la infalibilidad progresista lo brinda el helenista Pedro Olalla en su trabajo La irrelevancia de la verdad (el artículo, en su versión catalana, castellana e inglesa, lo encontrarán en la publicación Barcelona Metròpolis editada por el Ayuntamiento de Barcelona, octubre 2022).
Sostiene el autor que la peor amenaza a la que hoy se enfrenta el ordenamiento humano digno de este nombre -esto es, la civilización- no es otra que el desinterés por la verdad. Por ello, hay que buscar la verdad. Un “acto subversivo”, dice. Y, ¿cuál es la verdad? ¿Cuál es el verdadero problema de nuestro tiempo? El autor responde: “haber consentido que el desideratum neoliberal y neocon haya llegado a convertirse en dogma incuestionable falsamente avalado por la ciencia, y a conquistar de manera demoledora no solo la política y la ética, sino el territorio mismo de la verdad”.
Una conquista que habría contado con la “connivencia interesada de las elites, el ‘pesebrismo’ intelectual y académico, la falta de rigor de la prensa y la credulidad pasiva de la sociedad en conjunto”. Pues bien, “este es el verdadero problema; el resto –todo lo que vivimos hoy- solo son consecuencias”.
El progresismo anticapitalista ha devenido una religión en toda regla. Un progresismo anticapitalista que señala a los enemigos del alma (mundo, demonio y carne) y a los pecados capitales (soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia, pereza). Unos enemigos del alma y unos pecados capitales que se concentran en ese Uno –una suerte de Dios malo- llamado capitalismo. Ya sea vintage o neo. Un capitalismo que nos habría llevado a las puertas de la “destrucción masiva”. Y, por supuesto, la gente es tonta al caer en las garras de la ya citada “credulidad pasiva”.
El progresismo acusa
En la sala de banderas del progresismo, el Tribunal Antiliberal, Anticapitalista y Antiglobalizador –en juicio sumarísimo en que el acusado no ha podido tomar la palabra- ha emitido ya su inapelable veredicto: el liberalismo y el capitalismo global son culpables del crecimiento descontrolado de la economía financiera, de la privatización de los recursos naturales, de convertir la alimentación, la salud y la vivienda en un coto privado de especulación y enriquecimiento, de diseñar estrategias perversas que otorgan el poder de facto y de iure a las élites económicas por encima de los Estados, de las constituciones que nos amordazan, de los gobiernos que nos oprimen y otros eventuales obstáculos.
La pandemia y la Guerra de Ucrania nos han mostrado algunas imperfecciones y carencias del Sistema
La condena: disparen sin piedad contra el neoliberalismo y la globalización capitalista. Los ejecutantes de la condena: un número indeterminado de viejos y nuevos fundamentalistas, entre los cuales se encuentran intelectuales de todo a cien, retroprogresistas, altermundialistas, restos del naufragio comunista, socialistas sin brújula, sindicalistas corporativos, ecologistas preindustriales y oportunistas de profesión.
El escrito de la defensa que el Tribunal rechazó
Señores del Tribunal Antiliberal, Anticapitalista y Antiglobalizador, no disparen contra la globalización sin antes escuchar unas palabras en su defensa. Señores: ni el liberalismo, ni el capitalismo global, son la perversión intrínseca. Reconozcan la evidencia: el orden liberalcapitalista ha mejorado las condiciones de existencia de amplias capas de la población mundial. Reconozcan también que en las sociedades precapitalistas, así como en aquellas que han intentado superar el capitalismo; en esas sociedades, la explotación, la pobreza y el subdesarrollo han sido una constante para todos, con la excepción de una minoría de privilegiados.
Señores del Tribunal Antiliberal, Anticapitalista y Antiglobalizador, lo que necesita el mundo –lo que necesita el mundo pobre y subdesarrollado- no es menos globalización capitalista, sino más globalización capitalista. Con tino e inteligencia, cierto es. Lo iremos viendo. Porque, la pandemia y la Guerra de Ucrania nos han mostrado algunas imperfecciones y carencias del Sistema. Nada es perfecto, pero todo es subsanable. En cualquier caso, lo que el mundo necesita es la extensión y la consolidación del orden liberalcapitalista. Más mercado. Más apertura comercial. Hay que abrir las fronteras del Primer Mundo –también con tino- a las mercancías de los países subdesarrollados.
Señores del Tribunal Antiliberal, Anticapitalista y Antiglobalizador, ustedes, con la condena del liberalismo y la globalización capitalista en sí y per se, tienen un alto grado de responsabilidad en la persistencia del subdesarrollo y la pobreza del Tercer Mundo. La prueba, sensu contrario, la brindan aquellos países del Tercer Mundo que, al integrarse en la globalización capitalista, han visto el crecimiento del PIB y la reducción de la pobreza.
No hay secreto. Se trata de aceptar dos cosas: que la conspiración para hundir en la miseria al Tercer Mundo no existe; que la única alternativa posible y deseable reside en la inserción en el orden liberalcapitalista. ¿Que la globalización capitalista es interesada? Ahí reside el secreto: el afán de lucro del capitalismo –lean a Adam Smith y archiven a Karl Marx y Thomas Piketty– beneficia también, antes o después, a los demás.
No hay alternativa
Señores del Tribunal Antiliberal, Anticapitalista y Antiglobalizador: yo les acuso de condenar sin pruebas, de olvidar y manipular los hechos, de no tener ninguna alternativa, de ser unos reaccionarios que niegan las ventajas de un capitalismo global que, al romper barreras, beneficia a los países subdesarrollados que necesitan producir y exportar sus productos para vivir con dignidad.
A ustedes, miembros del Tribunal Antiliberal, Anticapitalista y Antiglobalizador, la historia no les absolverá. Y a quienes impulsan el denominado progresismo anticapitalista, la historia les tratará como lo que realmente son: unos tontos útiles.