El fin de la era Putin

El fracaso de la invasión exprés de Ucrania será también el de una Rusia atrasada y a la vez imperialista a la vieja y por fortuna trasnochada usanza

Rusia se ha convertido de la mano de Putin en la vergüenza del mundo. De haber conseguido hacerse con Ucrania en un par o tres de días, hubiera perdido más por las sanciones de lo que ganado mediante la sumisión forzosa de este país. Pero podría decir que se ha salido con la suya y que Rusia salía más grande y poderosa del conflicto creado por él.

No ha sido así. Tras los primeros días, puede afirmarse ya que la planificada ocupación ha resultado mucho menos exitosa de lo previsto. Esa no va a ser una ocupación relámpago. Los militarse del país invadido no se han ido a casa ni han depuesto al presidente.  Eso es, para Putin, el comienzo de lo que tiene todas las de acabar en un colosal fracaso.

Manifestación contra Putin y la invasión rusa de Ucrania en Washington. EFE

Pronto deberá optar entre la retirada, por lo menos parcial, y el progresivo hundimiento de su ejército en lo que será su tumba y la de su modelo autocrático de una Rusia atrasada y a la vez imperialista a la vieja y por fortuna trasnochada usanza. Los ucranianos resisten y más que lo harán con el apoyo armamentístico y logístico que les están mandando desde Europa y los Estados Unidos.

Lo que no ha comprendido Putin es la naturaleza del mundo actual. Tampoco algunos de los diplomáticos y supuestos especialistas que parten de principios tan obsoletos como el perímetro de seguridad al que Rusia tiene derecho o el continuado desaire europeo y occidental a un país que estaba en horas bajas pero ya lo va dejando de estar. La agresión a Ucrania no sería más que una lógica respuesta a la continua ampliación de la OTAN en territorio europeo dependiente de la URSS hasta la caída del Muro.

La URSS se hundió sola, sin ayuda de nadie, porque fue incapaz de crear un sistema que funcionara. Durante la Guerra Fría, la gran diferencia entre los países de uno y otro lado del Telón de Acero consistía en que los de Occidente estaban encantados mientras la Europa del Esta suspiraban por cambiar de bando.

La realidad posterior a la caída del Muro quedó constituida básicamente por lo que algunos llaman con acierto grandes paraguas protectores que cobijan y respetan a menores y diversas naciones o regiones. La principal característica de dichos paraguas es la voluntariedad de los que a ellos se acogen y contribuyen a sostenerlos, así como la buena disposición a colaborar en primer lugar entre ellos y luego con los demás.

Lo que quiere Europa, después de lo que no puede ser más que rotundo fracaso de esta Rusia de Putin, es tener a los rusos como socios fiables

Todo análisis que no parta de estos principios empíricos y demostrables corre un riesgo, por no decir la seguridad, de instalarse en la inopia cuando no de estrellarse lastimosa, lastimera y plañideramente contra los hechos, sus causa y sus consecuencias. En lo esencial y al posible coste de provocar una catástrofe ambiental, la mayor parte el mundo mejora en términos de bienestar. Esto, Putin no está en condiciones de cambiarlo.

Una de las percepciones más equivocadas de los que ven el mundo al revés parte de la idea de que Rusia está amenazada. Falso de toda falsedad. Lo que quería, quisiera y seguirá queriendo Europa después de lo que no puede ser más que rotundo fracaso de esta Rusia de Putin es tener a los rusos como socios fiables a quienes se ayuda a progresar en lo económico. Eso es, lo contrario de lo que predica el sátrapa alocado y quienes le dan razón desde Europa.

Si algo queda claro en el actual panorama es que no existe sueño ruso. Puede aducirse que el europeo es quedarse como está o que el sueño americano es menos intenso que el sueño chino, pero no hay sueño ruso, y si ensueño hubo, la pronto frustrada invasión de Ucrania lo ha convertido en pesadilla.

La única salida para Rusia no consiste en dominar a sus vecinos, someteros a la menos agradable de las condenas que es la del yugo extranjero acompañado de la pobreza sino en occidentalizarse y colaborar con el resto del mundo. El imperialismo a la fuerza no funciona.

Europa sufrirá algunas penalidades, nuestra economía se verá afectada, pero por cada unidad de coste que paguemos, Rusia sufrirá diez o cien veces más

Pueden, en fin, criticarse algunos pormenores pero la reacción americana y europea es la que se corresponde con su concepción del presente y las expectativas globales de futuro. La ayuda militar tiene todos los visos de ser eficaz. Las sanciones funcionan, y si no bastan las ya de por si muy duras que se han adoptado, vendrán más y peores para Rusia, que al fin y al cabo no tiene riqueza ni para afrontarlas ni para sostener una guerra que se alargue en el tiempo.

Europa sufrirá algunas penalidades, nuestra economía se verá afectada, pero por cada unidad de coste que paguemos, Rusia sufrirá diez o cien veces más. De manera que el pronóstico no es para nada derrotista sino de reafirmación del propio modelo y de condena, fracaso y a la postre hundimiento de la Rusia de Putin.