El fenómeno de JxCat se deshace

Laura Borràs enamora a una parte de su militancia y provoca alergia a la otra. Es una cuestión de química emocional muy interesante

Espero no ser excesivamente duro. El realismo que toca con los pies en el suelo puede convertirse en desagradable, aunque tenga aspectos interesantes que acaban convirtiéndose en constructivos. La formación que se inventaran los neoconvergentes para huir de un pasado, puede que, por exceso de autonomismo, o de nacionalismo poco comprometido con la independencia, o por estar salpicado de corrupción, está sumergido en una profunda crisis que afecta directamente a su supervivencia.

La suerte es que no existe una convocatoria electoral en ciernes que pueda mesurar con datos precisos su momento de aceptación. Sin embargo, las informaciones que se suscitan en las últimas semanas tienden a describir una formación a la deriva, con un exceso de personalismos, sin objetivos claros y muchos desencuentros en su interior. Normalmente un congreso político es un hecho fehaciente de consolidación de un proyecto. Las formaciones salen reforzadas porque, aunque existan debates y discusiones, al final siempre aparece una imagen pactista de unidad.

El último congreso de JxCat ha dejado muy malas sensaciones. Primero, porque Laura Borràs enamora a una parte de su militancia y provoca alergia a la otra. Es una cuestión de química emocional muy interesante. Hacía mucho tiempo que no ocurría en la política catalana. Tanto es así que Jordi Turrull, el bueno en cualquier película, el que no volverá a ostentar cargo público por inhabilitación, el que fue capaz de presentarse a ser president de la Generalitat sabiendo que su deseo no sería jamás cumplido, ese mismo ha sido capaz de anteponer una única dirección, para evitar que el “Junts”, el “Juntos”, saltará por los aires.

El último JxCat ha dejado muy malas sensaciones

Es comprensible un partido con diferentes familias políticas. Todos las tienen. Pero en JxCat las cosas son diferentes. Tanto que en estos momentos las incógnitas se multiplican. Y no tanto en la dirección, donde los porcentajes solucionan los debates. Uno de los tuyos, por uno de los míos. Me refiero a las propuestas de rostros políticos para la próxima contienda electoral. La más cercana. Las municipales.

La marcha de Elsa Artadi fue la primera deserción. Todavía no está clara su huida por motivos personales. El tiempo lo sacará todo a la luz, como siempre. Pero es muy evidente que una mujer aparentemente práctica como Artadi, aunque se metiera en el sueño independentista, no parecía estar por la labor de aguantar los desencuentros de su partido y una investigación sobre sus reuniones rusas en aquellos años, que ahora parecen encuentros de despropósito.

Artadi, aunque se metiera en el sueño independentista, no parecía estar por la labor de aguantar los desencuentros de su partido

Eso significa que, a un año de la contienda electoral de las municipales, la candidatura no tiene a nadie para presentar como persona física. Muchos rumores, pero ningún candidato. En resumen, una sensación de que algo no acaba de funcionar; una evidencia de que los cimientos de la formación se desquebrajan, de una huida a lo que puede acabar pasando.

¿Una exageración? Tómenselo como consideren. Pero no es normal. El ejemplo de Barcelona se extiende a otras poblaciones como Girona. El caso de Barcelona es profundo. El de Girona, mucho más. Desde la marcha de los socialistas de la alcaldía, y tras el paso del mesías Puigdemont, esta capital se ha convertido en una de las emblemáticas del independentismo. Pues tampoco existe un candidato marcado.

Todo ellos, junto a la polémica de la elección del secretario de Organización, suspendido por falta de quórum cuando tocaba, y colado con calzador cuando nadie miraba, dibujan un cuadro político muy deprimente y de difícil resolución. El momento es propicio para partidos que merodean por el mismo espacio político. El Pdcat de Àngels Chacón, el Valents de Eva Parera, hasta el mismo impulso de lo que se puede hacer y no, sitúan a la idea fuerza de Junts, en un ideal compartido con otras muchas formaciones.

También a candidaturas más personales y ciudadanas, muy en el modelo de moda por toda España, y que podría estar focalizado en Sandro Rosell, si reúne el dinero y las amistades suficiente para embarcarse en un campaña. Es ese espacio ‘indepe’, pero no tanto, nacionalista, pero sin excesos, de derechas, pero progresista, en definitiva, un voto lleno de ‘peros’ porque los tiempos no son ni para mucho ni para poco.

Y he logrado llegar al final de artículo sin mencionar al de Waterloo, que en política de la calle está desaparecido.

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