El ‘fascismo’ de Pablo Iglesias para asaltar al PSOE

La mano de Podemos está detrás de los encapuchados que en la Universidad Autónoma reventaron e impidieron una conferencia de Felipe González. El líder de Podemos inició la cacería al grito de «cal viva» en el Congreso. Ahora que Pablo Iglesias ha dado la orden de conquistar la calle, uno de los objetivos es el PSOE. Y la tecnología es simple: una ecuación que enlace la cal viva con la abstención.

El resto es una metodología netamente fascista. Pablo Iglesias habla mucho, le encanta escucharse y promueve, en quienes no lo idolatran, un sentimiento de rechazo por su narcisismo y soberbia. Está absolutamente pagado de sí mismo. Su verborrea es típica de los caudillos latinoamericanos, de quienes ha aprendido y quienes le han contratado como asesor.

En su corta biografía política ha dejado muchas huellas en las hemerotecas. Se puede comprobar y demostrar su enorme capacidad de decir una cosa y la contraria sin pudor.

Hace poco ha reconocido que Podemos es un movimiento populista. Es de agradecer que nos alivie la discusión sobre algo tan evidente.

En los manuales de ciencia política, Populismo no tiene una definición precisa. Pero en todos hay unos rasgos comunes, un común denominador, que está fuera de discusión académica. Los populismos emplean la dicotomía como elemento simplificador del análisis político. Las cosas son buenas o malas; hombres y mujeres buenas y malas; sin matices.

Su horizonte es el anti-elitismo –ellos son la «gente» el pueblo, los demás «casta»– y la movilización social para acabar con los poderosos. Los populismos necesitan un enemigo de referencia para cargar contra él. Es el elemento unificador de su eclecticismo. No tienen un credo definido porque sus planteamientos políticos y económicos son mutantes en función del oportunismo de sus planteamientos. El populismo necesita un caudillo, un líder indiscutible que con su oratoria elemental, machacona y constante consiga irradiar una adhesión inquebrantable entre sus seguidores. Un caudillo, un pueblo y un enemigo a combatir.

A estas alturas del texto, muchos pensaran que me estoy refiriendo en realidad al fascismo como ideología política. No exactamente, aunque Populismo y fascismo tienen elementos comunes. Las dos tecnologías políticas necesitan un eficaz aparato de propaganda para simplificar la realidad, conduciendo a una decisión de venganza para los culpables; mediante el odio unifican a las masas, a la gente, en el rechazo. Los fascismos tienen el caldo de cultivo, como los populismos, en las crisis sistémicas cuya sensación de fracaso colectivo es el combustible de una protesta social donde los sentimientos, el odio, son más importantes que las propuestas políticas y económicas.

Cuando el populismo se radicaliza atraviesa la zona muerta de la indignación que conduce a la violencia. Avivar la llama y mirar para otro lado es un insulto a la inteligencia.

Hemos sabido que el líder de Podemos, hace un tiempo, era partidario de nacionalizar los medios de comunicación para hacerlos libres de los intereses de los representantes de la casta. No ha tenido ningún reparo en recibir dinero de Irán y de Venezuela. Cuando puso condiciones para un gobierno con el PSOE, no pidió el ministerio de empleo o educación. Fue directamente al corazón del poder y del control del aparato del estado: Radio Televisión Española, los servicios de Inteligencia y los dependientes de la vicepresidencia del gobierno. Si controlas la información, los servicios de inteligencia y los medios de comunicación, controlas la sociedad. Algo demasiado elemental y antiguo como para que pase por alto.

Ahora Podemos ha decidido priorizar la representación asamblearia y el poder en la calle sobre la soberanía del parlamento. Su último lema es conquistar la calle. Da la impresión de que la conquista de los cielos de Pablo Iglesias deja en un segundo plano a las instituciones democráticas.

Todo un síntoma. Y para conquistar la calle hace falta movilizar la indignación contra quienes son responsables de haber promovido o permitido la crisis. Y dentro de este esquema, el «PSOE traidor» es un enemigo de referencia, cuya simplificación es Felipe González representado por la «Cal Viva»; oiremos mucho este eslogan. Agotadora y peligrosa simplificación que evita que tengamos un debate serio sobre los muchos cambios que debemos hacer en nuestro país. Debemos estar preparados para defender la libertad.