El expediente Marruecos o por qué Sanchez no ha sabido leer a Biden
El triunfo de Biden fue saludado en España con entusiasmo porque se esperaba una especial sintonía con la izquierda. Pero un presidente estadounidense, demócrata o republicano, defenderá siempre sus intereses geoestratégicos
En diciembre de 2019 Middle East Eye, una publicación sobre Oriente Medio con sede en Londres, hizo una recopilación de cánticos de los hinchas de fútbol marroquíes. Desde las gradas de diferentes clubes de Rabat, Tánger y Casablanca, todos cantaban con desesperanza sobre la desigualdad social y corrupción en un país aquejado por el desempleo, la falta de sanidad y la educación y en definitiva por la falta de oportunidades que empujaba a los jóvenes a la emigración. No era difícil imaginar entonces a la sociedad marroquí como una olla a presión.
La presente crisis en Ceuta parte ciertamente de los problemas que tiene Marruecos pero de ninguna manera nos podemos quedar en el acontecimiento concreto. El cruce masivo de personas desde Marruecos a Ceuta es una acción provocada por el gobierno marroquí que instrumentaliza el deseo de emigrar de su población como arma arrojadiza contra España en el contexto de una crisis bilateral. Los agravios de Rabat eran de sobra conocidos y las herramientas empleadas ahora también.
La causa más inmediata es la estancia en España del secretario general del Frente Polisario, Brahim Gali, aquejado de Covid-19 e internado en un hospital de Logroño. Su entrada en España, con pasaporte diplomático argelino, se pretendió discreta. Al parecer, habría quedado registrado en el hospital con identidad falsa. Pero el asunto se hizo pronto público y Marruecos mostró inmediatamente su rechazo.
Y es que el pasado 14 de noviembre de 2020, el Frente Polisario rompió el alto el fuego vigente desde 1991. Desde entonces, se han sucedido acciones armadas del Frente Polisario que remiten al final de la primera guerra: un ejército marroquí fuertemente atrincherado detrás del muro y puntuales operaciones de acoso saharaui que, tras varios meses sin resultados tangibles, han quedado sepultadas informativamente hablando.
Sin embargo, por muy acallado que haya quedado el conflicto armado en los medios, a ojos de Marruecos, España había acogido al comandante en jefe del bando beligerante opuesto.
El cruce masivo de personas a Ceuta es una acción provocada por el gobierno marroquí que instrumentaliza el deseo de emigrar de su población como arma arrojadiza contra España
Desde luego, más allá de las consideraciones humanitarias, la estancia de Brahim Gali en España era un riesgo calculado. Desde el público conocimiento del asunto, el Gobierno debía estar preparado para una respuesta. Y en el caso de Marruecos, todos los desafíos a España se han movido dentro de los márgenes de lo que se denomina “estrategias en la zona gris”: un desafío asimétrico en el que un país que pretende alterar el statu quo opera agresivamente por debajo del umbral de la guerra con medidas gradualistas y ambiguas.
No debemos olvidar que esta no es la primera crisis en que los flujos de inmigración irregular son usados como arma arrojadiza por Marruecos contra España. Y ahora vemos que la masiva llegada de pateras a Canarias era sólo la primera fase de la escalada.
Ahora toca que España recupere su músculo diplomático. En el pasado se habló de “amenazas no compartidas” para referirse eufemísticamente a que el desafío marroquí a la soberanía de Ceuta y Melilla era un asunto en el que no debía esperarse ayuda de la OTAN o la Unión Europea.
Un excesivo seguidismo en estas dos últimas organizaciones deja a España sin una visión y estrategia propia. Ahí está el ejemplo de Grecia, un país más pequeño económica y demográficamente que España, pero incansable tejiendo densas alianzas en el Mediterráneo Oriental y Oriente Próximo frente al desafío turco.
El actual gobierno español tiene además que leer mucho mejor al gobierno de los Estados Unidos. El triunfo de Joe Biden y Kamala Harris fue saludado desde España con entusiasmo porque se esperaba una especial sintonía al compartir sensibilidades en torno a la agenda de la izquierda identitaria (género, etnia, sexualidad, etc.).
Pero desde España no se entiende que un presidente estadounidense, demócrata o republicano, mantendrá siempre un sentido de Estado que supone la defensa de intereses geoestratégicos y el empleo de poder duro, dos asuntos que resultan extraños al actual Gobierno español, que presentó el pasado mes de febrero su “política exterior feminista”.
Dentro de esos intereses innegociables para cualquier inquilino de la Casa Blanca está el especial vínculo con Israel. El reconocimiento estadounidense de la soberanía marroquí sobre el disputado Sáhara Occidental fue la recompensa por la normalización de relaciones entre Marruecos e Israel y parece que ahora Rabat lo interpreta como un cheque en blanco. España tiene que hacerse oír en la Casa Blanca.
La cuestión de Ceuta y Melilla tiene que ser asumida por todos los partidos españoles mayoritarios como una cuestión de Estado
Por último, cuando esta crisis pase tendremos que asumir que sólo ha sido un desafío puntual que refleja la ambiciones abiertamente declaradas de Marruecos sobre Ceuta y Melilla. Esas ambiciones transcenderán el actual Gobierno y por tanto la cuestión de Ceuta y Melilla tiene que ser asumida por todos los partidos mayoritarios como una cuestión de Estado con estrategias a largo plazo. España se tiene que tomar en serio su postura sobre Ceuta y Melilla. Sólo entonces será tomada en serio por Marruecos.