El esperado discurso del ciudadano Borbón

Anda muy preocupado Pablo Iglesias con la monarquía porque es un tema polarizador, de esos que permite señalar con el dedo a todos los fachas del universo

He de reconocerles que como republicano -sin prisas- que soy, nunca le he dedicado excesiva atención al mensaje navideño del monarca.

¿Las razones? Pues evidentes, tras el clásico poteo bermeano del 24 de diciembre con la cuadrilla (que consiste en irse de vinos mientras se cantan villancicos por las calles y plazas de la muy noble y muy leal villa marinera) a uno no le quedaban demasiadas ganas de escuchar al jefe de Estado mientras pelaba langostinos a dos manos o le metía mano reciamente al txangurro de mi osaba (tío, en euskera) Javier.

El discurso del rey era una especie de música de ascensor que sonaba de fondo mientras mi sobrino me pedía la salsa rosa o mi madre nos echaba la bronca a mi hermana y a mí por algún tema aleatorio a la vez que llenaba los platos con su maravillosa sopa de pescado. Puro paisaje navideño.

Las instrucciones del vicepresidente Iglesias

Por supuesto que al día siguiente, en la prensa seria o en algún debate televisivo, decenas de insoportables expertos en protocolo analizaban el real mobiliario, alfombras y cortinas incluidas, tratando de encontrar en ellas trazas de las ocultas intenciones del monarca, mientras especialistas en semiótica dictaban sentencia contando con los dedos la cantidad de frases subordinadas o yuxtapuestas del discurso del monarca. Pero no era grave, solo era aburrido. Nunca hicieron mal a nadie.

Lamentablemente, toda esa dulce placidez ya pasó y Pablo Iglesias, a la sazón vicepresidente del Gobierno de su majestad, ha decretado que en la cena de esta noche, los españoles de bien, tras escuchar al monarca, deben conversar sobre la dialéctica monarquía-república, concretamente sobre la decadencia de la primera y la necesidad de la segunda. Al revés parece que no vale.

Anda muy preocupado el vicepresidente Iglesias con la monarquía, usando toda la potencia de sus redes sociales para arremeter contra la institución, convencido de que tras los escándalos concatenados del campechanísimo y emérito Juan Carlos I, ha llegado el momento de agarrar la tricolor y salir a las calles entonando el himno de Riego.

El apoyo al Rey

Y como es un tema polarizador, de esos que permite señalar con el dedo a todos los fachas del universo, socialdemócratas de querencias monárquicas incluidos, pues miel sobre hojuelas, oiga. 

Pero Iglesias hierra. El dato real es abrumador:

Según las últimas encuestas, CIS incluido, solo el 0,3% de los españoles consideran a la monarquía como un problema, y la lectura es evidente.

El sabio y soberano españolito de infantería ha encapsulado en la figura del emérito todas las responsabilidades de sus escándalos, sin trasladarlos ni a la institución monárquica ni a la figura de Felipe VI, de tal suerte que, según el Pulso de Metroscopia, el apoyo al actual Rey llegaría hasta el 74% de la población.

Las homilías del marqués de Galapagar

Por tanto y sin que sirva de precedente, yo este año haré caso a Iglesias y me sentaré a escuchar el discurso de Nochebuena del jefe del Estado.

¿Se imaginan que la disciplinadísima tropa podemita, haciendo de tripas corazón y para cumplir con las instrucciones de su amado líder, se pone a ver por primera vez el discurso del ciudadano Borbón… y va y les gusta más que las habituales homilías del marqués de Galapagar?

Pues no lo descarten, porque la comparación entre uno y otro es simplemente odiosa.