El esfuerzo de los catalanes por construir España

La interpretación de los hechos históricos, de acuerdo a las necesidades de un determinado proyecto político, ha sido el pan de cada día. El historiador Joan-Lluís Marfany, sin embargo, lleva años defendiendo un relato que se basa en el contexto histórico, con todos los documentos posibles a su alcance. Acaba de publicar Nacionalisme espanyol i catalanitat, cap a una revisió de la Reinaxença (Edicions 62), que constata una cuestión que puede resultar polémica para ese bloque independentista en Cataluña que defiende una supuesta dominación, a lo largo de los siglos, del nacionalismo español sobre el catalán, y que ha llegado el momento de revertirla con la creación de un estado propio.

Lo que Marfany defiende es que se fue constituyendo una clase económica y social, la burguesía catalana, que contribuyó al desarrollo de la nación española, y que defendió un «regionalismo», un «país» que siempre entendió como subordinado a la primera. Ese esfuerzo le permitió una expansión notable, que se desarrolló a lo largo del siglo XIX, el siglo clave que explica tanto España como Cataluña.

No había algo parecido en el siglo anterior, porque la idea de nación, como explicó con sumo detalle José Álvarez Junco en Mater Dolorosa –La idea de España en el siglo XIX–(Taurus); toma cuerpo tras la Guerra de Independencia, contra el ejército francés de Napoléon.

Marfany defiende la misma posición, y señala que, a través de toda la documentación de la que ha dispuesto, el concepto de provincia, «en el viejo sentido del Antiguo Régimen, es exactamente lo que Cataluña ya era, mucho antes de 1714». Y que, con unas nuevas condiciones, las creadas con la Nueva Planta, se inició un proceso, principalmente a lo largo del XIX, no por ser una provincia, sino un esfuerzo «por ser España».

Industriales, banqueros, hombres de negocio, obreros…la expansión de Cataluña fue enorme a lo largo del siglo XIX, con un objetivo que resultó ser la clave para el progreso económico, y que practicaron todos los países, salvo Inglaterra, porque fue la primera en adelantarse con la revolución industrial y le convenía todo lo contrario, y es que los industriales catalanes lograron imponer el proteccionismo, con instituciones que serían clave como el Foment del Treball Nacional.

Al margen de la polémica que pueda suscitar Marfany, al señalar que el proceso de la Reinaxença –el despertar cultural y nacional de Cataluña en la primera mitad del siglo XIX—se realiza en paralelo a la construcción de la nación española, y que son los mismos protagonistas los que están en los dos procesos, lo que nos sirve ahora es su idea de que lo específico de aquel «regionalismo» no fue tanto la defensa de la lengua y la cultura catalanas, como la defensa de un modelo de desarrollo económico.

Algunos economistas y políticos sostienen en los últimos años que ese es el problema central: ¿Defiende bien el Estado español las características propias de la economía catalana? ¿Tiene futuro el actual modelo de desarrollo económico catalán bajo el poder político español? ¿Entiende éste lo que necesita esa estructura económica?

Hacerse esas preguntas partiría de una constatación: el modelo económico catalán es diferente al del conjunto de España. Lo era, ciertamente, en el siglo XIX, y en buena parte del siglo XX. ¿Lo es ahora?

La economía catalana se basa en un sector turístico que sigue creciendo –como en el resto de España; se ha basado en el sector de la construcción, para crecer con mano de obra barata –como en el resto de España.

Sí se diferencia en la existencia de medianas empresas que se están especializando y que tienen capacidad de exportación. Y cuenta con un tejido empresarial más dinámico, centrado en las nuevas tecnologías, con más innovación. Pero, ¿justifica eso el movimiento independentista, o pueden los catalanes, de nuevo, realizar un esfuerzo por hacer España, por hacer una mejor España, como lo hicieron en su momento?

Eso es lo que está en juego, y que Marfany nos recuerda con un libro sobre….la Reinaxença.