El error de Albert Rivera en Madrid

Que Albert Rivera es más guapo y se ducha son dos ventajas competitivas respecto a Pablo Iglesias. Desde luego, parecen insuficientes para convencer a los electores capitalinos, que ya hacen la ola a su futura lideresa, Esperanza Aguirre, después de que pronunciara la pulla final sobre Alberto Ruiz Gallardón con una simple promesa que piensa cumplir.

El palacio de Cibeles, tan ostentoso que no cabe en el déficit municipal, es una obra megalómana y la jefa del PP madrileño no piensa ni pisarla. Ambiciones, como el cortijo de Jesulín, lo llaman los funcionarios. Si acto seguido, Aguirre hubiera jurado que suprimirá el cuerpo de agentes de movilidad, sólo cabría esperar a que, ante la soledad de la urna, los madrileños le entregaran su devoción.

Espe aún no es tan osada, de modo que la contienda sigue abierta para distracción tertuliana. La eclosión de Ciudadanos es un hecho pero ha metido la pata en Madrid. A su favor consta que ha convertido en fortaleza la dualidad izquierda-derecha que le atribuyen los detractores. Por si fuera poco, se ha armado de un proyecto intelectual más potente que el anémico guión argumental de la casta pensante, o replicante (tal vez), del nacionalismo catalán.

Cualquier idea que esboce sombríamente la mente del profesor Luis Garicano o susurre Manuel Conthe en el baño parece mucho más sofisticada para un programa económico que aquello del «¡ha sido Madrid!». De modo que los círculos financieros de la ciudad, guardianes del verdadero poder (para lo bueno y lo malo), han recibido con respeto a Rivera. Ven un hombre en quien confiar y con capacidad de diálogo. No todo son masajes.

Los cenáculos de la corte y villa se comportan como el gnomo de Juego de Tronos. Cualquier palabra que pronuncien delante de un «pero» no tiene validez. Y los peros abundan en Madrid cuando se habla de Rivera. «Tiene buena planta pero equiparará los impuestos a los catalanes». Los empresarios quieren una reforma de las administraciones y que ello desemboque en menos presión fiscal.

Incluso las patronales y lobbies sectoriales acusan a Rajoy de haber recortado el gasto de un modo insensible. Ciudadanos puede administrar los presupuestos locales, autonómicos y del Estado con visión social y responsable. Ello vende, «pero» si no desvanece las dudas sobre una hipotética mayor presión fiscal, Rivera, aunque se duche, se habrá equivocado en Madrid. Begoña Villacís cuéntaselo tú.

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