El entierro del pujolismo y el radicalismo impostado
Con toda probabilidad, a poco que Puigdemont no fracase en las urnas, el partido de Artur Mas, el delfín de Pujol, no volverá a levantar cabeza
Tal vez, si perdura la tendencia al alza de Pedro Sánchez, la jugada de precipitar el final de la legislatura acabe resultando positiva tanto para el presidente que presentó los presupuestos como para los que imposibilitaron su tramitación. Tal vez.
Que Sánchez tenía la intención de alargar la legislatura se demuestra con la famosa propuesta del ‘relator’, un paso en falso del hasta entonces hábil funambulista. Que a Elsa Artadi –y su en apariencia jefe, el president Quim Torra y detrás de ambos el exiliado Carles Puigdemont— andaban en las mismas se deduce de las intensas negociaciones que emprendió la portavoz con su beneplácito.
Los primeros en negar su apoyo a Sánchez fueron los ‘moderados’ de ERC
Viene a cuento lo anterior para desmentir, por lo menos en parte, la percepción de profunda división entre independistas moderados, los de ERC con Oriol Junqueras al mando y los radicales encabezados desde la lontananza por Puigdemont.
Recuerden que los primeros en negar, por sorpresa, su apoyo a Sánchez fueron los ‘moderados’ de ERC y que, como acabamos de recordar, los ‘radicales’ estuvieron a punto de adelantarles por el arcén del pragmatismo con un acuerdo de última hora.
Por otra parte, no han trascendido discordias graves en el ejecutivo autonómico, compuesto por los dos supuestos enfrentados. Menos aún asoma el menor atisbo de desobediencia -pronto lo confirmaremos, si Quim Torra retira los lazos amarillos o presenta un recurso-.
Los Mossos se muestran mucho más contundentes con los CDR y sus intentos de cortar autopistas que con otros colectivos
Por su parte, los Mossos se muestran mucho más contundentes con los CDR y sus intentos de cortar autopistas y líneas ferroviarias que con otros colectivos que protagonizan acciones de bloqueo de vías públicas mucho más severas, verbigracia los taxistas y sus rivales, las compañías de VTC.
A todo ello debemos añadir las denuncias de los auténticos radicales, los miembros y simpatizantes de la CUP y los jóvenes intelectuales airados que, amparados por la ANC, presentan candidaturas propias contra todos los demás allí donde pueden, empezando por Barcelona.
Sostienen, no sin argumentos, que tan autonomistas y tan vendidos al plato de lentejas del sueldo público son los de Puigdemont como los de Junqueras.
A mayor abundancia, por si alguien aún lo duda, remárquese que la propensión a la negociación del jefe del nuevo artefacto en el interior, Jordi Sánchez, es idéntica a la de Junqueras. Desengáñese los analistas engañados, los tiros no van por ahí.
En el fondo, la decisión de Puigdemont es tratar de enterrar de una vez por todas el pujolismo
Puigdemont amaga con regresar en unas declaraciones de pura propaganda electoral. Él y los candidatos designados se proponen, no tanto adelantar a ERC, lo que sería el súmmum, como obtener mejores cosechas electorales de las que preveían para los defenestrados del PDECat.
Sirva todo lo dicho para defender la tesis de que en el fondo se trata es de enterrar de una vez por todas el pujolismo, lo que se concreta con el destrozo infligido al PDECat. Con toda probabilidad, a poco que Puigdemont no fracase en las urnas, el partido de Artur Mas, el delfín de Pujol, no volverá a levantar cabeza.
Bajo la capa del personalismo y la supuesta radicalidad de las actitudes, éste y no otro parece ser el auténtico propósito de JuntsxCat, de la Crida y de cuantos figuran en las listas de la triple convocatoria electoral, cortar por lo sano con el pasado y mostrarse como algo que parte de cero, nuevo, no contaminado, sin historia, ni siquiera genealogía.
Las muy razonables prédicas de Artur Mas a favor del pragmatismo han servido para cavar su tumba: encima de herederos de un pasado corrupto, blandengues y partidarios de la capitulación. Los que, ingenuamente, sin advertir que se trataba de una maniobra de radicalismo impostado, se alinearon con Mas han sido apartados sin contemplaciones.
El entierro de Convergencia
Ramon Tremosa es tan moderado como Carles Campuzano. La única diferencia es que Tremosa advirtió el fondo de la jugada y se mantuvo fiel a Puigdemont mientras Campuzano y sus afines se enrocaban en la defensa de unas negociaciones que fácilmente podían ser tachadas de claudicaciones.
¿Se ha consumado el entierro de CDC y sus mutaciones? Así parece, pero podría ser simplemente apariencia. Lo que se ha enterrado es el pujolismo, no el realismo.
Los protagonistas de la liquidación han adquirido, a ojos de sus posibles votantes, una aura que les va a legitimar para competir luego con ERC en el campo de pragmatismo, claro está que siempre bajo la etiqueta y el banderín de un radicalismo que no pasa de impostado.
Si buscan división, no la encontrarán entre radicales y moderados sino en el eje derecha-izquierda.